martes, 14 de marzo de 2023

FRANCISCO VERDEJO, UN MATEMÁTICO OLVIDADO, Gonzalo Díe Fagoaga

 


Me llega la noticia del fallecimiento de Gonzalo Díe Fagoaga, matemático y escritor, autor de Francisco Verdejo, un Matemático olvidado. Cuando estaba en proceso de investigación de este texto nos relacionamos y guardo un grato recuerdo de nuestra colaboración. Subo su texto al blog en homenaje y mando mi sentimiento a su mujer e hijos. DEP

 Gonzalo Díe Fagoaga era matemático, trabajó en Standard Eléctrica, Cementos Asland, Repsol en la aplicación de los modelos matemáticos a los procesos de tráfico telefónico, producción y distribución. Fue profesor no numerario en la E.T.S. de Ingenieros Navales, en la E.T.S. de Ingenieros de Telecomunicación, y profesor asociado en el Departamento de Estadística de la Universidad Carlos III. Su apellido le entroncaba con la historia de Méjico y su independencia y con Concha Fagoaga, licenciada en Periodismo por la Universidad de Navarra y autora reconocida por sus trabajos sobre las mujeres y, entre otras de la biografía de Clara Campoamor[1] . De temperamento humanista y raíces navarras, Gonzalo Díe Fagoaga añadía a su formación científica la curiosidad intelectual y el conocimiento de la historia de España, en la que incluyó su investigación anovelada sobre la historia de la enseñanza de la Matemática, sus instituciones y maestros. Dedicó la última parte de su vida a investigar y escribir sobre lo investigado recuperando para la historia de la Matemática a un personaje del siglo XVIII que consideraba injustamente olvidado: Francisco Verdejo González, matemático y catedrático de Matemáticas en el Reales Estudios de San Isidro de Madrid,  que había sido el antiguo Colegio Imperial de los Jesuitas, expulsados de España en 1767. Los Reales Estudios de San Isidro, de carácter público, continuaron en la misma sede del Colegio Imperial, la calle de Toledo; se iniciaron en 1771 bajo el reinado de Carlos III, se continuaron con Carlos IV y José I Bonaparte y cesaron en 1816 restituyéndose nuevamente a la Compañía de Jesús en esas fechas.

Gonzalo Díe Fagoaga, buscando documentar a la familia de Francisco Verdejo había llevado su investigación hasta Cascante, donde, me preguntaba, debía de tener un hermano. Así era. Yo estaba entonces reuniendo documentación sobre Nicolás Verdejo González, hermano – entonces supe - de Francisco. Había yo pedido el expediente de Nicolás al Archivo Militar de Segovia, que le pasé. A cambio dispuse de su trabajo sobre la familia Verdejo cuyas partidas de nacimiento y biografías seguía con minuciosidad de científico. Nuestra correspondencia se hizo frecuente y ambos enriquecimos nuestro trabajo con las aportaciones del otro sobre los dos personajes, lo que él llamó la Verdejo manía. Mi personaje era ingeniero militar de graduación y matemático, el suyo catedrático y  cabo de Granaderos. El suyo era el hermano mayor, el mío el más pequeño. No llegamos nunca a conocernos personalmente, pero guardo su interesante correspondencia y admiré su meticulosidad de contrastar datos y no dar nada por sentado, como lo demuestra que me pidiese los documentos que podían certificar la hermandad de ambos personajes, el suyo y el mío. Así lo hice enviándole el expediente militar y la partida de matrimonio de Nicolás donde se citaba el nombre de sus padres y el lugar de nacimiento. Escribió su libro, que me dedicó, redactó las fichas biográficas en la Real Academia de Historia, consiguió que Montalbo dedicara una calle a Francisco e impartió conferencias sobre el tema.  Al tiempo dejé de saber de él. Hoy siento pena al enterarme tardíamente de su fallecimiento 

Francisco Verdejo, un matemático olvidado, Bubok Publishing, 2010.

