James Valender, Madrid, Hiperión, 1995 ( II entrada)
La Guerra Civil debió causarles una
crisis personal y el exilio ser doloroso para ambos porque, pese a que ellos habían
tomado partido por la República, dos hermanos de Altolaguirre fueron asesinados
por los anarquistas, también José María Hinojosa, compañero de la aventura de Altolaguirre
en Litoral. Concha Méndez, fiel a la República, había colaborado desde fuera de España
con algún poema en las revistas republicanas en colaboraciones no
especialmente combativas, como la publicada en Hora de España (n.º. XI,
noviembre de 1937) y que incluye esta antología; pero su visión de la guerra fue
negativa, es la visión de una generación dolorida que quiere dar paso a otra.
“Ellos serán tan solo los que
cojan el fruto
de un mañana sin sangre
hombres ya de otra hora más
fácil que la nuestra. (p 178)
Será para Concha Méndez una etapa caracterizada por las sombras, término que había iniciado con su poemario Niño y Sombras y que, en palabras de Catherin G. Bellver en la citada publicación de la Residencia de estudiantes en 2001, “anuncian el papel central de las sombras como vehículo poético en esta época clave. La sombra funciona como un importante hilo unitivo para entrelazar diferentes tipos de exilio con consistente intensidad. (Una mujer moderna. Concha Méndez en su Mundo p. 194). A aquella primera pérdida del hijo, va a seguir la nueva sombra de la pérdida de la patria. El exilio va a hacerse cada vez más sombra con las nuevas circunstancias adversas-la pérdida de la madre, la pérdida de su marido y el fin de su matrimonio. Son circunstancias que quedan por vivir, pese a su dinamismo personal de no abandonarse nunca.
Iniciado el exilio de España en
1939 con Altolaguirre y con su hija Paloma, consiguieron trasladarse a París, donde
fueron acogidos en la casa de Paul Eluard. Apoyados por los amigos emprendieron
después el rumbo en barco con destino a Méjico, pero la enfermedad de la niña
les hizo interrumpir el viaje y aposentarse en la Habana, donde van a residir
cuatro años. Fue una etapa relativamente fecunda en lo literario, pues el
matrimonio emprendió nuevamente su profesión editorial, gracias a la ayuda de
la galerista y mecenas María Luisa Gómez,
Mena una de las mujeres más ricas de Cuba , propietaria de la Galería del Prado
( ver José Ramón Alonso Lorea: “María Luisa Gómez Mena, al Rescate de
una Imagen Cultural”, Revista Hispano-cubana, nº.34, Primavera- Verano, Madrid,
mayo-septiembre 2009:141-154) La
galerista, les ayudó a conseguir una
casa cerca de la suya y les hizo un donativo de 500 dólares, con el que Méndez
y Altolaguirre instalaron la imprenta La Verónica y prosiguieron su
labor editorial, llegando a publicar 180
obras de escritores cubanos y españoles, entre otros de María Zambrano. Méndez
publicó en La Verónica el poemario Lluvias entrelazadas, en noviembre de1939, y en él incluyó poemas ya publicados en anteriores poemarios, junto con otros
nuevos que esta antología recoge. La poesía de Méndez continúa el giro ya
iniciado anteriormente hacia la humanización poética; es autobiográfica y refleja
su sentimiento de desilusión y desengaño. El antólogo compara los poemas de
Méndez con la poesía de Calderón y de Góngora, al que Méndez cita; a mí, me parece
más próxima formalmente la poesía de Bécquer por el sentimiento de desengaño
melancólico y de hastío, ya que, aunque es común también en los citados poemas
barrocos de Góngora, no hay en éstos de Méndez barroquismo ni retórica, ni
juego verbal, sino depuración. Formalmente sus versos no son clásicos, ni hay estrofas
clásicas de la Edad de Oro, no hay sonetos ni liras, son despojados y muestran
ligereza, tal vez por la fluidez de las rimas asonantes y por el cambio de
rimas en cada estrofa.
“Me levanté hasta el sueño. En
busca iba
De no sentir la herida que
abrasaba.
Las duras flechas del dolor
hicieron
Brotar en mi el clavel de
nueva llaga.
Corriendo al par carrera con
el viento
Y perseguido por su amante
llama
La vida es ciervo herido sin
remedio,
Que las flechas le dan veneno
y alas (p.115)
Puede rastrearse la influencia
igualmente, entiendo, de Antonio Machado, por la interacción entre lo íntimo
subjetivo y la realidad exterior. En estos poemas que recoge la Antología, utiliza
versos de arte mayor normalmente endecasílabos y alejandrinos con cesura y sigue
manteniendo en algún poema el aire de la copla de Alberti o Lorca que tanto
utilizo en sus primeros poemarios. A mi juicio, son de gran altura. En esta
etapa, no existe el arte por el arte sino la expresión íntima de sus
sentimientos, con lo que hay, entiendo, abandono de la vanguardia. Incluye
la antología 12 poemas “Vine”, posiblemente, uno de los más significativos poemas
del libro que muestra el desaliento extremo: “Entre turbias lagunas bogar
veo la vida/ deja estelas de fango, al pasar, cada cosa (p.113) No están
todos fechados en Cuba, los hay anteriores, sin embargo, ya está ahí la
sensación de exilio y extrañeza, la mirada al pasado, la ausencia
“al ancho río de tu patria”, la tristeza a la que apela: “Ven, tristeza,
mi hermana” p.118.
