miércoles, 17 de junio de 2020

Tiempo de Llorar, María Luisa Elío. (I) La autora


 Tiempo de llorar, Ediciones El Equilibrista, Méjico 1988 ,
María Luisa Elío.. La misma publicación , Tiempo de llorar  y otros Relatos se dio a la imprenta en España, editada por Turner, Barcelona , 2002. Consta de de 180 páginas y prólogos de Álvaro Mutis y Salvador Elizondo y Epílogo de Álvaro de la Rica.

Relato autobiográfico muy bien escrito y conmovedor de una escritora exiliada desconocida durante mucho tiempo en España, a pesar de que era española. Desconocida durante mucho tiempo en Navarra, a pesar de que era navarra. Hoy tiene dedicada con su nombre la biblioteca de Barañáin, al lado de Pamplona, un pueblo nuevo que tiene como nacimiento un señorío que fue de su familia Elío.
Es un libro necesario que hay que leer antes de olvidar del todo los españoles del éxodo y del llanto. Maria Luisa Elío lo merece.
 
La autora (I)

 María Luisa Elío fue de esa generación llamada  de los niños de la guerra, tenía siete años cuando se inició. Nacida en el lugar equivocado, en Pamplona en 1929, siete años antes de que empezara la Guerra Civil española. La mujer a la que Gabriel García Márquez le dedicó Cien años de soledad, vivió con su familia el exilio en Méjico y participó en los movimientos de vanguardia de cinematografía, de teatro y de narrativa. Fue actriz, escritora y agente cultural.

Cuenta que cuando conoció a García Márquez  estaba invitada junto con su marido Jomi García Ascot a cenar a  casa de Álvaro Mutis para presentarles a un escritor colombiano que pasaba por Méjico camino de París y que vieron aparecer en la cena a un jovencito blanco, blanco que era Gabo. Y que Álvaro le decía- “Gabo, Gabo, cuenta cosas, cuenta eso que estás pensando escribir”. Y que Gabo contaba cosas como que en su tierra había visto llover flores, que a todos dejaba maravillados con sus historias.  Pero la escritura de Cien años de Soledad fue posterior, años más tarde, cuando, estrechada la amistad, un día salía el grupo del teatro de Bellas Artes y se fueron todos a cenar a casa de Carmen y Álvaro Mutis y comer un arroz a la catalana que iba a hacer Carmen. Gabo acabó contando lo que estaba escribiendo. Lo cuenta así Gabriel García Márquez:

“María Luisa Elío, con sus vértigos clarividentes, y Jomi García Ascot, su esposo, paralizados por el estupor poético, escuchaban mis relatos improvisados como señales cifradas de la divina providencia. Así que nunca tuve dudas, desde las primeras visitas para dedicarles el libro”.                                                                                                            
María Luisa cuenta algo parecido:

“¿Te gusta la historia?   
  - Me maravilla,me vuelve loca ¡Escribirás la historia otra vez!
  - ¿Pero te gusta?, volvió a preguntar   
  -Si
- Entonces es tuya”

La importancia de la obra Cien años de Soledad de García Márquez nos hizo volver los ojos a la mujer a quien se la dedicaba. ¿Quién era María Luisa Elío Bernal?. 
De origen aristocrático, su padre, Luis Elío, era hijo del noble Fausto Elío Vidarte ingeniero de Caminos, Canales y Puertos perteneciente a una acrisolada saga de militares e ingenieros industriales y  propietarios navarros. A pesar de su ilustre ancestro Francisco Javier Elío, general absolutista ajusticiado en Valencia por los liberales, a pesar de la saga de parientes de apellidos nobles, Vidarte, el marqués de Vesolla, el duque de Elío, el duque de Uzceda, el conde de Guenduláin, el conde de Rodezno, los Ansaldo, dice su biógrafo, Eduardo Mateo Gambarte, que el padre de María Luisa, Luis Elío, era republicano y liberal.  Fausto Elío, padre de Luis, pudo ser de los mayores propietarios de Navarra y Luis dueño con sus hermanos del Señorío de Barañain, un pueblo hoy parte de la infraestructura urbana lindando con  Pamplona, amén de otras propiedades, pero el juez Luis Elío no  tenía buena prensa entre los alzados con el general Mola el 18 de julio. Su sentido cristiano y no el comunismo, afirmó posteriormente Luis en sus memorias, Soledad de Ausencia, Entre los recuerdos de la muerte, le hizo donar a sus arrendatarios de Barañáin las viviendas donde vivían, cosa que no se entendía. Contaba también en su contra que como juez, presidía los comités mistos paritarios que durante la república se institucionalizaron y pasaron a llamarse Jurados Mixtos de Trabajo y que tenían como misión prevenir los conflictos entre patrones y obreros, lo cual no era siempre fue bien aceptado. Por otra parte, aunque sus hijas afirman que no militaba en nada y que tenía amigos de todas las tendencias incluyendo al obispado, su nombre figura hoy en la Fundación Pablo Iglesias, como miembro del PSOE, lo que pudo agravar su situación. 

