miércoles, 22 de abril de 2020

Elena Fortún: Celia en la Revolución



Sobre la autora


Encarnación Aragoneses perteneció al grupo de mujeres republicanas que se movió en el círculo ilustrado del Lyceum Club y La Residencia de Señoritas, donde ya adulta se matriculó y terminó estudios de biblioteconomía, organizados por el Instituto de Bostón para residentes y para externas, y cursó estudios de inglés y de francés, pues perteneció a esa generación entre dos siglos a las que a las mujeres les fue difícil el acceso a una educación científica reglada. Los cursos de Biblioteconomía, de dos años de duración, habilitaban el título para trabajar como bibliotecarias y como directoras de bibliotecas con la intención de poderse emancipar  económicamente, pero Aragoneses consiguió la emancipación a través de la escritura de cuentos y narraciones para niños. Nacida en Madrid en 1886, casada a los 20 años con el militar Eugenio Gorbea, acompañó a su marido en sus desplazamientos, iniciando sus colaboraciones en prensa en las Palma de Gran Canaria con el seudónimo de Elena Fortún. Fue posteriormente en Madrid donde que se dio a conocer por la aparición en 1928 de su personaje de Celia en Gente menuda, suplemento para niños de Blanco y negro de ABC, con colaboraciones ilustradas por Santiago Regidor y por el modernista Serny. Inmersa en el mundo intelectual por sus relaciones con el Lyceum club que dirigía María de Maeztu, el contacto de su amiga la escritora María Lejárraga, que le presentó al director del periódico ABC, le abre un camino que resultará fructífero para darse a conocer por los lectores de prensa periódica y ganar dinero con colaboraciones en la revista. En ABC intima con Matide Ras, escritora y grafóloga con quien mantiene estrechos lazos sentimentales. Su relación con lyceistas, como María de Maeztu, Carmen Baroja, o Ernestina de Champourcín, su residencia definitiva en Madrid y sus contactos con las feministas le abrirían nuevos espacios y preocupaciones sociales. En 1930 forma parte de la Liga Femenina por la Paz, con Isabel Ollarzabal, Carmen Gallardo, Carmen Baroja, Margarita Gorriti, María Luisa Navarro de Luzuriarra, Amalia G. de Salaberría, Matilde Huici, María Baeza y Benita Asas. Su curso de bibliotecaria da frutos, en 1831 colabora en la revista creada por Asociación de libros con Ernestina de Champourcín, Carmen Conde o Enriqueta Martín, directora de la biblioteca del Instituto de Boston. A partir de 1934, la editorial de Manuel Aguilar le dio el espaldarazo, publicando sus historias en libros y consagrándola como escritora para niños; hace populares a sus personajes Celia, Cuchifritín, doña Benita, Maimón el morito, Patita y Mila, Piolín o Matonkiki. En 1936 estalla la Guerra Civil.
Al finalizar la contienda su marido y sus hijos se marchan a Francia, y ella se reunió con ellos.
Las consecuencias de la Guerra Civil y la adscripción republicana del matrimonio, siendo Gorbea teniente coronel, inicialmente no le pasaron factura ni interrumpieron sus publicaciones en Aguilar que siguió editando sus libros. Después de unos meses de estancia en Francia, el matrimonio se exilia a Buenos Aires. Unos años más tarde, desde 1944, Elena Fortún sufrió la censura y dejó de editarse, aunque, a partir de 1948 se reanudaron en Aguilar las publicaciones de sus divertidos y nada convencionales personajes. Fue la lectura más divertida de varios lustros.
Tras su venida a España en un intento de regresar si conseguía el perdón para su marido, paseó su tristeza por su amado Madrid. Al conocer el suicidio de su esposo en Buenos Aires, marchó a la Argentina. Deambuló por Argentina, Estados Unidos, Barcelona y Madrid. Murió en Madrid 1952.
Las chicas de la posguerra tuvimos suerte. Conocimos y nos carcajeamos con las hazañas infantiles que contaba Elena Fortún, sin saber quién era. Nunca, pese a crecer, perdimos ni olvidamos sus libros con dibujitos azules, ni a Celia y sus perritos puestos a tender en los calcetines, los trajes de sus muñecas confeccionados con los tijeretazos de un vestido recién traído de París.  Las niñas desconocíamos quien era Elena Fortún y cuál era su nombre verdadero, no sabíamos   sus avatares republicanos, pero fue un gozo el tesoro de sus libros. Fue admirada no solo por las niñas sino por las novelistas grandes como Laforet y Martín Gaite, A ella han dedicado trabajos de investigación Marisol Dorao, Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga. Encarnación Aragoneses ocultó en Elena Fortún su falta de acomodo en una sociedad y en una familia en la que se sentía ajena.  Nunca consiguió la alegría, esa alegría que destilaban sus libros.

