sábado, 8 de mayo de 2021

CLARA CAMPOAMOR : La Revolución española Vista Por Una Republicana ( y III ) La sublevación militar y el comienzo de la Guerra Civil







 Editorial Renacimiento, Espuela de Plata, Sevilla. Septiembre 2005. Edición y traducción y notas Luis Español Bouchée.

LA SUBLEVACIÓN MILITAR DE JULIO DE 1936 

Un nuevo pronunciamiento militar contra la República se produjo en Julio de 1936. Esta vez el gobierno lo estaba esperando, dice Campoamor refiriéndose a la conversación mantenida a primeros de julio con el presidente del Consejo Martínez Barrios, jefe de Acción Republicana, integrada en el Frente Popular. Pero en esta ocasión el gobierno estaba dispuesto a dar armas al pueblo para defender la República, aunque no era la opinión de Martínez Barrios que dice que nada puede hacer porque Azaña no consultaba a nadie. El 17 de Julio el socialista Indalecio Prieto llevó al Parlamento la noticia de la sublevación de Melilla. El 18 se unía Ceuta Tetuán y Larache, Navarra, Burgos y Sevilla. El 20 a las guarniciones de Madrid, Alcalá de Henares y Guadalajara. La Guerra civil había comenzado.

Campoamor condena el alzamiento basando su argumentación nuevamente en la ley “que los insurgentes se han alzado contra un Estado de Derecho establecido a raíz de una consulta popular. Se han alzado contra un gobierno nacido de unas Cortes, de mayoría de izquierdas, constituidas en las elecciones de febrero de 1936” (p.137)

Opina que los sublevados contaban que su ocupación de España iba a ser un paseo triunfal, ya que tenían con ellos las tropas marroquíes, que igualmente el gobierno pudo negociar, no lo hizo, y cometió además la imprudencia de armar a la población civil. En Barcelona gobierno de Ezquerra dio armas a las masas anarco sindicalista que con los Mozos de Escuadra, la Guardia civil, y la Guardia de Asalto abortaron la sublevación. Las tropas del ejército gubernamental fueron reducidas y el general sublevado Goded, fue apresado por una mujer del pueblo en armas, sin que se defendiera. Pese a su rendición, Goded fue sometido a un Consejo de Guerra y fusilado. No se practicó la clemencia.  En Madrid el 19 de julio en la Casa del Pueblo se repartieron armas a las organizaciones políticas socialistas y comunistas, no a las anarquistas que se harían con armas posteriormente tras el asalto al Cuartel de la Montaña.

Fracaso del Gabinete de Conciliación

El 20 julio el gobierno se reunió bajo la presidencia de Azaña y se nombró un gabinete de conciliación, presidido por Martínez Barrio. partidario de cesar en la entrega de armas y negociar con los militares sublevados, pero ese gobierno no llegó a reunirse, porque fue rechazado y los marxistas organizaron una manifestación pidiendo seguir la lucha hasta el aplastamiento del fascismo. Se formó un nuevo gobierno que sustituyó al presidente Casares Quiroga por Giral “más títere de Azaña que su predecesor (p. 124) dice Campoamor.  A partir de entonces fue el socialista Indalecio Prieto el que tomó las decisiones evitando que la postura de conciliación triunfara, pues era partidario total del aplastamiento del enemigo, y así lo hizo saber en sus alocuciones de radio y los artículos periodísticos que con febril actividad publicaba. En opinión de Campoamor pudo negociarse la paz con la solución Martínez Barrio y no con la presidencia de Azaña, enemistado con los generales. Piensa que el gobierno Giral -Prieto, al no frenar la sublevación desde el los primeros días, tenía más que perder que de ganar. En cierto modo los hace responsables, con Azaña, de no haberlo atajado negociando. Todavía más responsable el gobierno revolucionario que les siguió, de Largo Caballero.

