miércoles, 17 de julio de 2019

Emilia Pardo Bazán, Isabel Burdiel, Fundación Juan March, Madrid, 2019.



La biografía de Doña Emilia, publicada bajo el sello de la Fundación March, va precedida de un pre título; Españoles eminentes. La prestigiosa Fundación, atenta siempre a lo más puntero del pensamiento, del arte y la cultura pone en nuestras manos dos oportunas biografías de eminentes mujeres: Concepción Arenal, responsabilidad dela profesora titular de Literatura española en la Universidad de Barcelona Anna Caballé; y Emilia Pardo Bazán de Isabel Burdier, Catedrática de Historia Contemporáneo de la Universidad de Valencia. El momento de las mujeres ha llegado, y con él el rescate de escritoras que nunca debieron ser olvidadas ni postergadas. Vamos con doña Emilia
¿Pero Emilia Pardo Bazán era una mujer? Atavismos y puñeterías contemporáneas a la escritora, la tildaron tanto de ser viril como de ser fémina pretenciosa y liviana. Aguantó todas las pequeñas y grandes insidias que se sufre por destacar siendo mujer, pero se lo echó a la espalda con vitalidad y frescura. Apuntamos que superó con mucho los reales obstáculos que como mujer del siglo XIX la sociedad le imponía y que quiso ser no el ángel del hogar sino una escritora profesional, consiguiendo por su capacidad, su preparación, su curiosidad intelectual y su valentía, y también por  su sociabilidad al frecuentar los opuestos, convertirse en una intelectual, a mi criterio la mujer más capacitada del siglo XIX español. El ángel de su hogar fue su madre que también cultivó el intelecto y asistíó a las tertulias de la duquesa de Espoz y Mina, gallega y liberal como ella, y que cuidó de la casa y de los nietos con abundante servicio, ya que la posición económica de los Pardo Bazán era desahogada. José Pardo Bazán fue rico y conde pontificio, título religioso conferido por el Papa Pío IX. Educada Emilia en libertad por sus padres, que incluso pidieron permiso al Vaticano para que su hija pudiera leer textos prohibidos, su seguridad en si misma, su franqueza y su voluntad de ser tratada por los escritores como una colega más - lo que no siempre consiguió- lograron que nunca vacilara, ni se sintiera desvalida mujer, ni practicara el victimismo. Cuando ya casada su marido, José Quiroga, le pidió que dejase de publicar porque la sociedad bien pensante cuchicheaba a causa  del atrevimiento de los temas tratados, apoyada por sus padres pidió la separación conyugal de vida y hacienda ante notario. Viajó sola por el extranjero y frecuentó a los escritores más famosos de París y sus tertulias escribiendo sus impresiones en prensa. No fue solamente escritora de novelas y cuentos, fue periodista, ensayista, divulgadora, conferenciante, crítica literaria, polemista, mujer pública, editora, lectora de lo más puntero del pensamiento contemporáneo y fiel a si misma. No dudó en evolucionar, nunca se ancló en lo conocido y supo mantener ese equilibrio difícil del no encasillamiento: tradicionalista carlista y liberal a su modo, cristiana y libre pensadora religiosa, nunca renunció a su fe, pero vivió como su razón le dictaba y no obedeció consignas eclesiales. Amiga de los carlistas para los que recaudó fondos y de Carlos VII y el Papa a quienes visitó,  del conservador Menéndez Pelayo y del krausista Giner de los Ríos, amante de Benito Pérez Galdós y de Lázaro Galdeano, sus luchas de mujer no encasillable  por cercanas nos suenan conocidas. Era gallega y fue Presidenta honorífica de la Academia de la Lengua  Gallega, pero no consideraba al gallego lengua tan amplia de expresión como el castellano, para gran disgusto de Manuel Murguía, esposo de Rosalía de Castro, que la tenía atravesada. Era patriota, pero capaz de sacar a colación en foro internacional Société de Conferences  de París, - a los que el resto de los novelistas españoles no podían acudir porque no sabían lenguas- los defectos españoles. En 1908 el rey Alfonso XII le ororgó el título de condesa de Pardo Bazán con el que la escritora, que nunca utilizó el título de su padre, va a firmar en lo sucesivo.
El brillante trabajo de Isabel Burdiel ahonda en la biografía y en el pensamiento de doña Emilia y lo relaciona con sus escritos. Es un estudio profundo tanto desde el punto de vista del la biografía como de la crítica literaria, con un enfoque original sobre el pensamiento evolutivo de la escritora, que, como  la catedrática demuestra al analizar minuciosamente sus textos, utiliza como soporte en el desarrollo de sus novelas y cuentos.
Al ser una obra completa y exaustiva y no pretender yo hacer un resumen del texto, como viene siendo costumbre, mi blog quiere detenerse en los logros que va alcanzando la historia de la mujer. Emilia Pardo Bazán. La lectura del texto de la historiadora y catedrática Isabel Burdiel, Premio Nacional de Historia en el año 2011 por su trabajo Isabel II (Taurus 2010) nos desvela la vida y obra de la construción de una intelectual que llega a ser tanto o  más prestigiosa en su momento que sus compañeros de profesión  Clarín o Pereda o Valera o Galdós. Sobrepasó con mucho a sus antecesoras las mujeres románticas  por la categoría literaria de su obra, su amplio círculo  de amistades masculinas, por la libertad de acción y de relaciones y por su imagen conseguida y afianzada de mujer pública. Cuidó no obstante de salvar de la maledicencia la imagen de mujer no casquivana. Sus preocupaciones intelectuales abarcaron todas las áreas. En Literatura “La cuestión palpitante” que ella alentó, dio entrada en España al naturalismo de Zola en novelas en las que fue la máxima exponente. Divulgó e introdujo el interés por la novela rusa, tema de conferencias que impartió y tuvieron como tribuna el prestigioso Ateneo de Madrid, del que,  junto a Clara Campoamor y Carmen de Burgos  fue socia, alcanzando además la presidencia de la Sección de Literatura. Ocupó la Cátedra de Estudios Superiores del Ateneo, siendo la única mujer en tener cátedra. Fue socia también de la Asociación de Escritores y Artistas españoles, creada en 1871 que presidía Gaspar Nuñez de Arce y que velaba por los intereses de los escritores.  