La novela y su historia
El texto permanecía inédito. Manuscrito y firmado con su seudónimo, Elena Fortún, hizo protagonista de la novela a uno de sus personajes más conocido y admirado por sus lectores: Celia. Escondido el texto entre los papeles que la escritora dejó a su muerte, nada había hecho Aragoneses por publicarlo, tampoco otra texto que restaba inédito, Oculto Sendero, donde, anovelado, desvelaba su identidad sexual. Tal vez, no quiso que viera la luz Celia en la revolución, porque lo que narra es doloroso para unos, para otros e incluso para la propia narradora, pues nada hay de exaltación ni de reivindicación de los vencidos ni busca el perdón, ya que no hay elogio para los vencedores.
Distintas causas igualmente conflictivas para elle misma pudieron desaconsejarle la edición de Oculto sendero. Parece que el deseo de la autora hubiera sido destruirlo ambos textos.
Publicada la novela en 1987 en Aguilar, su editorial de siempre, la edición se agotó inmediatamente. Pienso que, si lo hizo, además de por ser una buena novela de la guerra, las que se lanzaron tras de  ella fueron, fuimos, en esa década de los 80 en que se publicó, sus lectoras de siempre, aquellas niñas de después de la guerra, entonces en la treintena y la cuarentena, que estábamos en plenitud vital económica y política y sabíamos que Fortún era nuestra, era íntegra, era creíble. El caso es que el libro se agotó. Otra nueva edición vio la luz en 2016 en Editorial Renacimiento con prólogo de Andrés Trapiello. El escritor considera a Aragoneses escritora de la tercera España. ¿Lo era?

Celia en la revolución
Es edición de Renacimiento, Sevilla 2016, Introducción de Marisol Dorao, catedrática de Filología Moderna de la Universidad de Cádiz, biógrafa de Elena Fortún  y especista en la obra a la que ha dedicado numerosos trabajos de investigación. Y de Andrés Trapiello, escritor, autor entre otros ensayos de Las armas y las Letras en la que estudia a los escritores de esa época y sus divergencias.

Encarnación Aragoneses concluyó la redacción de la novela el 13 de julio 1943, a siete años de iniciada la contienda y cuatro años después de terminada. Son datos y memorias frescas, recientes casi. Debió escribirlo en Buenos Aires, pues nos resulta difícil pensar que pudiera escribirla en plena guerra, pero tal vez tomara notas, ya que la narración responde literalmente calle por calle, casa por casa, a lo ocurrido, con lo que la novela resulta un documento de los hechos.
Los espacios donde transcurre la acción son Madrid, Valencia, Albacete y Barcelona. No hay descripción de la contienda en el frente. Lo que cuenta de la retaguardia en Madrid debió ocurrir exactamente como lo describe, el lugar donde estaban situados los hospitales, el hospital de Carabanchel, o las casas de comidas; el desalojo por bombardeo de la calle de Ferraz o la ciudad Universitaria; los bombardeos en Madrid en 1937; la hambruna el segundo año de la guerra; el cortejo de los animales disecados del palacio del duque de Medinaceli desde la Castellana hacia el Hipódromo hacia al museo de Ciencias  Naturales, el realojo en los palacetes de la Castellana de los residentes en la zona de Santa María de la Cabeza. El albergue infantil del final de la calle de Serrano, donde coincide con Laurita de los Ríos e Isabelita García Lorca. La checa del convento de san Antón, donde están prisioneros Maeztu y Muñoz Seca. La apoyatura en estos personajes reales nos sugiere que pudieron existir otros reales a los que cita y que no reconocemos
La guerra en la retaguardia republicana es contada sin trazos crispados pero el retrato muestra una España sórdida en aparente estado latente, donde los muertos – los besugos de los ojos abiertos- cada mañana aparecen por las aceras y parterres al otro lado de las tapias de las colonias de Chamartín, o en las orillas del Manzanares. entre el humor chistoso de unos que los miran y la inquietud de otros que los evitan. Es el Madrid donde los paseíllos se suceden y los civiles acosan sin que los madrileños sepan cuando les espera la muerte o la checa. Es el Madrid de la retaguardia con sus hambrunas, sus tranvías peligrosos donde pueden pedirte la documentación y hacerte bajar y pegarte un tiro; el de las calles reventadas y las casas derruidas con sus habitantes de calle en calle arrastrando sus muebles y sus colchones y encontrando nuevos acomodos. Es el Madrid de la quinta columna donde los de derechas disimulan. No hay condenas tácitas ni epítetos que juzguen el comportamiento de los mandamases en la retaguardia, pero en su descripción el lector aprende el horror y la incertidumbre. Son  las zonas republicanas de Valencia, de Barcelona y de Madrid, pero también la zona nacional de Segovia donde los falangistas matan al abuelo, la huida desde allí en burro, la llegada a la capital a la casa de la familia del padre y las reticencias, pues son una hermana de derechas y su hijo falangista que no entienden la militancia republicana y que acabarán sufriendo el paseíllo y la desaparición. O la gorronería de un fraile de derechas, lerdo e insensible que roba los huevos y la comida de quien le da cobijo. Todo el horror es contado con la sencillez de los ojos de una protagonista de mirada limpia que se interroga con bondad y que sortea sin malicia todos los inconvenientes de la adolescente de 15 años que no entiende. A la utopía del padre que cree en las ideas de la pureza republicana y en las causas justas y en el pueblo, Celia contrasta con la realidad que ve, sin que por ello haya lamentos ni amargura.