No quiso el autor de este estudio, pese a la rigurosidad de sus contrastados datos, que tuviera forma de trabajo de investigación sino de novela histórica; así inició su extensión de las ciencias a las letras y de la empresa y la docencia a la carrera literaria. El texto pudiera haber sido un ensayo sobre los Reales Estudios de San Isidro y la historia de la institución, iniciada tras la expulsión de los Jesuitas, expulsión que también estudia con detalle. Añade el autor a un tema de por sí árido la amenidad de la novela. Es un trabajo riguroso, hecho por un hombre de ciencias con  currículum también docente que valora el nombre de los de los profesores de Mathemáticas que ejercieron la docencia en Los Reales Estudios, entre ellos Antonio Gregorio Rosell , Joachin de León, Vicente Durán y Sacristán, Francisco Verdejo González, y Joshef Ramón de Ibarra; examina las dificultades habidas en las adjudicaciones de cátedras y las influencias en su adjudicación, junto con los méritos demostrados por los opositores que provenían de otras escuelas matemáticas, como la Real Fábrica de Cristales, El Seminario de Nobles, o La Academia de Nobles Artes de San Fernando;  da el nombre de los directores de la institución y el  de los alumnos aventajados que cursaron sus estudios con Verdejo,  como  Antonio Sangenís , o  los nobles, como Agustín de Silva y Palafox, duque de Aliaga, primogénito del duque de Hijar;  hace seguimiento de las carreras posteriores de los alumnos que nutrieron  las cátedras del Real Colegio de Medicina de san Carlos, las del Real Conservatorio del Retiro para hacerse ingenieros cosmógrafos, las de la Real Academia de Matemáticas de Barcelona, o el de los alumnos que cursaron carrera militar y la desarrollaron como excelentes ingenieros militares del ejército de S. M. 

Considera Díe Fagoaga que los Reales Estudios de San Isidro durante el siglo XVIII y principios del XIX, pese a ser pública, fue la institución de mayor prestigio en la corte para la enseñanza de matemáticas. Con un conocimiento exhaustivo del tema tratado, cita los textos utilizados para la enseñanza en los Reales Estudios de San Isidro y de los habidos en el siglo sobre el tema y sus autores. Con respecto a los libros de texto, en los Reales estudios inicialmente utilizaban el texto matemático de Benito Bails [2]y posteriormente utilizarán os de Francisco Berdejo[3]. Incluye el nombre alumnos que realizaron conclusiones públicas, los años y los profesores que las dirigieron. Amplía la información con noticias de las instituciones matemáticas habidas en España. El estudio tiene numerosas citas a pie de página y constituye un riguroso trabajo de investigación, aunque con la amenidad que puede producir el tratamiento con ligeras licencias de creación propia que pueden claramente escindirse de lo investigado.

Centra la investigación la figura de Francisco Verdejo González, del que Gonzalo Díe Fagoaga documenta y escudriña todo lo posible en su biografía, su nacimiento en la ciudad de Montalbo, Cuenca[4], el nombre de sus padres y sus hermanos, su procedencia hidalga de no muchos posibles pero buenos contactos, su ida a Madrid en 1774, posiblemente apoyado por familiares en la corte para entrar a formar parte de los Reales Guardias de Infantería española, lo que consigue. Comparte Verdejo el ejército con el estudio de matemáticas en los Reales Estudios de San Isidro, pues se prima en el ejército el conocimiento de las matemáticas, básicas para el cálculo de estructuras y construcciones militares. Los Reales Estudios, situados en Madrid, facilitaba que los alumnos militares  que no tuvieran que desplazarse para aprender dicha disciplina a las Academias Militares de Matemáticas en Barcelona, Orán o Ceuta. Francisco cursa simultáneamente las dos carreras, pero no consigue pasar de la graduación de cabo de Granaderos, con lo que considera cerrado su ascenso dentro del ejército y opta por la el camino de la cátedra de Matemáticas. Emprenderá con tesón un camino hacia la cátedra, primero como sustituto, haciéndola compatible con en el ejército, obtuvo en principio la cátedra de matemáticas de la Real Casa de los Desamparados y posteriormente en 1794 alcanzará por oposición la cátedra de Matemáticas de los Reales Estudios. Casará dos veces y tendrá un hijo también catedrático, Francisco Verdejo Páez.[5] Francisco Verdejo González adquiere importancia en la historia de la pedagogía matemática por ocupar la cátedra de los Reales Estudios de San Isidro, impartiendo  Aritmética, Algebra, Geometría y Trigonometría, lo es igualmente  por ser autor de publicaciones sobre la materia que dedica a influyentes personajes, el Compendio de Matemáticas está dedicado a Manuel de Godoy ha se utilizará como libro de texto de varias generaciones, y tras [6]nuevas publicaciones relacionadas con el tema. Fue condecorada por José I Bonaparte con la Orden Real de España en marzo de 1812 y en septiembre del mismo año castigado por Fernando VI, ya que sufrió cárcel en el Retiro por afrancesado. Díe Fagoaga sigue la biografía de Francisco a la que añade datos de sus familiares ascendientes y descendientes, de su hijo Francisco Verdejo Páez, de sus publicaciones y de su hijas y esposos aportando cuadros genealógicos que llegan hasta el siglo XX.