Al ser la poesía de Méndez autobiográfica, difícilmente puedo renunciar a entenderla sin conocer sus circunstancias, que conoce bien James Valender, no solo por académico inglés radicado en Méjico y ser especialista en la Literatura del exilio mejicano, sino porque se casó con Paloma Altolaguirre, fue yerno, por tanto, de Altolaguirre y Méndez y su información resulta de primera mano. Fijan las biografías sus definitivas publicaciones sobre Altolaguirre y Méndez, (Manuel Altolaguirre Concha Méndez. Edición Residencia de estudiantes, Madrid, 2001; Manuel Altolaguirre, Album, ediciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2012) En 1943 el matrimonio se trasladó de Cuba a Méjico, parece que a causa de que el entendimiento primero del matrimonio con María Luis Gómez Mena se había ido trasformando en amoroso y Manuel Altolaguirre pretendió escapar de Cuba para no romper su matrimonio, aunque sigan escribiéndose a escondidas. Gómez Mena se trasladará a Méjico en 1944 y puso una nueva imprenta Verónica a Manuel Altolaguirre, con el que inicia la convivencia. Pese a que la crítica da como fecha de la ruptura matrimonial en 1944, hasta 1948 no se consolida, ya que Altolaguirre sigue atendiendo a Concha y a Paloma, pese a la disconformidad de María Luisa, que ha roto su matrimonio y exige a Altolaguirre que haga lo mismo y se divorcie.
En Méjico, Concha Méndez hizo amistad con un grupo de
escritoras que publicaban la revista Rueca y en 1944 publicó dos poemarios, Poemas.
Sombras y sueños y Villancicos de Navidad.
Se incluyen en esta Antología de Hiperión veintiocho poemas de Sombras y sueños y tres villancicos.Valender considera Sombras y sueños la etapa más conseguida de su poesía. Hay evocación de lo perdido, poemas puramente del exilio y la pérdida dedicados a amigos como García Lorca (p.130-131) al Guadarrama (p. 149) o al Manzanares (p.132: "Tiempos de las romerías/ de San Isidro y San Juan. Alegrías de tus aguas/ahora que lejos están". Muy interesante es el poema a Rosalía de Castro, figura femenina, con la que se compara en el destierro:”Tu en tu tierra desterrada/ y yo en destierro mayor”(p.128-129). Especialmente, a mi juicio, todos son importante. Interesantes y originales de trato son los poemas dedicados a la muerte de su madre y muy dignos de tenerse en cuenta en esa tradición de la poesía femenina, pues también los poemas a la madre eran habituales entre las mujeres poetas del siglo XIX. Son cuatro poemas de altura. El primer poema se inicia con un terceto y se continúa con cinco perfectos cuartetos para hablar del sentimiento de desamparo que causa la desaparición materna. El segundo poema, además de la esperanza de otra vida, habla de un sentimiento que muchas mujeres escritoras hemos sentido, es el cambio de roles, cuando la madre se hace una niña y la hija es la madre protectora de la madre. Son poemas que merecen leerse con atención ya que inciden en esa visión “ginocéntrica” de la escritura de mujer. Tampoco olvida Méndez como madre a otro muerto querido, su hijo: Dime, madre, lo hallaste en tu morada/ y pudiste mirar su niña frente (p.5). Una nueva pérdida, la ruptura con Altolaguirre – su inicio- está expresada en dos poemas breves, con aires de autoafirmación propia, de intento de ser fuerte, y por otra parte de protesta: Los brazos que te han llevado/ no te dejan escapar/ para volver a mi lado (p.144). Presididos por las sombras, las pérdidas, la desilusión, la melancolía, el exilio y la resistencia, estos poemas muy logrados, son inconformistas y rebeldes y al mismo tiempo que Méndez busca la afirmación propia, introduce en ellos la visión generacional, palabras para su hija a la protege y consuela por la pérdida del padre y afirma la esperanza, que nunca pierde, de volver a recobrar lo amado. Formalmente abundan los versos de arte mayor, también los octosílabos arromanzados.
La publicación de sus Villancicos,
1944, aparecida en Méjico por la editorial Rueca, tuvo mucho éxito y conoció
numerosas reediciones. En España, fueron editados en 1967, por Librería El Guadalhorce.
