miércoles, 22 de abril de 2020

Elena Fortún: Celia en la Revolución



Sobre la autora


Encarnación Aragoneses perteneció al grupo de mujeres republicanas que se movió en el círculo ilustrado del Lyceum Club y La Residencia de Señoritas, donde ya adulta se matriculó y terminó estudios de biblioteconomía, organizados por el Instituto de Bostón para residentes y para externas, y cursó estudios de inglés y de francés, pues perteneció a esa generación entre dos siglos a las que a las mujeres les fue difícil el acceso a una educación científica reglada. Los cursos de Biblioteconomía, de dos años de duración, habilitaban el título para trabajar como bibliotecarias y como directoras de bibliotecas con la intención de poderse emancipar  económicamente, pero Aragoneses consiguió la emancipación a través de la escritura de cuentos y narraciones para niños. Nacida en Madrid en 1886, casada a los 20 años con el militar Eugenio Gorbea, acompañó a su marido en sus desplazamientos, iniciando sus colaboraciones en prensa en las Palma de Gran Canaria con el seudónimo de Elena Fortún. Fue posteriormente en Madrid donde que se dio a conocer por la aparición en 1928 de su personaje de Celia en Gente menuda, suplemento para niños de Blanco y negro de ABC, con colaboraciones ilustradas por Santiago Regidor y por el modernista Serny. Inmersa en el mundo intelectual por sus relaciones con el Lyceum club que dirigía María de Maeztu, el contacto de su amiga la escritora María Lejárraga, que le presentó al director del periódico ABC, le abre un camino que resultará fructífero para darse a conocer por los lectores de prensa periódica y ganar dinero con colaboraciones en la revista. En ABC intima con Matide Ras, escritora y grafóloga con quien mantiene estrechos lazos sentimentales. Su relación con lyceistas, como María de Maeztu, Carmen Baroja, o Ernestina de Champourcín, su residencia definitiva en Madrid y sus contactos con las feministas le abrirían nuevos espacios y preocupaciones sociales. En 1930 forma parte de la Liga Femenina por la Paz, con Isabel Ollarzabal, Carmen Gallardo, Carmen Baroja, Margarita Gorriti, María Luisa Navarro de Luzuriarra, Amalia G. de Salaberría, Matilde Huici, María Baeza y Benita Asas. Su curso de bibliotecaria da frutos, en 1831 colabora en la revista creada por Asociación de libros con Ernestina de Champourcín, Carmen Conde o Enriqueta Martín, directora de la biblioteca del Instituto de Boston. A partir de 1934, la editorial de Manuel Aguilar le dio el espaldarazo, publicando sus historias en libros y consagrándola como escritora para niños; hace populares a sus personajes Celia, Cuchifritín, doña Benita, Maimón el morito, Patita y Mila, Piolín o Matonkiki. En 1936 estalla la Guerra Civil.
Al finalizar la contienda su marido y sus hijos se marchan a Francia, y ella se reunió con ellos.
Las consecuencias de la Guerra Civil y la adscripción republicana del matrimonio, siendo Gorbea teniente coronel, inicialmente no le pasaron factura ni interrumpieron sus publicaciones en Aguilar que siguió editando sus libros. Después de unos meses de estancia en Francia, el matrimonio se exilia a Buenos Aires. Unos años más tarde, desde 1944, Elena Fortún sufrió la censura y dejó de editarse, aunque, a partir de 1948 se reanudaron en Aguilar las publicaciones de sus divertidos y nada convencionales personajes. Fue la lectura más divertida de varios lustros.
Tras su venida a España en un intento de regresar si conseguía el perdón para su marido, paseó su tristeza por su amado Madrid. Al conocer el suicidio de su esposo en Buenos Aires, marchó a la Argentina. Deambuló por Argentina, Estados Unidos, Barcelona y Madrid. Murió en Madrid 1952.
Las chicas de la posguerra tuvimos suerte. Conocimos y nos carcajeamos con las hazañas infantiles que contaba Elena Fortún, sin saber quién era. Nunca, pese a crecer, perdimos ni olvidamos sus libros con dibujitos azules, ni a Celia y sus perritos puestos a tender en los calcetines, los trajes de sus muñecas confeccionados con los tijeretazos de un vestido recién traído de París.  Las niñas desconocíamos quien era Elena Fortún y cuál era su nombre verdadero, no sabíamos   sus avatares republicanos, pero fue un gozo el tesoro de sus libros. Fue admirada no solo por las niñas sino por las novelistas grandes como Laforet y Martín Gaite, A ella han dedicado trabajos de investigación Marisol Dorao, Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga. Encarnación Aragoneses ocultó en Elena Fortún su falta de acomodo en una sociedad y en una familia en la que se sentía ajena.  Nunca consiguió la alegría, esa alegría que destilaban sus libros.

