miércoles, 18 de julio de 2018

Las Primeras Universitarias en España : ( I )




En 1996, las publicaciones sobre temas relacionados con la mujer iban despejando incógnitas sobre su incorporación al mundo social, profesional y creativo a través de numerosos trabajos de investigación sobre el tema. Eran las autoras mujeres cuyo medio era la docencia de Universidad o de Segunda Enseñanza, o ejercían su profesión como periodistas, creativas, impresoras o responsables políticas. Los textos se publicaron con apoyo oficial y subvenciones públicas, acordes con la nueva etapa política que inauguraba la Transición.

Aquella queja de las mujeres del XIX sobre la falta de medios educativos y su exclusión de la vida profesional, había quedado obsoleta. Las mujeres españolas de finales del siglo XX iban accediendo a puestos públicos bien remunerados y asumían responsabilidades políticas, cívicas, académicas, legislativas, judiciales, sanitarias o comunicativas. Desde 1975, con el cambio político y la recuperación de las libertades, la mujer española protagonizó un avance sorprendente y rápido de incorporación a la vida activa española.

Las mujeres no se limitaron a acceder a la vida profesional sino que lo hicieron con un sentido femenino – feminista - generacional. Rescataban su propia historia, investigando todos y cada uno de los pasos de las precursoras que abrieron los caminos que iban a conducir al éxito actual. Desde la medievales a las románticas del XIX que inauguran sus opiniones en la prensa femenina creada y dirigida por ellas; desde las mujeres de la edad de plata que intentan ganarse la vida con la pluma, hasta las del franquismo que, tras un primer retroceso, vuelven a las universidades y consiguen ser buenas profesionales.

Las contemporáneas a la etapa que abre en 1975 la Transición Política, estaban configurando una mayoría social. Unas se habían iniciado en la etapas anteriores y continuaban su obra; otras aparecen ahora con fuerza. Es en esta etapa cuando, apoyadas por las leyes y las instituciones, van a incorporarse en todos los campos, también en la investigación, dejando constancia del ininterrumpido esfuerzo generacional que daba los méritos debidos a las que habían desafiado y sobrepasado las normas de la época de las que ahora ellas se sentían continuadoras. En esa recuperación de lo hecho, ocupó un importante espacio la investigación sobre la Historia de la educación femenina. De la educación femenina hemos hablado en otras entradas del blog, aquellas relativas al krausismo y la Residencia de Señoritas. El trabajo del que hoy hablo se refiere al acceso de la mujer a la educación superior, aún antes de que fuera oficial, y de sus dificultades.

Consuelo Flecha García : Las Primeras Universitarias, en España, Torrejón de Ardoz, Madrid, Editorial Narcea 1996

El trabajo de investigación, de 263 páginas, fue publicado con una ayuda del la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura. Su aurora, Consuelo Flecha, es doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid y catedrática de Ciencias de la Educación en la Universidad de Sevilla; su linea de investigación académica se centra en el proceso educativo de las mujeres. El tema que hoy comento es un riguroso seguimiento sobre aquellas mujeres que, antes de que se oficializara para ellas el acceso a los estudios superiores en 1910, consiguieron, con constancia y tesón, más que con algarabía entiendo yo, ser licenciadas en la Universidad y alcanzar el máximo grado de Doctoras. Tema arduo y muy trabajado, La publicación recoge una extensa bibliografía. Remito a los interesados en el tema a la obra citada.