Los contendientes: nacionales y los republicanos

Hay en el texto digno a reseñar la calificación de los contendientes. El socialista Indalecio Prieto califica la insurrección “un movimiento insurreccional extenso y complejo cuyos objetivos y alcances nos son totalmente desconocidos (p. 132) 

Ni Prieto hablaba de fascistas. Según Campoamor matiza, no eran todos fascistas

Insurrectos1) Militares republicanos Queipo de Llano, Cabanellas y el aviador Franco. 2) Militares que se habían adherido a la República y la habían servido, como Franco, Goded y Fanjul 3) Militares de opiniones liberales, incluso avanzadas, como el general Mola. 4) Miembros de partidos políticos de derecha católica que habían gobernado en 1934-35. 6) Monárquicos constitucionales partidarios de Alfonso de Borbón. 7) Carlistas y tradicionalistas partidarios de la monarquía absoluta. 8) Católicos a machamartillo.7) Fascistas, miembros de Falange española.(las negrillas son mías)

 A favor 1) Partidos republicanos: Izquierda Republicana (Azaña) y Unión Republicana (Martínez Barrio 2) Socialistas divididos en tres grupos, evolucionistas, centristas y revolucionarios·3) comunistas rusófilos 4) izquierda catalana. 5) Nacionalistas vascos autonomistas, de ideología ultracatólica 6) UGT, unión General de trabajadores dirigido por socialistas 7) POUM, bloque obrero compuesto por comunistas, troskistas partidarios de un comunismo nacional 8) CNT, grupo anti estatal que predica el aniquilamiento del Estado que impone a sus miembros la acción directa para solucionar los conflictos con los patronos sin mediadores 9) FAI, grupo anarquista que a los objetivos de la  CNT añade el grito de “Viva la dinamita”

No califica de demócratas a todos los que defienden el gobierno de la República:

Por lo que ahora nos interesa subrayar es que palabras como democracia o fascismo que se pretende inscribir en las banderas de los gubernamentales o de los insurrectos son del todo inadecuadas y no permiten explicar los adjetivos de la guerra civil ni justificarla (P136)

Las milicias toman el control, no el gobierno

Campoamor, que ha condenado el alzamiento, es reticente, cuando no condenatoria, con los grupos marxistas, igualmente con el pueblo indisciplinado que no obedecer leyes ni mando. Afirma que las milicias socialistas y comunistas estaban ya organizadas desde la Revolución de Octubre de 1934, que habían tenido instrucción militar y que el triunfo del Frente Popular simplemente las hizo aflorar. Apoyados por la aviación, fueron también los paisanos recién armados los que se arrojaron contra el Cuartel de la Montaña, a cuyo mando estaba el general sublevado Fanjul, y que actuaron las masas populares sin dirección ni mando oficial fusilando a todos los que se encontraban dentro del cuartel, a pesar de que los sitiados habían alzado la bandera blanca. La prensa informaba falsamente que se habían suicidado. Informaba también que en la zona sublevada se fusilaba sin instrucción de causa a todos los elementos de izquierda. En Madrid no fue el ejército sino la Guardia Civil, la Guardias de Asalto y parte de la aviación los fieles al gobierno de la Nación. Las milicias tomaron también el parque de aviación de Cuatro Vientos. La guerra iniciada mostraba su signo: ninguna clemencia

 Ese mismo fracaso de la República incapaz de hacer obedecer, se continuó en la guerra, por la falta de disciplina de las tropas gubernamentales, la carencia de técnica y el terror causado en la retaguardia. La indisciplina condicionó unas tropas que actuaran al margen de los mandos, pues consideraban a todos los mandos sospechosos de sublevación y no los obedecían; se introdujeron entre las tropas del frente gente poco adecuada y elementos extraños como mujeres provenientes de la prostitución. La técnica, dice, era considerada por las izquierdas “burguesa” y dieron más importancia al entusiasmo y a la fe revolucionarios que a cualquier misión encargada por el Gobierno, perdiendo ocasiones de avances tácticos.

 El terror de la retaguardia

El panorama que nos describe es el peor imaginables. Milicianos armados que en lugar de ir al frente, como pedía inútilmente el Gobierno, patrullaban Madrid, dispuestos a limpiar la capital de fascistas más o menos auténticos, en primer lugar, de republicanos, en segundo lugar, e incluso, de los marxistas (p.155). Se registraban domicilios particulares de día y de noche, se arrestaba a la gente en casa o en la calle, se daba el paseíllo a elementos sospechosos de ser de derechas, abandonando sus cadáveres en la las carreteras de acceso a Madrid o en el cementerio de San Isidro: “el saqueo y la venganza eran carnaza suficiente para atraer a mucha gente que tenía que haber estado en la cárcel (p.155) Los milicianos se erigieron en jueces populares y fusilan a masas en las tapias de la Casa de Campo. Todos los días aparecían de 80 a 100 cadáveres El gobierno intentó detener las matanzas, cerrando la Casa de Campo, pero siguieron las detenciones y las matanzas, si no se encontraba al que se buscaba se detenía a un familiar. Considera Campoamor que el gobierno pudo detener las matanzas ya que disponía a la Guardia Civil para imponer el orden, pero fue incapaz de hacerlo. También los partidos políticos integrados en el Frente Popular intentaron sistematizar las matanzas instituyendo al menos tribunales revolucionarios y cárceles- tchekas, como la de Bellas Artes, aunque eso no impidió sentencias condenatorias de republicanos como Salazar Alonso, Abad Conde, o Rafael Guerra del Río.. Dependiendo del resultado de los juicios revolucionarios se fusilaba al reo y alguno se libraba del fusilamiento. Esa apariencia de cierta oficialidad no impidió los desmanes milicianos.