El día 19 de julio muy de mañana unos policías secretas y falangistas y también los carlistas se presentaron en su casa para detenerlo, detención en la que estuvieron presentes su mujer, Carmen Bernal y sus tres hijas, Cecilia, Carmen y María Luisa. Elío fue llevado a la comisaría, pero un capitán carlista amigo que le apreciaba, intentó ayudarle y, aprovechando el caos inicial de detenidos, y el trajín, en una distracción, consiguieron marcharse caminando uno al lado del otro. Le dio el salvador carlista cobijo en su casa algunos meses, y en vista de que el peligro de la persecución se agravaba, lo traslado a casa de otro carlista amigo que lo ocultó hasta acabar la guerra, no sin problemas y sin miedo, en un cuarto de tres metros cuadrados Casa de la Misericordia de Pamplona.

Nada supieron su mujer y sus hijas de su paradero en este segundo escondite. Alguien llevó a su casa ropas manchadas de sangre dándolo por muerto, pero la noticia de que pudiera estar vivo aconsejó a la familia marcharse de Pamplona para que no pudieran ellas servir de chantaje a los perseguidores. Así llegaron a Elizondo, de paso para Francia. No lo lograron., María Luisa y su familia fueron retenidas tres meses. La noticia del suicidio de Luis Elío en Francia y la publicación de su esquela, rebajó la tensión a las que eran sometidas y pudieron abandonar Burguete, viajar a Valencia, luego a Barcelona y acabada la guerra, ayudadas por Indalecio Prieto, exilarse a Francia. Las tres chicas en España habían estudiado en el colegio de las Ursulinas, en Francia, estuvieron en un internado, luego en otro regido por exiliado rusos blancos para niñas exiliadas. La madre, Carmen Bernal, trabajaba en un hotel, trabajo a la que no estaba acostumbrada,  e iba a verlas los domingos. Allí en París acudirá Luis Elío, su padre,  después de haber cruzado la frontera camuflado con un grupo de amigos y después de haber pasado por el campo de concentración en Gurs. Afirma María Luisa recordando aquello que todo lo trastocó la guerra, ya ni su padre era reconocible, que cuando llegó a París había muerto, que su madre tampoco fue la misma.

 La invasión nazi de Francia, volvió a cambiar el destino de residencia de muchos republicanos, y nuevamente ayudados por Prieto, se exiliaron a Méjico en 1940. El matrimonio no pudo rehacerse y acabó separándose. María Luisa tenía a su llegada a México 11 años. Muy deprimida por el cambio familiar, y por las enfermedades y operaciones de la madre a la que sentía muy unida, intentó readaptarse a la nueva situación. Estudió primaria en el colegio Ruiz de Alarcón y el bachillerato en la Academia Hispano Mejicana y se matriculó de teatro en la Academia del profesor Seki Sano. Frecuentó amigos vanguardistas y formó parte de un grupo de teatro experimental: “Poesía en voz alta” donde participaba Octavio Paz, Juan García Ponte, Carlos Fuentes y Juan Soriano y las pintoras Remedios Varo y Leonora Cárrigton según recoge su biógrafo Eduardo Mateo Gambarte en una obra sobre los exiliados navarros, publicada por el Gobierno de Navarra en 2001:  El Exilio Republicano Navarro, 1939 Creo que hasta ese momento era María Luisa desconocida en su tierra. Posteriormente el autor ha publicado un trabajo monográfico: María Luisa Elío Bernal, La Vida como Nostalgia y Exilio, publicado por la Universidad de la Rioja.