Los primeros pasos de la incorporación a la enseñanza, apunta Flecha , se dieron en el Sexenio Revolucionario (1868-1874) La revolución militar liberal que había derrocado a Isabel II abrió una etapa de libertades que alcanzó la enseñanza. La educación fue una de las preocupaciones esenciales del Krausismo español, de la Institución Libre de Enseñanza y de la burguesía ilustrada. En diciembre de 1868 el nuevo gobierno había dictado un decreto concediendo la libertad de enseñanza y de Cátedra y libertad para poder crear centros de enseñanza a instituciones y particulares, con lo que cesaba el monopolio educativo del Estado. La burguesía, que era una clase social en ascenso, entendía el progreso unido a la educación. En este debate fue muy esencial la aportación de los krausistas, luego llamados institucionistas

Fue antes del Sexenio, en 1864, cuando Faustina Sáez de Melgar, una de las más activas pioneras promotoras en reclamar la educación femenina había creado el Liceo Femenino; era directora de la Revista La Mujer que aglutinaba a un importante número de mujeres inquietas. Sáez de Melgar no era la única, también la pedía Concepción Jimeno de Flaquer y ambas habían escrito en prensa y en numerosas publicaciones y novelas pidiendo la instrucción. Así lo hizo la  primera directora de las Colonia Escolare, la granadina Berta Wlilhelmi. En las revistas femeninas participaba un grupo numeroso de mujeres que solicitaban la educación y participaban activamente en movimientos culturales de Liceos y Ateneos y como articulistas, escritoras. El tema de la educación de la mujer, antes limitado a las revistas y publicaciones hechos por ellas, se convirtió en tema de debate público

En 1969 el krausista Fernando de Castro inaugura en el Salón de Grados de la Universidad Central las Conferencias Dominicales de Educación de la mujer. La preocupación por la educación femenina a finales del XIX convirtió a las mujeres en sujetos de de un programa educativo, creando en Madrid y provincias centros nuevos para su educación:

1869 Escuela de Institutrices, de carácter privado
1871 Asociación para la Enseñanza de la mujer, Madrid 1871; Vitoria 1879; Málaga 1886; Valencia 1888; Granada 1889; Mallorca, Zaragoza;Barcelona; Bilbao; Sevilla y Zaragoza, 1891.
1978 Escuela de Comercio para Señoras, luego en Valencia, y Mallorca
1883, Escuela de Correos y Telégrafos.

Pero el debate social sobre la conveniencia o no de que las mujeres cursasen estudios de secundaria o universitarios, sopesaba la obligación femenina de asumir y cumplir los papeles que la sociedad patriarcal les otorgaba y que, por otra parte, valoraba el darles la ilustración que, como seres humanos, merecían. Pesaba también la condición social de las mujeres solteras o viudas en las familias que dependían económicamente de  ella. Pensaban que  la ilustración repercutiría en el bienestar de las familias y en la educación de los hijos, pero algunos las ridiculizaban como marisabidillas o cultilatiniparlas, y otros temían que instrucción pudiera hacer que las mujeres se trocara en viriles y abandonaran las obligaciones de su sexo. Consuelo Flecha da amplia cuenta de las posturas y de las opiniones de Francisco Pi y Margall, que defendía su derecho, pero las quería dentro del hogar;; Joaquín María Sanromá, contradictorio en sus opiniones;  Gumersindo de Azcárate, director de la Institución Libre de Enseñanza, un firme defensor que deseaba la instrucción más que por ellas mismas por su labor de madres trasmisora a los hijos; o Fernando Gos Gayón. Y otros ilustre y sesudos académicos, catedráticos o escritores detractores, como el Catedrático y Académico de la Historia, José Moreno Neto o, Pedro Alcántara García, Profesor de Pedagogía de la Escuela de Institutrices de Madrid o Severo Catalina, Catedrático de la Universidad Central Las citas y una bibliografía copiosa se recogen en la publicación.

Dificultad añadida fue que no existían en España instituciones de enseñanza secundaria o superior no compartida, específica para mujeres como las que había en Inglaterra. La educación de las mujeres era ya un hecho o estaba en proceso en muchos países europeos

Derecho a la Segunda Enseñanza

La primera dificultad que tuvieron que sortear las mujeres para llegar a la enseñanza superior fue el acceso a la Segunda Enseñanza. Pero como el decreto educativo de Sexenio Revolucionario concedía a todos los ciudadanos el derecho a la educación, la mujer, en tanto que ciudadana, tenía derechos, aunque no aparezca tácitamente en el Decreto la posibilidad de un alumnado femenino. Esa laguna legislativa les dio la posibilidad de una libre interpretación. La matriculación de algunas mujeres desde 1870 , requería cumplir la normativa general vigente, la aquiescencia del Catedrático y la conformidad del Ministerio de Fomento