Se hizo presente como conferenciante en las cátedras más prestigiosas, tanto en Madrid como en provincias. Vigiló los pagos de las colaboraciones periodísticas, ya que quiso vivir de su pluma y fue editora de sus obras completas, pues se preocupó en rentabilizar su profesión de escritora. Su revista, Nuevo Teatro Crítico - que he consultado en la Biblioteca Nacional - mantiene un altísimo nivel y demuestra su conocimiento de las letras y su capacidad, fue además una densa revista escrita en su totalidad y costeada por ella con la herencia recibida a la muerte de su padre, aunque no resultó económicamente rentable. Empresaria cultural, creó la editorial Biblioteca de la mujer. Aconsejó a su amigo Lázaro Galdeano la edición de la revista La España Moderna, en la que escribió y ayudó, proporcionando colaboradores de altura. En política no rehuyó debates sobre sus idea del patriotismo, sobre regeneracionismo, sobre las causasa del fracaso español de 1898, o sobre cómo hacer compatible creencias religiosas y modernidad, la ortodoxia de Marcelino Menendez Pelayo y la agnosticismo del krausista Francisco Giner de los Ríos. Polemizó con Costa sobre el regeracionismo nuevamente en el Ateneo y con Cánovas del Castillo con pasión política, pues le inquietaba la política española, aunque no tuviera posibilidades, por mujer,  de ser diputada. Instalada desde muy pronto en Madrid, ya que se le quedó pequeño el ambiente provinciano opresivo, abrió tertulia y supo recibir como una aristócrata ilustrada en su personal tertulia donde compartían conversaciones y lecturas tanto políticos como aristócratas o literatos. También apoyó a escritores jóvenes.
Capítulo muy reseñable fue su feminismo militante, muy alejado de pedir la educación de la mujer en provecho de los hijos sino en exigirlo por el propio de mujer para construir un mundo más justo e igualitario; lo exigió como derecho individual al que todos los hombres y mujeres estaban llamados. La educación de la mujer fue un tema en el que batalló con denuedo con la palabra y la pluma, pero superó en mucho aquella “hermandad lírica femenina”, ya que era Pardo Bazán individualista e elitista, aunque puso su feminismo al servicio de todas las mujeres, siendo ella una de las representantes femeninas del Congreso Pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza en 1882 que pidió la igualdad educativa. Entre sus amigas, su predecesora en ser propuesta  para académica de la RAE, aunque fracasada como ella, Gertrudis Gómez de Avellaneda; también la culta duquesa de Alba que frecuentó sus tertulias, así como la de Osuna, Blanca de los Ríos y María Lejárraga aunque no consiguieron ser del todo amistosa con Concepción  Arenal , para la que pidió un sillón de académica, y Rosalía de Castro, que encarnaban las tres gallegas tres tipos de mujer diferentes, la vital y realista, la estoica y sobria y la romántica triste. Si hacemos caso de las palabras que recoge la autora de esta biografía, no se inmutó por la negativa de la RAE en 1912 a aceptarla en entre sus doctos miembros que ni siquiera pidió, aunque sus colegas masculinos le lanzases pullas envidiosas, pese a reconocer que era la más dotada, al fin era mujer. Quiso Pardo Bazán que algún día el hecho de ser mujer no cerrara el acceso, aunque no fuera ella la que lo lograra. Tuvimos que esperar hasta la Transición cuando ingresó como académica la poeta Carmen Conde, que leyó su discurso en 1979. Antes que Conde, en un ejercicio de nueva misoginia  y celos, le fue negado el sillón de académica a la eminente  lingüista María Moliner, es opinión mía.
El texto de cerca de 800 páginas es un trabajo logrado y enriquecedor, que añade a la biografía un considerable aparato crítico de eruditas notas que no dificultan la lectura sino que le dan el valor del rigor académico, al que se añade una selecta bibliografía y comentarios bibliograficos. El resultado es espléndido. Muy rigurosa y trabajada la biografía de Doña Emilia desde su nacimiento hasta su decadencia. Lamentamos como la autora del estudio la pérdida de la numerosa correspondencia , los recuerdos personales y muebles que la escritora guardaba en el palacete que Vicente Lámperez, marido de su amiga Blanca de los Ríos construyó por su encargo con el dinero de sus obras,  el pazo de Meirás, la residencia de Doña Emilia Pardo Bazán en la que habitó y donde quiso ser enterrada.
 Murió en Madrid en 1921. Sus restos descansan en la Sacramental de San Lorenzo de Madrid. Tal vez mejor así, que vaya usted a saber donde hubieran acabado los despojos. 
La española eminente  fue como  feminista, uno de lo más activos ejemplos de mujer comprometida

"Todos los feminismos son verdaderos en cuanto tengan por objeto conseguir ventajas para la mujer e igualarla en derechos con el varón".