Iniciada en esa época en el camino del arte y de la escritura, trabajó como actriz – era muy guapa- en varias obras de teatro y películas y publicó cuentos en el Suplemento Cultural de Novedades y en la Revista de la Universidad. Trabaja en lo que puede; no fueron tiempos de economía boyante, su madre está muy a menudo enferma, sufre internamientos y María Luisa sigue viviendo con ella hasta su muerte ocurrida en 1955, a consecuencia de una caída en un intento de huida del sanatorio donde estaba internada. Ese mismo año se casa con Jomi García Ascot, otro español de la generación de niños de la guerra, nacido en Tanger, hijo de un diplomático de la república en Marruecos, exiliado después de la Guerra civil en Méjico. Jomi había estudiado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Méjico, y era poeta, publicista, fundador del Cine Club Universitario de la Universidad y de Cine Club de Méjico en el Instituto Francés para América Latina.

El matrimonio García Ascot- Elío, participa de lleno en la vida intelectual de Méjico, asisten a cines y debates, lee Maria Luisa sus cuentos en el Ateneo Español de Méjico, y tienen entre sus amigos a Ramón Xirau, Emilio Prados, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Salvador Elizondo, la pintora Susana Noriega y otros escritores y artistas. Fue una época intelectual activa que continuará, aunque vayan a Cuba en 1959 con el encargo de hacer películas de la revolución cubana pa ra ICAIC, Instituto Cubano del Arte e Industrias cinematográficas. Allí se relacionaron con el prestigioso grupo de la revista Orígenes Alejo Carpentier, Lezama Lima, Ángel Gaztelu, Fina García Marfut, o Cintio Vitier. No comparten las ideas revolucionarias y después de año y medio vuelven a Méjico. Sus contactos y amigos de América fueron importantes y selectos, y practicaron el arte de la amistad creativa, también tienen entre sus amigos al cubano Eliseo Diego, al español Emilio Prados o a los colombianos Álvaro Mutis o Gabriel García Márquez.

En 1962 basada en un cuento de María Luisa y protagonizado por ella Jomi García Ascot rueda el largometraje experimental Desde el Balcón vacío, la primera película rodada en Méjico sobre el exilio español desde la visión de un exiliado. El guion es anticipo de lo que será el libro que años después publicará Tiempo de llorar (del que hablaremos) un relato cinematográfico autobiográfico del exilio y la nostalgia, aunque algo desdibujado tal vez porque las personas que les ayudaron todavía están vivas y está vivo su padre. Es la misma búsqueda, expresada en imágenes cinematográficas. Dedicado a los exiliados españoles muertos en el exilio, la película, ampliamente premiada pero nunca comercializada, fue recibida por los exiliados con aplausos y lágrimas. El desconcierto de una niña que busca en sus recuerdos sin hallar su pasado, su necesidad de volver y de reencontrarse y encontrar a los suyos, la familia perdida, está ya presente en esta película, donde la protagonista, que interpreta ella misma, se presenta niña y adulta desolada y confusa. Su necesidad de volver al lugar desde donde se partió, Pamplona, y la búsqueda de un tiempo perdido, la infancia, se acelerará con la muerte del padre, Luis Elío, en 1968, con él se acabaron las referencias de una etapa que una niña de siete años no puede recordar. Ese mismo año se divorcia de su esposo. Necesita el regreso  que afrontará con su hijo Diego cuando en 1970 se decida  a buscarse a sí misma al regresar a Pamplona. Volver desencadena una crisis nerviosa que desembocará en la escritura del texto que comentaremos en la próxima entrada:

"Y AHORA ME DOY CUENTA QUE REGRESAR ES IRSE"

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