Papá ¡El pueblo! ¿sabes que ha abierto las puertas de las cárceles?¿ que hay miles y miles de criminales en las calles(pág. 115)

 El caos madrileño que describe es común en otras ciudades los albergues infantiles de Valencia han sido desmantelados con la deportación de los niños a otras ciudades españolas o a Rusia y a Francia, no hay constancia de qué ha sido de ellos. Refleja no obstante una Valencia luminosa, donde en esta etapa de la guerra la vida era menos dura que la madrileña. En Barcelona, donde Celia ha viajado buscando a sus hermanas, acosada por las bombas, cuenta, sin ironía y sin adjetivar, la preocupación crematística de las patronas, cuando ya el dinero empezaba a escasearle en la Navidad de 1937; una Barcelona sin embargo lujosa donde todavía se puede comprar en tiendas caras o tomarse un licor en cafeterías chic de ambiente ambiguo. Una Barcelona amplia, clara y señorial que la protagonista admira, con sus fachadas artísticas del paseo de Gracia, y que será bombardeada por los italianos a la hora de la salida de los niños del colegio. Porque la aparente objetividad de la narración contiene siempre una condena innombrada y soterrada, no a los franquistas ni a los republicanos, sino a la guerra en sí, es un alegado contra la guerra que traspasa el marco de la contienda, porque a pesar de que el marco donde sucede es España y son las ciudades españolas, la condena es mucho más extensa:

Esta guerra que ataca a las ciudades y a las gentes civiles que están en su casa sin meterse con nadie…Te digo que no creo que haya un infierno bastante horrible para castigar tamaños crímenes

Es novela de corte autobiográfico y dialogado. Celia- Fortún- cuenta en primera persona los avatares vividos. Retablo de la población civil en la retaguardia contado por Celia, su testigo. El resto de los personajes, el padre, el abuelo, la tía María Luisa la amiga cuya familia era de la quinta columna, los criados fieles Farruco y Valeriana, la tía Julia y el primo Gerardo, María, la muchacha delatora, sus amigas Fifina, su amigo Jorge son interlocutores necesarios para la narración, así frente al ideal republicano utópico del padre, la duda y la negación.  La misma protesta antibelicista que pone en boca de otros, aunque sea la suya

¡Es la guerra! Una exacerbación de todo lo salvaje y primitivo que todos llevamos dentro… Parece que todo lo que la civilización ha ido tejiendo en torno nuestro se afloja o se o rompe… ¿no lo ves en todo? Hasta por la calle se anda de otras maneras…Todo se ha desquiciado Espiritualmente hemos sufrido un terremoto y hasta lo más íntimo y sagrado se tambalea y se derrumba. Créeme, los que provocan las revoluciones son unos verdaderos canallas (pág. 163)

