La escritora y amiga Socorro Latasa Miranda me manda un whatsapp con la noticia de la muerte de su madre, María Ángeles Miranda Abaurrea. Junto con la noticia, su poema de despedida. Si la muerte de una madre es especialmente dolorosa y deja una gran parte de nuestra vida sin referencias, en estas circunstancias no poder despedirse sujetando su mano es especialmente traumática. Junto con mi sentimiento, acompaño a Socorro y su familia y subo el poema al blog
CANCIÓN PARA MI MADRE
Cansada ya la luz en los ojos de mi madre,
brilla la sencillez en sus manos.
Y le crecen las alas a su nombre cada día.
Cada día sigo la senda de su verbo claro.
Ama,
Dile a tu corazón que no se canse de latir.
Sobre los surcos de tu frente saludo al sol
cada mañana.
Ya sé que algunas veces
Preguntarías a Kant
cómo sentir sin trabas el aliento de vida
cuando somos un vaho de muerte.
Y sé también que amasas en silencio
un pan de verdades menudas.
Compartiremos el aire.
Y encuéntrame en tus ojos cuando busques.
Yo cruzaré el jardín. Espérame.
Espérame cada día aunque sea en el azul
De un verso triste.
Que la tierra le sea leve y que descanse en paz, que la lleven los ángeles sus tocayos a Dios.
Si hoy me pusiera lírica y quisiera hacer literatura, diría que el
caballo bayo y su jinete - la muerte- acechan, aunque estén las calles
desiertas. Pero me temo que la realidad es prosáica y poco dada a
imágenes y metáforas que no sea el dolor que traspasa las paredes de los
hospitales y que no podemos ver desde nuestras casas aisladas. Sentimos
el color y el olor del dolor, aunque hoy nosotros estemos a salvo todavía. Tendríamos
que hablar de test, de camillas, de respiradores, de UCIS, de nombres
conocidos y desconocidos que pueblan cada día las esquelas de todos los
periódicos de España, de ruedas de prensa tediosas e inoperantes. Uno a
uno caen a nuestro lado nombres y más nombres, muertos sin despedidas,
médicos abnegados y sin embargo heridos, ancianos, policías, enfermeras,
amigos. Los muertos tienen nombre y lágrimas que lloran porque los anónimos números de estadística tienen lazos que corta la muerte, hijos y nietos conmocionados por la angustia.
Salimos a las ocho a la ventana para aplaudir a todos los que siguen sanando, trabajando, vendiendonos el pan , la fruta, trasportando, limpiando, protegiéndonos. Salimos a aplaudirles con las manos, con los cantos, con guitarras, yo con la pandereta navideña que en mi despiste no había recogido Y recordamos con el batir de palmas largo también a los buenos amigos que no pudieron superarlo. Nuestro corazón llora por ellos
INESPERADA
ResponderEliminarDescribir a la muerte es como pintar su sombra
acariciar aquel instante último de ocasos infinitos
el ecuestre martirio de una vida
la resurrección de los justos
el equilibrio almacenado entre siglos de auroras.
Partir para no regresar
es un adiós eterno
el despertar de un sueño
y sin embargo
otra luz amanece tras los velos oscuros de la nada.
Pablo Bethencourt
Muy buen poema, Pablo, pero hoy estoy algo melncólica, a ver si nuevemente otra luz amanece tras los velos oscuro de la nada. A
ResponderEliminarbrazos