En todo el texto brilla el amor y el conocimiento, no sólo de la matemática, también recoge informaciones de otras materias, el ejército, los uniformes militares; las calles de Madrid, sus instituciones, las ferias, la localización donde se emplazaban; los libros y sus imprentas y editores. Detrás del texto se trasluce un exhaustivo trabajo de consulta de archivos. Los párrafos de creación introducida  aligeran el peso de lo erudito. Díe inventa diálogos y trabaja los distintos materiales con agilidad y gracia que convierten la rigurosa investigación en asumible para los que somos profanos en la materia. Díe Fagoaga muestra su erudición y su capacidad investigadora en un texto que reúne rigor académico y al mismo tiempo busca en lo literario facilitar el interés a los lectores .



[1] FAGOAGA, CONCHA- SAAVEDRA, PALOMA, Clara Campoamor, la sufragista española, Madrid, instituto de la mujer

[2] Principios de Matemáticas (3 vols., 1776) Elementos de Matemáticas (1779-1790),

[3] Compendio de matemáticas para la instrucción de la juventud Compendio de matemáticas puras y mixtas. 2 tomos. 1 tomo Madrid, 1794, 2 t 1802

[4] Montalbo, Cuenca, hacia 1757, hijo de Francisco Verdejo García y Teresa González Peña

[5] Tratado de Agrimensurao Arte de Medir tierras, y Aforar Líquidos para el uso de agrimensores y labradores. Madrid, Repullés

La Inquisición por dentro o el 8 de marzo de 1820, pieza teatral.

Guía práctica de agrimensores y labradores, o Tratado completo de agrimensura y aforaje Madrid, 1822.

Principios de geografía astronómica, física y política de la Edad Media y Moderna : arreglada al estado actual del mundo y adornada con muchas tablas curiosas y sus correspondiente láminas y nuevos mapas geográficos arreglados al meridiano de Madrid, 1818

Elementos de Historia universal, Madrid, 1826.

Descripción general de España, Madrid, 1827.

Breve idea de los cometas, Madrid, 1828.

Cartilla elemental de Historia, Geografía antigua y moderna y Cronología, Madrid, 1844.

Repertorio de geografía, Madrid, 1853.

Repertorio de Historia Universal, Cronología y Geografía antigua y moderna comparadas, Madrid, 1859.

Curso elemental de Geografía, París, 1870.


[6] Compendio de aritmétca, teórica y práctica para comerciantes, artesanos y negociantes, Madrid, Viuda de Joaquín Ibarra, 1795

Arte de medir la tierra y aforar los líquidos y sólidos. Madrid, Imprentade Sancha 1796

Adicciones al I tomo del Compendio de matemáticas puras y mixtas. Madrid, viuda de Ibarra 1801

 

jueves, 2 de marzo de 2023

JOSÉ ROGELIO BUENDÍA. UNA VIDA PARA EL ARTE

 

De Madrid me llega la publicación de José Rogelio Buendía, Una vida para el Arte, Ediciones Doce Calles, 2022.  La edición está a cargo de Ana Ávila, Profesora Titular en la Universidad Autónoma de Madrid. José Rogelio Buendía, fue catedrático de Historia del Arte en Madrid, La Laguna y Barcelona.