Sí, esta novela pertenece a la la tercera España, y también es una novela antibelicista esencial. La guerra es la española, pero el rechazo a ella es de Encarnación Aragoneses, la mujer que en 1830 formó parte de la Liga Femenina por la Paz.
Espera un barco hacia no se sabe dónde:

No, no estoy sola, me digo para darme ánimos, estoy en las manos de Dios.

miércoles, 15 de abril de 2020

Socorro Latasa Miranda y su canción de despedida materna


 La escritora y amiga Socorro Latasa Miranda me manda un whatsapp con la noticia de la muerte de su madre, María Ángeles Miranda Abaurrea. Junto con la noticia, su poema de despedida. Si la muerte de una madre es especialmente dolorosa y deja una gran parte de nuestra vida sin referencias, en estas circunstancias no poder despedirse sujetando su mano es especialmente traumática. Junto con mi sentimiento, acompaño a Socorro y su familia y subo el poema al blog


CANCIÓN PARA MI MADRE

Cansada ya la luz en los ojos de mi madre,
brilla la sencillez en sus manos.
Y le crecen las alas a su nombre cada día.
Cada día sigo la senda de su verbo claro.

Ama,
Dile a tu corazón que no se canse de latir.

Sobre los surcos de tu frente saludo al sol
cada mañana.
Ya sé que algunas veces
Preguntarías a Kant
cómo sentir sin trabas el aliento de vida
cuando somos un vaho de muerte.
Y sé también que amasas en silencio
un pan de verdades menudas.

Compartiremos el aire.
Y encuéntrame en tus ojos cuando busques.
Yo cruzaré el jardín. Espérame.
Espérame cada día aunque sea en el azul
De un verso triste.


Que la tierra le sea leve y que descanse en paz, que la lleven los ángeles sus tocayos a Dios.
Si hoy me pusiera lírica y quisiera hacer literatura, diría que el caballo bayo y su jinete - la muerte- acechan, aunque estén las calles desiertas. Pero me temo que la realidad es prosáica y poco dada a imágenes y metáforas que no sea el dolor que traspasa las paredes de los hospitales y que no podemos ver desde nuestras casas aisladas. Sentimos el color y el olor del dolor, aunque hoy nosotros estemos a salvo todavía. Tendríamos que hablar de test, de camillas, de respiradores, de UCIS, de nombres conocidos y desconocidos que pueblan cada día las esquelas de todos los periódicos de España, de ruedas de prensa tediosas e inoperantes. Uno a uno caen a nuestro lado nombres y más nombres, muertos sin despedidas, médicos abnegados y sin embargo heridos, ancianos, policías, enfermeras, amigos. Los muertos tienen nombre y lágrimas que lloran porque los anónimos números de estadística tienen lazos que corta la muerte, hijos y nietos conmocionados por la angustia.
Salimos a las ocho a la ventana para aplaudir a todos los que siguen sanando, trabajando, vendiendonos el pan , la fruta, trasportando, limpiando, protegiéndonos. Salimos a aplaudirles con las manos, con los cantos, con guitarras, yo con la pandereta navideña que en mi despiste  no había recogido Y recordamos  con el batir de palmas largo también a los buenos amigos que no pudieron superarlo. Nuestro corazón llora por ellos

lunes, 6 de abril de 2020

VERSOS CON FALDAS, Tomemozas 2019



Publicado en marzo de 2019 por editorial Torremozas,  reconstruye la historia de una tertulia literaria de mujeres creada en Madrid en 1851 por Adelaida La Santas, Gloria Fuertes y María Dolores de Pablos, que se mantuvo hasta 1953 y que aglutinó a las poetas o poetisas de una época, marcada por la posguerra y por la marginación femenina. La asociación que dio lugar a la tertulia, consiguió una cierta fraternidad lírica que viene a recordarnos esa unión de las románticas del XIX para buscar y conquistar espacios propios, estableciendo entre ellas una solidaridad femenina, ya que las poetisas del XX abrieron sus micrófonos a todas las mujeres que escribieran tanto en Madrid como en provincias, criterio que posteriormente fue volviéndose algo más selectivo en la participación, ya que, como dijo Gloria Fuertes a Adelaida tras un incidente con una literata plasta:

 No quiero recitadores. Solo poetisas y si son desconocidas mejor.
Solo poetisas, y nunca las mediocres – aunque nos creemos encantadas no lo olvides. Si falla una buena que falle, pero no por ello llenas su hueco con una mala”

