martes, 3 de enero de 2017

Poesía Femenina En Los Cancioneros



La Editorial Castalia, Biblioteca de Escritoras, con  su Consejo Editorial inicial, sacó a la luz en Mayo de 1990 su Nº13: Poesía Femenina En Los Cancioneros, edición, introducción y notas responsabilidad de Miguel Angel Pérez Pliego, Catedrático de Literatura Medieval en la UNED.

Dado el tema a tratar, - Cancioneros- interesantísimo objeto de debate de filólogos y catedráticos de altura como Ramón Menéndez Pidal, Emilio García Gómez, Julián Ribera, Eugenio Asensio, Martin de Riquer, o Antonio Rodríguez Moñino, entre otros, a la que esto escribe, aún entendiendo la pretensión de que fuera una edición divulgativa, la publicación se quedó muy por debajo de lo necesitado. Pienso que es difícil aclarar la posición literaria de la mujer en los cancionero si no se explica, aun sea levemente, la problemática del origen de los poemas de los cancioneros, su supuesta filiación y la datación aproximada de los poemas anónimos recogidos.  La introducción, constaba de 26 páginas, y, aunque entiendo que es complicado resumir todo el debate intelectual que existe sobre los cancioneros, no se hace constar ni se toma postura. Recoge, eso sí, poema estimables.

Fueron escasas las voces de mujer en este siglo XV. Es sabido que la mujer era objeto del amor cortés pero no sujeto, aunque hubo autoras incluidas en los Cancioneros con versos propios  escritos con motivo de fiestas cortesanas. Fueron notables las justas y trovas de la Corte de Juan II o Enrique III de Castilla; de Juan II de Aragón; del Príncipe Carlos de Viana o Leonor de Navarra, hijos de la reina Blanca de Navarra y del entonces Infante de Aragón Juan II, que, a la muerte de su esposa, será rey de Navarra. Trovas que dan lugar a Cancioneros musicales. Y aunque el autor no lo cuente, es la época del Renacimiento y del prestigio del latín, de la cultura y la enseñanza, del Humanismo, las latinistas y los latinistas. Reflejo de esta época es la preocupación lectora de Isabel la Católica y lo son las justas y juegos cortesanos de los que habla Jorge Manrique. Tiempo es de lectura y también de escritura y de educación femenina, aunque fuera solo para privilegiadas. Tiempo de la moda de lo italiano, con sus fuertes lazos aragoneses. Y también del afianzamiento de la propia identidad, del nombre y de la fama.

El antólogo toma las voces femeninas de tres cancioneros, aunque cite bibliografía del resto de los Cancioneros y bibliografía sobre los estudioso de los mismos ; El Cancionero Musical de Palacio, Cancionero Musical de la Colombina y el Cancionero de Upsala. Divide su estructura de tres apartados: 

1) POESÍA FEMENINA CANCIONERIL 2) LA VOZ DE LA MUJER EN LA LÍRICA TRADICIONAL 3) LA CONTROVERSIA MISÓGINA O PROFEMINISTA 



En el primer apartado “POESIA FEMENINA CANCIONERIL, acompañando nombres tan prestigiosos como el de Jorge Manrique, aparecen mujeres nobles inspiradoras del canto de los trovadores pero también escritoras ocasionales que muestran cierta destreza métrica. Agrupará nombres y poemas de mujeres, teniendo como inicio femenino 1403, fecha de la Cantiga de despedida de Doña Mayor Arias a su marido Ruy  González de Clavijo, que fue incluida en el Cancionero General de 1511. Serán  nueve nombres propios y tres damas : Doña Mayor Arias; Doña María Sarmiento; La Reina Doña Juana; la Marquesa de Cotrón; la Reina de Portugal; Doña Catalina Manrique; Doña Marina Manuel; Branceira; Vayona, tres damas y Florencia Pinar. Esta última es la representada con más poemas. Es también la más valorada por la crítica posterior, al ser los poemas menos circunstanciales.

En el segundo apartado, LA VOZ DE LA MUJER EN LA LÍRICA TRADICIONAL, son  versos que, aunque no tengan autoría, pueden entenderse como sentimientos expresados por mujeres ya que están escritos como por boca femenina y desde el yo. Son albadas, poemas de amigo, algunas glosas con tácitos sentimientos eróticos o imágenes que los críticos consideran de doble sentido. Otros de quejas amorosas o de rechazos. Tienen muy frecuentemente al amigo o a la madre como confidente y recuerdan poemas de otras tradiciones hispanas anteriores, como las preciosas y refrescantes jarchas o los poemas andalucíes y sefardíes. Recoje 26 poemas con temas nunca han dejado de ser actuales y que han sido retomados por grandes como Bécquer o Alberti, así el de la Corza Blanca o  “En Ávila mis ojos”. Hay poemas de protesta contra el hombre:“Enemiga le soy, madre”. Los hay de inconformismo contra la situación: “No quiero ser monja, no”, De ser malcasada”. Entre los poemas se recogen preciosas albadas: “Al alba venid, buen amigo; “Ya cantan los gallos”. Son muy numerosos los temas eróticos y sus símbolos:So ell enzina, enzina;” A los baños del Amor”; “Perdí la mi rueca”;“Dentro en el vergel”;“Niña y viña; “Soy doncella enamorada”;”Bésame y abrázame”; Vi los barcos, madre; Con qué la lavaré. No faltan los que tratan de penas de amor: “Que me queréis cavallero”; “Buen Amor no me deis guerra”; “Aquella mora garrida”;”Ay, que no ay, más ay que no era”; "Aquel caballero, madre"; "Si la noche hace escura"; "Soy serranica". Finaliza este apartado con dos poemas de afirmación del gozo: “A la sombra de mis cabellos”; “No puedo apartarme” y dos de autoafirmación personal: “Yo me soy la morenica”; “Dezilde al cavallero”. Hay en definitiva una numerosa inclusión de temas del sentir femenino, sea este escrito por las mujeres o no. No podemos saberlo.

El tercer apartado L A CONTROVERSIA MISOGINIA Y PROFEMINISTA es breve aunque muy interesante tanto por los poemas como por la información recogida por Pérez Pliego sobre la controversia sobre la mujer en la literatura y filosofía que se remonta hasta la literatura latina, y que trae el prologuista a modo de apéndice ilustrativo ya que  daría tema para toda un estudio monografico. Esta polémica, que aparecerá en poesía a mediados de siglo XV con Coplas de las calidades de las donas o maldezir de las mujeres del poeta catalano aragonés Pere Torroella, va a desencadenar un agitado debate. De la polémica da cuenta esta publicación que incluye las defensas y denuestos de Torroella; Suero de Ribera; Antón de Montoro; Gómez Manrique; Hugo de Urríes; Tapia; Hernán Mexia; Fray Antonio de Medina; Fray Iñigo de Mendoza y Juan de la Enzina.

Y es que hay quien tiene sensibilidad suficiente para entender y escribir como si de ellas, las mujeres , se tratase:

Dicen que me case yo:             
No quiero marido, no.
              Más quiero vivir segura             
n'esta sierra a mi soltura,
que no estar en ventura
si casaré bien o no.             
Dicen que me case yo:
No quiero marido, no.
              Madre, no seré casada             
por no ver vida cansada,
o quizá mal empleada
la gracia que Dios me dio.             
Dicen que me case yo:
No quiero marido, no.
              No será ni es nacido             
tal para ser mi marido;
y pues que tengo sabido
que la flor ya me la só,            
dicen que me case yo:
No quiero marido, no

Gil Vicente.

Pues eso


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