Recibo con alegría la publicación ya que guardo un grato recuerdo del profesor Buendía, que fue también en sus inicios, desde los años 1959- 1967, encargado de Cátedra de Arte en el Estudio General de Navarra; fueron años venturosos en que tuvimos la suerte de tenerlo como profesor,  e igualmente  considero venturoso el hecho de haber formado parte de aquel Estudio General de Navarra que dio origen a la actual Universidad de Navarra. No éramos muchos alumnos entonces, creo que en primer curso de Filosofía y Letras estaríamos treinta alumnos, cifra que crecía en algunas clases cuando se incorporaban los alumnos de Artes Liberales; ocurría con las clases de Historia del arte que impartía D Rogelio. Hablo los primeros pasos de una universidad que todavía no tenía título oficial y teníamos los estudiantes que convalidar las asignaturas en Zaragoza para pasar de curso. Al ser los cursos tan reducidos, la relación profesores, aun guardándoles el respeto debido, era casi familiar, como si entre todos nosotros estuviéramos creando algo en común con ilusión y con las aportaciones de los catedráticos y las nuestras, las de los alumnos.

 Miro la publicación recibida de la que tomo unos datos para reconstruir la biografía de José Rogelio Buendía anterior a su venida a Navarra. Cuando vino a Pamplona de profesor, D Rogelio tenía 31 1ños. Venía de la Universidad de Madrid donde ejercía actividades de apoyo de los catedráticos de historia del arte. Se había licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras, en esta última con premio extraordinario en la licenciatura. Bajo la dirección de José Camón Aznar, presentó la Memoria de Licenciatura, Orígenes y Evolución del Retablo Hispánico, que más tarde ampliaría en su Tesis Doctoral, dirigida igualmente por Camón Aznar: Los orígenes y evolución de los primeros retablos. Dice la publicación[1] que actuaron como miembros del tribunal calificador D Juan de Contreras, marqués de Lozoya, José María Azcárate, Diego Angulo, José Camón Aznar y Xavier de Salas y que mereció el Sobresaliente “cun laude[2]. La biografía intelectual de Buendía se construye al lado de catedráticos que eran todo en la historia del arte, entre ellos los de la Universidad de Madrid donde Buendía estudió; de reconocido prestigio, eran los sumos artífices del saber artístico. De Camón Aznar, director de su tesis, adquirió su pasión por el Arte Medieval del que Camón impartía catedra; le ayudó a conseguir una beca de la fundación Lázaro Galdeano para estudiar el renacimiento en Italia.  De Diego Angulo, dice la publicación (p.34) aprendió la importancia del trato directo con la obra de arte a través de las clases que impartía en el Museo del Prado; Angulo era catedrático de Historia del Arte en la Edad Moderna y Contemporánea y autor de Historia del Arte e Historia del Arte Hispanoamericano;  de José Manuel Pita Andrade, la vinculación a la Institución Diego Velázquez del Consejo Superior de Investigaciones Científicas .Julio Martínez Santaolla y Martín Almagro alentaron su interés por la Arqueología y le permitieron participar excavaciones arqueológicas, aquel en La cueva del Pendo en Cantabria y éste último en Ampurias. Su relación con Manuel Gómez Moreno fomentó su aprecio por la conservación del objeto artístico y monumental y el valor de la documentación y de los archivos.  Gomez -Moreno, arqueólogo e historiador sabio, estudioso de lo hispanoárabe, ligado a la Institución Libre de Enseñanza, copartiipe de los catálogos monumentales de las provincias españolas en tiempo de la Repúblicaa, había fundado en 1925, con Elías Torno la revista: El archivo español de Arte y Arqueología. Era académico de la Real Academia de La lengua y mantenía una tertulia con Angulo en la Institución Diego de Velázquez, que tenía entre los contertulios a Helena Gómez Moreno, Javier Sánchez Cantón, Juan Antonio Gaya Nuño y Rogelio Buendía, Cuando José Rogelio Buendía vino a Pamplona en 1959, tenía un largo bagaje de humanismo y cultura por sus relaciones intelectuales en Madrid.

El amor al arte, la edición, la música y la fotografía le venía de cuna, desde la infancia, por sus orígenes familiares.  La publicación que comento informa de su nacimiento en Huelva, que fue su padre, Rogelio Buendía Manzano[3], médico y poeta ultraísta, y su madre María Luisa Muñoz de Vargas, novelista y poeta relacionada con la prensa onubense.[4] Había pasado su infancia rodeado de artistas.  Cursó el bachillerato en el Instituto de Segunda enseñanza de Huelva, la Asunción de Elche y Ramiro de Maeztu en Madrid

