lunes, 19 de febrero de 2018

En la mitad del mundo : Ecuador




Conocer el mundo. En la mitad del mundo, con un pie en cada hemisferio, una se siente apabullada y nimia frente a la grandeza del hombre de ciencia. Sin su sabiduría y su conocimiento matemático, geogràfico, físico,  sin su curiosidad científica, su experimentación, su prospección, su meticulosidad ,su capacidad mental puesta al servicio de la ciencia, los hombres no sabrìamos la realidad. El científico tiene una poderosa inteligencia que pone al servicio de los demás y de su propia ansia de saber. En esa forma de conocimiento no mágico sino racional el hombre no sueña sino realiza; no imagina sino comprueba; no hace metáforas sino ecuaciones y medidas. Y no es literatura, es ilustración, ciencia. Así que en frente de todos los hombres sabios e ilustres que en Ecuador, en las Galápagos, en la selva del Amazonas o en los Andes se plantearon los por qué y definieron las escalas, las latitudes, los hemisferios, las formas de la tierra, los ríos, los volcanes, las corrientes, la botánica, la genética evolutiva, yo rindo homenaje a sus memoria repitiendo alguno de sus nombres : Charles Marie de La Condamine; Pierre Bouguer; Louis Godin; José de Jussieu; Jorge Juan; Antonio de Ulloa; Pedro Maldonado; José Celestino Mutis; Charles Darwin; Alexander von Humboldt .

Museo Oswaldo Guayasamin, Capilla del Hombre en Quito. Como una culebra de 35 kilòmetros, Quito se alarga desde la ciudad vieja y el casco histórico hasta la zona elegante de la cola que da paso a edificios emblemáticos, rascacielos y centros comerciales lujosos donde reinan las joyerìas francesas, la moda española de Zara y los ejecutivos de la OEA con maletines de cuero. Alli , en un edificio singularìsimo rodeado de jardines, la Fundación Guayasamín. Del genial pintor, escultor , grabador y muralista nos regalò Alfonso Fernandez a Cascante unas litografìas magnìficas aun sin exponer, así que mi curiosidad había sido activada, si cabe más, por el regalo. Aunque despedirse o encontrarse con el pintor es habitual ya que es suyo el imponente mural del aeropuerto de Barajas sobre el encuentro de los dos mundos, el hispano y el indio. Historia de un niño que hacía caricaturas a sus profesores y compañeros de pupitre y era amonestado y expulsado por ello. La genialidad exige sin embargo ver como la deformación de los rasgos del caricaturista y la expresividad de los trazos, el agrandar los rasgos distintivos y defectos del retratado, se van a mantener a lo largo de toda su obra de madurez, adquiriendo dentro de su técnica pictórica una fuerza sorprendente. Nada convencional, fue apoyado por Roquefeller cuando todos le consideraban un "desplazado". Hay más allá de los trazos una profundidad expresiva en los personajes que puede parecer atormentados, y al mismo tiempo un indigenismo que nos remonta a Orozco y a Ribera en sus murales épicos. Pacifista y comprometido, producto de una época "de compromiso social" que supera, la grandeza de su visión nos muestra al gran pintor de América latina y también de España, de las maternidades y de Quito y amigo de Neruda al que algunos piensan el Picasso quitense.

Quito, Ecuador, junto a la Plaza de Armas, siempre bulliciosa, protestan taxistas y mujeres con sombrero negro de alas cortas y toquilla de lana. Declarada patrimonio por la UNESCO, Quito conserva su centro y sus iglesias, aunque las casonas buenas de época española de barandillas pintadas son oficinas y los hoteles más lujosos  de la zona histórica tienen patios españoles andaluces. De noche la zona se vacía y los turistas cuidamos recogernos a tiempo. De día las calles se llenan de gente que va y viene y vende y mercadea. Al lado de la plaza la Calle de las Siete Cruces, quiero detenerme en la Iglesia de la Compañía, el mejor ejemplo del barroco hispanoamericano, dicen. Lo es. Nunca vi más oro y más armoniosamente empleado, aun con exceso. Sí, no es oropel ni falso dorado: El oro, el oro de las indias desde un metro a la altura del suelo- para evitar rapiñas- cubre todas las paredes, los suelos, los púlpitos, los altares, las zapatas: Todo. Horror vacui que tapiza el oro y cubre las piedras y las piedras volcánicas ligeras de la cúpula y los techos. Un color oro rojizo, oro real que habla de la importancia, y del poder político, económico y religioso de la orden española y también de su exceso. A la derecha del altar mayor, San Francisco Javier, a la izquierda, San Ignacio. El Dios traído por los españoles, más rico todavía que el dios Sol de los incas, a los que imagino boquiabiertos mirando las lacerías y arabescos, copia de las mudéjares, pero supongo que vacías de texto. Hay algo de representación teatral en ese lujo aureo y podemos casi escuchar textos de dominio, de evangelización o de exilio. A veces, ver nos devuelve la historia más que leer o oir. Eso ocurre en la Iglesia de los Jesuitas- La Compañía de Jesús- en las calle de las Siete Cruces de la España de la Real Audiencia de Quito 

Arriba en el Pichincha, toca un indio la flauta andina. No sé si lo sabe él, pero sólo su flauta es compatible con el silencio de las estremecedoras alturas. La subida por el teleférico  asusta un poco y en lo alto del todo la yerba lacia a nuestros pies contrasta con el azul purísimo cargado de nubes que amenazan caer y cubren grisiblancas la boca de algun volcán lejano. Nacen senderos y los senderistas se cruzan con nosotros, mochillas a la espalda, y provoca envidia  no estar en forma para continuarlos  "Siempre llueve en la tarde, no se demoren" , nos dicen. La avenida de los  volcanes, aquí también bautizo de Alexandre Von Humboldt, vuelve a recordarnos que la naturaleza es siempre mucho más que el hombre, que se impone y nos achica. La Avenida de los  Volcanes .El nombre evocador es una concesión a la mágico y sus leyendas, porque el escalofrío de lo inconmensurable apela al sentimiento más imponente aquí que la visión científica. Volcanes en la avenida de los cielos,  rascancielos. No es el agua de las nubes quien nos nubla los ojos. 

Y, concesión al recuerdo turístico, nos hacemos la foto trucada volando sobre el crater del volcán apagado. Queda la tarde para regresar a comprar  máscaras y muñecas

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