La novela y su historia
El texto permanecía inédito. Manuscrito y firmado con su seudónimo, Elena Fortún, hizo protagonista de la novela a uno de sus personajes más conocido y admirado por sus lectores: Celia. Escondido el texto entre los papeles que la escritora dejó a su muerte, nada había hecho Aragoneses por publicarlo, tampoco otra texto que restaba inédito, Oculto Sendero, donde, anovelado, desvelaba su identidad sexual. Tal vez, no quiso que viera la luz Celia en la revolución, porque lo que narra es doloroso para unos, para otros e incluso para la propia narradora, pues nada hay de exaltación ni de reivindicación de los vencidos ni busca el perdón, ya que no hay elogio para los vencedores.
Distintas causas igualmente conflictivas para elle misma pudieron desaconsejarle la edición de Oculto sendero. Parece que el deseo de la autora hubiera sido destruirlo ambos textos.
Publicada la novela en 1987 en Aguilar, su editorial de siempre, la edición se agotó inmediatamente. Pienso que, si lo hizo, además de por ser una buena novela de la guerra, las que se lanzaron tras de  ella fueron, fuimos, en esa década de los 80 en que se publicó, sus lectoras de siempre, aquellas niñas de después de la guerra, entonces en la treintena y la cuarentena, que estábamos en plenitud vital económica y política y sabíamos que Fortún era nuestra, era íntegra, era creíble. El caso es que el libro se agotó. Otra nueva edición vio la luz en 2016 en Editorial Renacimiento con prólogo de Andrés Trapiello. El escritor considera a Aragoneses escritora de la tercera España. ¿Lo era?

Celia en la revolución
Es edición de Renacimiento, Sevilla 2016, Introducción de Marisol Dorao, catedrática de Filología Moderna de la Universidad de Cádiz, biógrafa de Elena Fortún  y especista en la obra a la que ha dedicado numerosos trabajos de investigación. Y de Andrés Trapiello, escritor, autor entre otros ensayos de Las armas y las Letras en la que estudia a los escritores de esa época y sus divergencias.

Encarnación Aragoneses concluyó la redacción de la novela el 13 de julio 1943, a siete años de iniciada la contienda y cuatro años después de terminada. Son datos y memorias frescas, recientes casi. Debió escribirlo en Buenos Aires, pues nos resulta difícil pensar que pudiera escribirla en plena guerra, pero tal vez tomara notas, ya que la narración responde literalmente calle por calle, casa por casa, a lo ocurrido, con lo que la novela resulta un documento de los hechos.
Los espacios donde transcurre la acción son Madrid, Valencia, Albacete y Barcelona. No hay descripción de la contienda en el frente. Lo que cuenta de la retaguardia en Madrid debió ocurrir exactamente como lo describe, el lugar donde estaban situados los hospitales, el hospital de Carabanchel, o las casas de comidas; el desalojo por bombardeo de la calle de Ferraz o la ciudad Universitaria; los bombardeos en Madrid en 1937; la hambruna el segundo año de la guerra; el cortejo de los animales disecados del palacio del duque de Medinaceli desde la Castellana hacia el Hipódromo hacia al museo de Ciencias  Naturales, el realojo en los palacetes de la Castellana de los residentes en la zona de Santa María de la Cabeza. El albergue infantil del final de la calle de Serrano, donde coincide con Laurita de los Ríos e Isabelita García Lorca. La checa del convento de san Antón, donde están prisioneros Maeztu y Muñoz Seca. La apoyatura en estos personajes reales nos sugiere que pudieron existir otros reales a los que cita y que no reconocemos
La guerra en la retaguardia republicana es contada sin trazos crispados pero el retrato muestra una España sórdida en aparente estado latente, donde los muertos – los besugos de los ojos abiertos- cada mañana aparecen por las aceras y parterres al otro lado de las tapias de las colonias de Chamartín, o en las orillas del Manzanares. entre el humor chistoso de unos que los miran y la inquietud de otros que los evitan. Es el Madrid donde los paseíllos se suceden y los civiles acosan sin que los madrileños sepan cuando les espera la muerte o la checa. Es el Madrid de la retaguardia con sus hambrunas, sus tranvías peligrosos donde pueden pedirte la documentación y hacerte bajar y pegarte un tiro; el de las calles reventadas y las casas derruidas con sus habitantes de calle en calle arrastrando sus muebles y sus colchones y encontrando nuevos acomodos. Es el Madrid de la quinta columna donde los de derechas disimulan. No hay condenas tácitas ni epítetos que juzguen el comportamiento de los mandamases en la retaguardia, pero en su descripción el lector aprende el horror y la incertidumbre. Son  las zonas republicanas de Valencia, de Barcelona y de Madrid, pero también la zona nacional de Segovia donde los falangistas matan al abuelo, la huida desde allí en burro, la llegada a la capital a la casa de la familia del padre y las reticencias, pues son una hermana de derechas y su hijo falangista que no entienden la militancia republicana y que acabarán sufriendo el paseíllo y la desaparición. O la gorronería de un fraile de derechas, lerdo e insensible que roba los huevos y la comida de quien le da cobijo. Todo el horror es contado con la sencillez de los ojos de una protagonista de mirada limpia que se interroga con bondad y que sortea sin malicia todos los inconvenientes de la adolescente de 15 años que no entiende. A la utopía del padre que cree en las ideas de la pureza republicana y en las causas justas y en el pueblo, Celia contrasta con la realidad que ve, sin que por ello haya lamentos ni amargura.