PAMPLONA En su traslado a la Facultad de Filosofía y Letras de Navarra, medió el historiador Vicente Cacho Viu ; aceptó Buendía   la invitación de D.  Federico Suarez Verdaguer, que desde 1955 residía en Pamplona. Ejercía el cargo entonces de Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Antonio Fontán.  Podía considerarse una aventura docente universitaria de Buendía, también lo suponía para sus alumnos de primero y segundo de Comunes donde iba a dar sus clases y casi también para Pamplona, ciudad en la que en el año 1952 se había fundado el Estudio General de Navarra y tres años más tarde, el año 1955, se inauguraba la Facultad de Filosofía y Letra, pero que hasta. el año 1962 el Estado no reconoció oficialmente los títulos y había que revalidar las notas en la Universidad de Zaragoza. D Rogelio Buendía se incorporó en.1959 donde permanecería hasta 1967.

 MI RECUERDO:  Era juncal, de mediana estatura y expresivo rostro, le caía en la frente como una palmera un flequillo liso ladeado e indómito de pelo negro; el rostro bronceado y la cara expresiva de ojos algo miopes. Visto de lejos, por su figura esbelta, su paso rápido y su ademán inquieto de brazos y de manos ágiles, asemejábase – entiéndase como una licencia afectiva y nunca desdeñosa-a un banderillero. Todo en su físico renunciaba a la pompa. Era andaluz de raza y de ceceo. Nunca, pienso, quiso hacer resaltar todo lo que en su vida dinámica había acumulado en los libros y fuera de los libros, porque sus lecciones magistrales resultaban las propias de un artista y de un creador más que de un recopilador de textos. En Pamplona impartió las asignaturas de Historia General del arte, Historia de Arte Medieval, e Historia de Arte Moderno y Contemporáneo.  En las clases teóricas impartidas, se emocionaba al hablar de su materia, se conmovía. Más que frío conocimiento lo suyo era emotiva pasión, enamoramiento. Nunca llevaba fichas ni apuntes; trasmitía su asignatura con fogosidad contagiosa. En las clases prácticas intentaba diapositivas que aprendiéramos a localizar la obra mostrada y siempre había algún alumno que la reconocía y peroraba sobre ella, pero, si ninguno acertábamos, con el mismo entusiasmo incansable nos hacía averiguar por sus características   de que obra se trataba. Le gustaban los viajes de estudio, porque era partidario de contemplar la obra in situ y solía desplazarse con los alumnos a ver arte sobre el terreno: En los itinerarios por Navarra, Estella fue su predilecta; viajó con la clase a los alrededores, Huesca, Jaca, Bayona, y en viaje de fin de curso a Italia y a Grecia. Era moderno en su sentido de la pedagogía artística y practicaba la extensión cultural fuera del aula, así lo había aprendido de sus maestros en sus excursiones y visitas a exposiciones de pintura en Alemania, Italia y Madrid al Museo del Prado en Madrid. No he conocido muchos, es verdad, entre el gremio de profesores universitarios, rigurosos y serios, que explicara su materia de una forma tan poco convencional porque sabía mucho, pero al explicarlo, al menos en primero y segundo de Comunes, donde yo estaba, no podía contener su fuego y trasmitía un conocimiento más personal que el fría académico. No era rutinario era distinto y enseñaba distinto. Tenía en su forma de amar el Arte mucho de poeta, de contemplador. A partir de la aprobación en 1962 de los títulos universitarios en la ya Universidad de Navarra, estaba a cargo de dos cursos de licenciatura y doctorado en arte. Por su mediación compartía las clases, desde 1963, con D.  Juan de Contreras, marqués de Lozoya, jubilado de su cátedra en Madrid

La pasión contagiosa del profesor Buendía prendió. De entre sus alumnos de Pamplona, dos de ellos alcanzaron el grado de Catedráticos de Arte, Conchita García Gainza, la primera mujer Catedrática de Arte en España, que impartió docencia en la Cátedra de Navarra y José Manuel Cruz Valdovinos, catedrático de la Complutense de Madrid.