Con esa premisa, las mujeres que participaron en la tertulia fueron poetas seleccionadas y llenaron el espacio de las voces femeninas en la posguerra.
La publicación es un exhaustivo trabajo de investigación de Fran Garcerá y Marta Porpetta. Fran Garcerá es licenciado en Filología Hispánica y Doctor en Estudios Hispánicos por la Universidad de València. Fue investigador predoctoral FPI del Centro de Ciencias Humanas y Sociales. Actualmente, es miembro del Grupo de Investigación Escritoras y Escrituras de la Universidad de Sevilla. Marta Porpetta directora de Torremozas , editorial prestigiosa de que hemos dado ya referencias en este blog, tiene una amplia historia de éxitos en sus publicaciones.
Los autores, antes abordar esa fecha en que la tertulia se inicia- 1951- hacen un repaso de los movimientos y los intentos de las mujeres por llenar el panorama literario de la posguerra con su presencia en revistas, debates y encuentros. Dan los autores cumplida cuenta de todas las poetisas que publicaron antes de 1936, inicio de la Guerra Civil, ya que, además de las más conocidas , por hacer acto de presencia en la estela del 27 o por haber sido ya en estas fechas rescatadas por otras publicaciones e investigaciones publicadas, incorporan nuevos nombres de otras menos conocidas, como Concha Suarez de Otero, Amparo González Figueroa, María Ontiveros, y también la intrahistoria de una jovencísima Gloria Fuertes que en 1932 da a la prensa su primer poema publicado: Niñez , juventud, vejez. Carmen Conde, nuestra primera académica de la RAE, para1934 ya había publicado Brocal y Júbilos.
La Guerra civil paralizó las publicaciones y tertulias de mujeres e incluso las revistas literarias y va a tardar en recuperarse el auge perdido. De la lenta recuperación y las revistas se ha escrito mucho, entre otros la versada de Fanny Rubio Revistas Poéticas Españolas (1939-75), a la que remito. Entre las revistas pioneras, Escorial, dirigida inicialmente por Pedro Laín Entralgo, las navarras Albor, en 1940, dirigida por José Diaz Jácome, y Pregón en 1943, dirigida por Faustino Corella, en la que encontramos la firma de una de las aquí seleccionadas, Pilar de la Cuadra. Arbor, de 1944 , es publicación del C.S.I.C. Mención importante la de la revista Al -Motamid, en el año 1847 dirigida por Trina Mercader, una poeta, posiblemente la única directora de las revistas primeras de después de la guerra, que trazó lazos entre España a África y de la que fue uno de los redactores nuestro buen amigo Jacinto López Gorgé. Muy importante fue y es Cuadernos Hispanoamericanos del Instituto de Cultura Hispánica, revista de referencia que atendía a España y a la América de habla española, cuyo director durante mucho tiempo fue Luís Rosales. Hoy se sigue editando. Las citas de las revistas que cito de esa primera posguerra es una muestra y remito a los estudios de la totalidad.