Papá ¡El pueblo! ¿sabes que ha abierto las puertas de las cárceles?¿ que hay miles y miles de criminales en las calles(pág. 115)

 El caos madrileño que describe es común en otras ciudades los albergues infantiles de Valencia han sido desmantelados con la deportación de los niños a otras ciudades españolas o a Rusia y a Francia, no hay constancia de qué ha sido de ellos. Refleja no obstante una Valencia luminosa, donde en esta etapa de la guerra la vida era menos dura que la madrileña. En Barcelona, donde Celia ha viajado buscando a sus hermanas, acosada por las bombas, cuenta, sin ironía y sin adjetivar, la preocupación crematística de las patronas, cuando ya el dinero empezaba a escasearle en la Navidad de 1937; una Barcelona sin embargo lujosa donde todavía se puede comprar en tiendas caras o tomarse un licor en cafeterías chic de ambiente ambiguo. Una Barcelona amplia, clara y señorial que la protagonista admira, con sus fachadas artísticas del paseo de Gracia, y que será bombardeada por los italianos a la hora de la salida de los niños del colegio. Porque la aparente objetividad de la narración contiene siempre una condena innombrada y soterrada, no a los franquistas ni a los republicanos, sino a la guerra en sí, es un alegado contra la guerra que traspasa el marco de la contienda, porque a pesar de que el marco donde sucede es España y son las ciudades españolas, la condena es mucho más extensa:

Esta guerra que ataca a las ciudades y a las gentes civiles que están en su casa sin meterse con nadie…Te digo que no creo que haya un infierno bastante horrible para castigar tamaños crímenes

Es novela de corte autobiográfico y dialogado. Celia- Fortún- cuenta en primera persona los avatares vividos. Retablo de la población civil en la retaguardia contado por Celia, su testigo. El resto de los personajes, el padre, el abuelo, la tía María Luisa la amiga cuya familia era de la quinta columna, los criados fieles Farruco y Valeriana, la tía Julia y el primo Gerardo, María, la muchacha delatora, sus amigas Fifina, su amigo Jorge son interlocutores necesarios para la narración, así frente al ideal republicano utópico del padre, la duda y la negación.  La misma protesta antibelicista que pone en boca de otros, aunque sea la suya

¡Es la guerra! Una exacerbación de todo lo salvaje y primitivo que todos llevamos dentro… Parece que todo lo que la civilización ha ido tejiendo en torno nuestro se afloja o se o rompe… ¿no lo ves en todo? Hasta por la calle se anda de otras maneras…Todo se ha desquiciado Espiritualmente hemos sufrido un terremoto y hasta lo más íntimo y sagrado se tambalea y se derrumba. Créeme, los que provocan las revoluciones son unos verdaderos canallas (pág. 163)

Sí, esta novela pertenece a la la tercera España, y también es una novela antibelicista esencial. La guerra es la española, pero el rechazo a ella es de Encarnación Aragoneses, la mujer que en 1830 formó parte de la Liga Femenina por la Paz.
Espera un barco hacia no se sabe dónde:

No, no estoy sola, me digo para darme ánimos, estoy en las manos de Dios.

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