La Cárcel de Madrid fue asaltada y exterminados todos menos dos presos, incluyendo a republicanos insignes como Rico Abello y Melquiades Álvarez. En la ciudad, curas y monjas huyeron de los conventos y algunos encontraron refugio en casas amigas; las calles se vaciaron, los niños portaban armas de juguete y, aunque el gobierno dio orden a los serenos de que no abriese los portales de las casas por las noches para impedir que  actuaran las “brigadas del amanecer” duró poco la orden porque las milicias amenazaban a los porteros que cerraban sus puertas. La quinta columna saboteaba las acciones, ambulancias de falsos enfermeros tiroteaban en las calles. El Gobierno perdió el control de las ciudades y el pueblo republicano, amante del orden y temeroso de la anarquía más que de la dictadura, consideró que el gobierno republicano perdía su carácter legítimo y legal.

Un apartado que quiero apuntar y en el que no voy a entrar, es el de su descripción de como los socialistas ya antes de la guerra invadieron las logias masónicas republicanas burguesas, mezclando la naturaleza teosófica y filantrópica con la política de ascenso para sus fines de tomar el poder. Dado que son escasas las noticias en un público de a pie sobre el papel de la masonería, entiendo que parece que en la República los masones eran una fuerza liberal, en principio alejada del socialismo, partido que irrumpió y tiñó las logias de política.

En el muy interesante texto de Campoamor plantea con lucidez sus respuestas a las causas de la guerra civil y su desenlace negativo, ganase quien ganase para la democracia.

Mi opinión sobre este texto

Creo que es un importante ensayo sobre la República y la guerra, añade, además, el valor del testimonio escrito en el momento. No voy a insistir en el tema del terror de la retaguardia, una de las aportaciones más significativas a tener en cuenta, sí  que quien lo cuenta es una importante republicana, ya que ella misma, consciente de lo demoledor de su crítica, reconsidera que habla desde lo que vivió en la zona republicana y que hubiera sido igualmente dura si hubiera vivido la guerra en la otra zona. Condena lo que vivió. Dije al principio que de este importante texto me quedó la perplejidad de saber que el juicio negativo no lo hace una persona sospechosa, por lo que su texto me parece muy a tener en cuenta en el balance histórico. Campoamor se sitúa en una postura centrista y muestra cierta animadversión contra Indalecio Prieto y Manuel Azaña, y más todavía contra anarquistas, sindicalistas y comunistas. Entiendo que esta publicación pudiera sufrir rechazo entre los republicanos del exilio. Igualmente entiendo que ella se arrepintiera y lo retirara de la venta. Pero es un valioso y honrado testimonio que yo no puedo obviar, si soy  honesta al reflejarlo. Siempre su visión es la visión de una jurista amante del orden establecido, de la Constitución y de las leyes.  Pacifista, porque cuando las leyes se vulneran cabe la negociación y no el enfrentamiento armado. El texto está escrito desde la desilusión por de la irresponsabilidad en que desembocó la República, el horror de la guerra civil, y también desde la preocupación por el futuro de España, aún incierto. Sabemos que está escrito en noviembre 1936, por tanto todavía no se sabe lo que está por venir:

Nos preguntamos con angustia lo que el pueblo español, herido y arruinado por la sacudida, conseguirá salvar de los escombros del amado templo, donde a pesar de todo habrá que seguir viviendo” (p. 214)

La publicación lleva un anexo de entrevistas hechas a la autora, algunos artículos publicados por ella, referencias biográficas, bibliográficas y notas.

Muy actual y muy recomendable.