La primera orden cursada a la Dirección General de Instrucción pública es de mayo de 1871, bajo el reinado de Amadeo de Saboya, se refiere a la solicitud hecha desde la enseñanza no pública de una alumna extremeña que solicita poderse examinar de Segunda Enseñanza en el Instituto de Huelva. Se consideró conforme a la ley. En septiembre del mismo año, en su nombre y en nombre de otras compañeras, cursa una solicitud Elena Maseras para poder cursar estudios de secundaria en la enseñanza pública que envia al Director del Instituto de Barcelona - solicitud que éste remite al Rector de la Universidad de Barcelona – La respuesta afirmativa del Rector supone  de hecho el derecho de las mujeres a cursar estudios de secundaria en Institutos públicos y el reconocimiento de su validez académica

En el decenio de 1872 a 1881 se fueron matriculando en Universidades e Institutos de Segunda e
Enseñanza 166 alumnas. En 1882 existía ya un grupo de mujeres que estudiaban en Institutos y Universidades españolas.

En esta fecha de 1882, con presencia de 446 mujeres se celebró el Congreso Nacional Pedagógico, en el que que aceptó que las niñas estudiaran ampliando los contenidos de la educación primaria para hacerla similar a la de los niños, pero se negaba que la mujeres profesionales de la docencia trabajaban fuera del hogar y se limitaba su profesionalidad a que pudieran ser maestras de las Escuelas de niñas. Diez años más tarde, 1892, en el Congreso Pedagógico Hispano Portugués- Americano de 1892 las mujeres tomaron parte activa. Asistieron 528, de ellas de ellas 2 eran ya licenciadas, una en Medicina y otra en Filosofía y Letras; alguna de ellas figuraba en el Comité Organizador ; un numeroso grupo participó en la mesa de discusión o presentó ponencias. Entre las asistentes estaban presentes algunas importantes mujeres que tendrían larga trayectoria: Concepción Aleixandre; Concepción Arenal, Matilde Padrós, Emilia Pardo Bazán y María Goyri, entonces aún estudiante. Pardo Bazán, Concepción Arenal y María Goyri presentaron ponencias sobre la conveniencia de la educación superior femenina. Pese a a defensa firme de Arenal y la de Pardo Bazán, que abogó porque la mujer accediera a todos los grados de enseñanza y su derecho a ejercer profesiones liberales, las estructuras sociales, económicas e ideológicas se resistían a introducir cambios. La sociedad española no estaba preparada, ya que se dudaba si darles o no darles el título que sus estudios habían merecido, proposición a favor defendida por el Vizconde de Campo Grande. Se arbitró que, si lo cursaban, fueran protegidas y acompañadas por los profesores

Hubo que esperar 18 -1910- años más para que las mujeres pudieran cursar estudios superiores oficiales, obtener un título de Licenciado o de Doctor oficial. Y ejercer la profesión. Consuelo Flecha sigue los pasos del largo debate hasta conseguirlo, sobre la imagen pública de aquellas que pretendían acceder al saber, las dificultades encontradas por las que desde 1870 se matricularon en Institutos de Segunda Enseñanza para ampliar estudios  universitarios; el paternalismo condescendiente o reticente; los trámites engorrosos con los que tropezaban las matriculaciones en la Universidad o para la obtención del Título de Doctor. Son extensas las citas de autores, autoras y bibliografía utilizada en este estudio  importante e imprescindible de la doctora  Flecha, a ella me remito.

Ese es el tema central y la aportación fundamental de éste trabajo de investigación que incorpora los nombres y expedientes de aquellas mujeres que lo consiguieron. Y que trataremos, con el respeto debido al trabajo de investigación de la doctora Flecha.

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