Independientemente de las revistas, había recitales. Se quejaban las poetisas del poco espacio que se les concedía y de la poca atención que les dedicaban los medios, pese a que eran incluidas en todas las tertulias y alguna de ellas había publicado poemarios como Alfonsa de la Torre, Eva Cervantes, Mercedes Chamorro o María Ontiveros. Otras colaboraban en “Alforjas para la poesía”, una iniciativa del empresario y actor Conrado Blanco en el teatro Lara de Madrid o en otros locales en las que participaron algunas de las que aquí se citan, así María Alfaro, Josefina Romo Arregui, Dolores Catarineu y a la que van incorporándose a esas actuaciones líricas poetas que acabarán siendo consagradas. Ángela Figuera participó en el recital de Amigos de Bécquer en 1950, también Gloria Fuertes. Lo hacían con escritores importantes que apoyaron todas las iniciativas líricas de su tiempo, tanto femeninas como masculinas, como Adriano del Valle o José García Nieto. Siempre en apoyo de la poesía y de las poetisas, Leopoldo de Luis.
En 1950 publican sus primeros poemarios dos de las mujeres que van a crear la tertulia Versos con Faldas. Gloria Fuertes publica Isla Ignorada y Adelaida La Santa Destellos.
 Cuando a Fuertes le hacen una entrevista en el diario Pueblo, afirma que cree en la poesía femenina, porque existe y cree que ella tiene como fin: “mostrar nuevos valores, pero valores”.
Quizá la repercusión que la poesía de las activas poetisas venía recibiendo de los medios, pese a la crítica de algunos escépticos con las mujeres escritoras, las decidió a formar una asociación de mujeres para poder montar sus propios recitales a su modo y manera, exclusivamente para mujeres, a la que Gloria Fuertes puso el nombre de “Versos con faldas”: las fundadoras fueron las tres escritoras arriba mencionadas, Adelaida La Santas, Gloria Fuertes y María Dolores de Pablos.
La primera sesión fundacional fue el 5 de marzo de 1951 en el sótano de la Asociación Artístico Literaria del Hogar Gallego con un gran éxito de público y de medios. El último el 24 marzo de 1853. Agotada como tertulia, no se agotó como asociación y participación, llegando a publicarse una antología de poemas. No hubo enfrentamiento con los poetas masculinos sino apoyo por parte de ellos, quizá paternalista.
 La historia de la tertulia con sus actos, sus participantes y los distintos lugares por donde las poetisas tuvieron que deambular, da forma a un seguimiento minucioso que explica lo que pudo ser esa lucha de las poetisas por hacerse visibles y reconocidas, y que andando el tiempo pudo dar su fruto, ya que de aquella pléyade quedaron algunas de ellas consagradas. Merece la pena leer con detenimiento los textos que esa pretérita historia de escritoras que llena las paginas hasta la página 53. El corpus central, de cuatrocientas dieciséis páginas, incluye documentos, fotografías y la publicación una biografía y bibliográfica lo más aproximada posible de un importante número de poetas:

Amparo Abad, María Alfaro, Mayda Antelo, Carmen Barberá, Gloria Calvo, Eva Cervantes, Stella Corvalán, Pilar de Cuadra, Mercedes Chamorro, María Luisa Chicote, Carolina D’Antin, Ángela Figuera, Gloria Fuertes, Amparito González Figueroa, Elvira González Sierra, Gracián Quijano, Josita Hernán, María Antonia de Ibarra, Clemencia Laborda, Adelaida Las Santas, Carmen Loyzaga, Juana Marín, Carmen Martín de la Cámara, Rosario Moncada, María Cristina Montes, Eduarda Moro, Elisabeth Mulder, María Mulet, María Ontiveros, Lola P. Quincoces, María Dolores de Pablos, María de los Reyes, Aurora Rodríguez Alonso, Lucrecia San Antonio, María José Sánchez-Bendito, Felisa Sanz, María Isabel Secades Lainz, María Settier, Josefina de Silva, Carmen Silveiro, Concha Suárez del Otero, Alfonsa de la Torre, Carmen de la Torre Vivero, Sagrario Torres, Acacia Uceta, María Paz Viloria, Nola de Villaré.

Versos con faldas es una publicación meritoria por ese esfuerzo por rescatar a las poetas, a pesar del tiempo trnscurrido y de tener que recopilar materiales dispersos. Algunas de aquellas escritoras  llegamos a conocerlas en el Ateneo de Madrid como Felisa Sanz y Adelaida la Santas; o en las peregrinaciones poéticas del Prometeo, como Acacia Uceta; otras forman ya parte de la Literatura como Ángela Figera o Gloria Fuertes. Las hubo cuya actividad literaria se mantuvo hasta el final de su vida y se convirtió en un fenómeno que sobrepasó lo poético, como fue el caso de Gloria. Versos con faldas es un riguroso trabajo de investigación con documentos, notas críticas y bibliografía y bibliografía de las escritoras y un seguimiento de las revistas donde participaron.

 Y una Antología con poemas de todas las escritoras citadas en la publicación, que nos hace tener constancia de que voz de la mujer poeta se continuó en España después del exilio. Todos los temas y todos los estilos desde la poesía surrealista, la postista, la del 27 o la poesía social, retórica clásica o moderna, sonetos o poesía libre. Una publicación imprescindible para reconstruir la Historia de la Literatura femenina en España en una época en que nada parecía fácil.
Fue quizá exageración de León Felipe cuando escribió a Ángela Figuera a propósito de la poesía que se estaba haciendo en España:


“Y ahora estamos aquí, del otro lado del mar, nosotros, los españoles del éxodo y del viento, asombrados y atónitos oyéndoos a vosotros cantar: con esperanza, con ira, sin miedos...”

No era tal, mucho se había perdido, pero se intentaba seguir cantando.