Hay solamente en esta muestra tres villancicos, que personalmente encuentro muy
logrados y sencillos. En ellos se recuperan los ritmos iniciales de las coplas, pero
no hay mimetismo ya ni de Alberti ni de Lorca, sino frescura y originalidad:
“Que se enciendan las naranjas
Los naranjales en flor
¡Que al mundo vino un amor!
En la ramita más alta
Cante el pájaro cantor:
¡Que al mundo vino un amor!
Y los prados, que se vistan
Con su manto de verdor
¿Que al mundo vino un amor! (p. 189)
A partir de 1944 la producción poética de Méndez se resiente. Si aventuro una interpretación mía- por otra parte poco académica- pienso que tuvo que ser difícil superar la ruptura- el abandono- de Altolaguirre. Los trabajos de imprenta La Verónica ya no fueron los suyos, fueron los de Manuel Altolaguirre y María Luisa Gómez Mena. E incluso la cinematografía, que había iniciado en sus años de soltera, tampoco fueron ya nunca su iniciativa, si la de su exmarido y su nueva pareja. ¿aumentaría su desolación? María Luisa Mena, más joven- ella le pasaba siete años a Altolaguirre- era atractiva, tenía éxito entre los intelectuales cubanos y españoles, contactos internacionales, entendía de pintura moderna como galerista – con lo que compartiría gustos con Manuel Altolaguirre - y era también inmensamente rica, rica como para facilitar a Altolaguirre lo que quisiera, una nueva imprenta o la posibilidad de hacer cine. No voy a culpar a Altolaguirre de dejarse querer, pese a que se resistiera a abandonar a Concha, iba a ser demasiado lo que perdía. Naturalmente son mis consideraciones personales, al margen de lo académico y de esta Antología, es mi interpretación de la dramática ruptura que supuso y que condicionaría su poesía. Porque su poesía es su biografía. En 1948 Concha Méndez tenía cincuenta años. Nunca dejó de amarlo. En 1959 cuando Manuel Altolaguirre y María Luisa Gómez Mena vuelven del Festival de Cine de San Sebastián, donde se ha proyectado su película El Cantar de los Cantares y se matan en un accidente de coche, vuelve Méndez a escribir poemas de altura, siete poemas que publicó ( I y V Revista Caracola, Málaga, n 90 y 94, abril, agosto 1960) y VI y VII en un nuevo poemario Entre el soñar y el vivir (1981) Esta publicación recoge los siete poemas. Hay en ellos una visión casi maternal de su marido.
Valender informa de que en 1970 publica un poema en Papeles de Son Armadans (CLXXI, junio, 1970) y que en 1979, en plena recuperación de la Literatura del exilio, publica en Madrid Vida a Vida en Caballo Griego para la Poesía. Aunque vuelve a España, nunca regresó definitivamente.
Un nuevo poemario apareció en
1981 Entre el soñar y el vivir, publicado en la Universidad Autónoma Nacional
de México, México 1981 Considera James Valender que los poemas bajan de calidad
con respecto al corpus de su obra anterior. Recoge tres poemas de Vida a
vida, tres de Entre el soñar y el vivir y tres del que quedó inédito,
Con el alma en vilo, 1986. Quizá sea como el antólogo dice, si lo
juzgamos desde el punto de vista literario. O quizá, si nos guiamos por la
curiosidad de interpretar la obra y la vida de una mujer que fue rupturista y
vanguardista, nos quede el sabor agridulce de una obra con poemas magníficos
escritos, que nacen con la luz y que se llenan de sombra como la propia vida cuando
llega el ocaso:
NO VENGAS
“No vengas, muerte, todavía
Que aún tengo que tejer la larga escala
Que ha de subirme allá donde deseo;
Debo cumplir mi kharma
Hacer, hacer, hacer las cosas que aquí debo.
Porque tengo una deuda
Para conmigo misma.
Vine para algo más que pasar como sombra.
Dentro de mi una luz quiere salir afuera.
No vengas todavía. Dale tiempo a mi tiempo. (p.212)
(Entre el soñar y el vivir, 1981)
Concha Méndez murió en Ciudad de México en Diciembre de
1986.
Biliografía
- Inquietudes (Imprenta de Juan Pueyo, Madrid, 1926)
- Surtidor (Imprenta Argis, Madrid, 1928)
- Canciones de mar y tierra (Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires, 1930 )
- Vida a vida (La Tentativa Poética, Madrid, 1932)
- El carbón y la rosa(1935)
- Niño y sombras (Ediciones Héroe, Madrid, 1936)
- Lluvias enlazadas (La Habana, El Ciervo Herido, 1939)
- Sombras y sueños (México, Rueca, 1944)
- Villancicos de Navidad, México, Rueca, (1944); 2.ª edición aumentada, Málaga, Librería El Guadalhorce, (1967)
- Entre el soñar y el vivir (1985)
- Paloma Ulacia Altolaguirre, Concha Méndez. Memorias habladas, memorias armadas, Madrid, Mondadori, 1990. (Sobre su vida)
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