En 1967, mediante concurso oposición, D Rogelio Buendía entró a formar parte del cuerpo docente de Agregados de Filosofía y Letras. en la Universidad de Madrid. Se despide de Navarra y traslada su residencia a Madrid. En esas fechas se había creado en la Universidad de Madrid la especialidad de Historia del Arte y y Rogelio impartirá la asignatura en sus aulas. Desde esa fecha, la vida profesional de D Rogelio Buendía se desarrolla fuera de Navarra. Informa la publicación que permaneció, desde 1967 a 1974, en Madrid, como profesor agregado de Historia del Arte. Impartió Cursos de arte para extranjeros en Cultura Hispánica, ICI y en la Universidad de Verano de Santander. Ganó en 1974 la cátedra de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna, donde permaneció como catedrático desde 1974 al 76, En 1976 fue catedrático y vicedecano de la Universidad de Barcelona impartiendo la asignatura Arte Antiguo y Medio.  En 1982 volvió a Madrid, catedrático de Historia del Arte en la Universidad Autónoma donde en 2001 alcanza la jubilación para convertirse en Profesor emérito hasta 2019.

En esa nueva etapa de Madrid, le vi dos veces más- Parecía por la cordialidad que todo seguía como si el día anterior hubiera asistido en sus clases en Pamplona. La primera ocasión fue en la Fundación March, en 1988, en la presentación del tomo relativo a Navarra donde Rogelio Buendía se responsabilizaba del Arte; que se sentía implicado en Navarra, demuestra que la Fundación le confiara el estudio. La segunda ocasión me citó en su casa de General Oraa, pero no recuerdo a propósito de qué, sí que era algo relativo a Navarra. o si fue para hablar del Retablo de Aralar, o para entregarle alguna publicación relativa a Navarra, seguramente sobre la restauración de El retablo de las Navas, que acababa de editarse o para embarcarle en alguna aventura en la que entonces estaba empeñada en la Asociación Cultura navarra de cuya junta directiva yo formaba yo parte- Fue la última vez que le vi. Acababa de jubilarse. Pensé que había envejecido bien, tenía el pelo blanco, pero seguía teniendo un atractivo juvenil y la misma empatía de cuando llegó a Pamplona. Hablamos de poesía y de su padre, no conocía yo entonces la poesía de su madre. Le pedí que me mandara un libro y al poco lo recibí: La Rueda de color, poemas ultraístas. Creo que la mujer de Rogelio está valorando la publicación de la obra de la Madre, María Luisa Muñoz de Vargas . Me siento en deuda.

D Rogelio Buendía Núñez muere en Madrid, 2019

La publicación lleva como homenaje la semblanza de un conocedor de sus etapas universitarias que glosa su figura. Matías Diez Padrón[5] escribe sobre su primera docencia en Madrid, José Manuel Cruz Valdovinos[6] recuerda su magisterio en Pamplona, Francisco Galante[7] lo hace de su legado en la etapa en la Universidad de la Laguna, Ximo Company[8] su dedicación en Barcelona y Alfonso Rodríguez de Ceballos[9] de la de Madrid. El texto, que me ha servido para recordar su paso por aquella incipiente Universidad de Navarra, documenta su currículum. Remito al texto y lo recomiendo a los que fuimos sus alumnos, o a los interesados en la historia del Arte, o del Estudio General y de la Universidad de Navarra. Incorpora fotografías y una extensa bibliografía 

 José Rogelio Buendía “Una vida para el Arte”



[1] ÁVILA, Ana, José Rogelio Buendía, Una Vida para el Arte, Madrid, Editorial Doce Calles, P. 28

[2] Ibid., P. 33

[3]  O p. cit. pp.  155- 209 ; https://dbe.rah.es/biografias/9236/rogelio-buendia-manzano

[4]  O p. cit. pp.170, 209-215.

[5] Conservador técnico de pintura Flamenca y Holandesa del Museo del Prado. Miembro de l´Academie Royal d Árqueología et Historia d l Art de Bélgica, profesor en las cátedras de Arte Moderno y Contemporáneo de la Universidad Complutense y la Autónoma de Madrid

[6] Catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid desde 1988 hasta 2007 es vocal, vicepresidente y presidente de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación del Patrimonio Histórico Español. Es miembro numerario del Instituto de Estudios Madrileños, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, académico numerario de la Academia de San Dámaso de la Archidiócesis de Madrid, académico correspondiente de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid y miembro honorario de la Hispanic Society of America de Nueva York.

[7] Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna, profesor, investigador y consultor académico de la Katholieke Universiteit Leuven (KU-Leuven)

[8] Catedrático de Historia del Arte Moderno en la Universidad de Lleida, miembro de la Real Academia de Bellas Artes San Carlos de Valencia.

[9] Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.