sábado, 12 de septiembre de 2020

Sobre Beatriz Galindo y Almudena de Arteaga

 

Beatriz Galindo, la Latina, maestra de reinas, Almudena de Arteaga, Edaf, Madrid, 2007
 
Maestra y humanista, Beatriz Galindo dictó lecciones en la Universidad de Salamanca de Latín y enseñó la lengua del Lacio a Isabel la Católica y a sus hijas Isabel, Juana, María y Catalina, futuras reinas de España, Portugal, Flandes e Inglaterra. Considerada la primera docente, el nombre de la humanista designa a todo un barrio de Madrid donde la Latina construyó sus fundaciones y  presta el nombre  a un prestigioso Instituto de Enseñanza Media .


La autora
Almudena de Arteaga es licenciada en Derecho por la Universidad Computense de Madrid y diplomada en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria por el instituto Salazar y Castro. Colaboró como documentalista en La insigne orden del Toisón de Oro y en el ensayo histórico La Orden Real de España Es autora de las novelas históricas: La Princesa de Éboli; La Beltraneja, el pecado oculto de Isabel la Católica; María de Molina, tres coronas medievales; El desafío de las damas; Cenizas de plata y sangre; Catalina de Aragón, reina de Inglaterra. El Marqués de Santillana; Capricho; Por amor al Emperador; La estela de un recuerdo; La esclava de marfil; Ángeles custodios. María de Molina; Bodas imperiales; Leonor, con Nieves Herrero; La vida privada del Emperador; Eugenia de Montijo; y la novela histórica que hoy reseño Beatriz Galindo la latina. que hoy traemos al blog..
Saga de ilustres
Incluyo en el currículum de Arteaga que es duquesa del Infantado y marquesa de Santillana, lo que en este caso me parece reseñable aunque no sea propiamente su currículum sino la responsabilidad de su herencia histórica, pues la autora pertenece por familia a una saga de ilustres personajes históricos y escritores ya desde el pre- renacimiento, así Iñigo López de Mendoza, I. marqués de Santillana fue autor de las entre otras de Doctrinal de Privados, Refranes que dicen las viejas tras el fuego Las serranillas”, Cantares e decires y Prohemios; y también poseyó una importante biblioteca que luego pasaría a la casa de los Osuna con quienes emparientan. A su vez, era tío de Jorge Manrique y pariente de Garcilaso de la Vega. Entre los ascendientes de Almudena de Arteaga, Pedro López de Ayala, autor de la obra satírica Rimado de Palacio, El libro de la caza de las aves, y “Crónicas de los reyes de Castilla. Familia de escritores y guerreros y fiel Santillana a Juan II de Castilla, a ese rey debe el título de marqués de Santillana. El primer hijo del marqués recib el título de I duque del Infantado y el segundo hijo el de I conde de Tendilla. Otro hombre de estado fue el cardenal Pedro González de Mendoza, sexto hijo del marqués de Santillana, fervoroso defensor de la Católica y padre según ella de “dos hermosos pecados”Rodrigo e Íñigo. No me es indiferente, nacida esta que escribe en la Ribera de Navarra, que de la saga sea el venerable Juan de Palafox y Mendoza, mecenas y escritor, obispo de la Puebla de los Ángeles en México y de Osma, nacido en Fitero. Saga fueron los Mendoza, genealogía de la escritora, de mujeres cultas e importantes como María de Mendoza, mujer del comunero Padilla, la princesa de Évoli, Ana Mendoza y de la Cerda, a la que Felipe II condenó en reclusión por acusarla de conspiración con Antonio Pérez en el asesinato de Escobedo. Continuando la saga de escritores y notables mecenas, en épocas recientes, Cristina de Arteaga y Falguera. Monja jerónima, escritora, investigadora y licenciada en Ciencias Históricas en la Complutense de Madrid disciplina de la que obtuvo el doctorado (1922) fue de las pocas mujeres aristócratas que en esas fechas de primer cuarto de siglo XX cursó el bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros, se matriculó en la Universidad Complutense y obtuvo un doctorado universitario. Presentó la tesis doctoral D Juan de Palafox y Mendoza; por su brillante expediente académico se le concedió la Gran Cruz de Alfonso XII. Coetánea de la generación del 27, aunque muy alejada de sus presupuestos, fue autora de un libro de poesía, Sembrad, en 1924. Ejerció la investigación histórica, al mismo tiempo que la vida religiosa en la Orden Jerónima de la que ejerció de priora en el convento de Santa Paula de Sevilla. Son trabajos de investigación de su autoría: La casa del Infantado, cabeza de los Mendoza; Borja; Sembrarse; La vida plural y dinámica del marqués de Santillana; Beatriz Galindo la latina; María Dolores Márquez, fundadora de las filipenses Hijas de María Dolorosa; Una mitra sobre dos mundos, D Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de Puebla de los Ángeles y Osma; A su munificencia se debe que esté en pie y habitado por monjas jerónimas el monasterio renacentista de San Jerónimo de Granada, mi convento favorito, allí he meditado en su silencio, recreado la Historia, contemplado el sepulcro del cardenal Talavera – el santo Alfaquí- y admirado las trazas renacentistas de la primera obra granadina de Diego de Siloé. Sor Cristina de Arteaga, heredera del magnífico Carmen de los Mártires de Granada, lo cedió al Ayuntamiento a cambio del convento desamortizado de las Jerónimas que mandó restaurar. Sor Cristina no abandonó el rigor y el trabajo de investigación de su carrera universitaria, fue académica correspondiente de la RAH, y de las Buenas Letras de Sevilla, numeraria de la Academia de las Buenas Artes de Sevilla y Medalla de Oro de Granada.
Tal vez por todos esos muy respetables e ilustres personajes que la anteceden, Almudena de Arteaga es respetuosa con la Historia al escribir novela histórica como la que hoy traigo al blog, e inventa poco, más bien se apoya en ella para divulgarla respetuosamente y utiliza los fuentes documentales con rigor amoroso. Al menos así lo hace en Beatriz Galindo, la latina, con la que tiene lazos familiares. El archivo de la Casa del Infantado se encuentra en el Archivo Histórico Nacional.
 
Beatriz Galindo, La Latina. Maestra de reinas
Editorial Edaf, Madrid, 2007, premio Algaba 2007, otorgado por la editorial EDAF con Ámbito cultural El Corte Inglés.
Libro de recreación y, al mismo tiempo de investigación, Arteaga recoje todos los datos documentales existentes sobre Beatriz Galindo, pese a que gran parte de los legajos relativos a la Latina y a Francisco Ramírez de Madrid, su marido, y a las fundaciones del matrimonio, se perdieron en el expolio sufrido por las monjas de la Concepción Jerónima en su convento de Lista en la guerra civil. Apoya su texto en los biógrafos de Isabel la Católica, Fernández de Oviedo y Pérez del Pulgar, en legajos que se conservan en el Ayuntamiento de Madrid, el Archivo General de Simancas y el Archivo de la Nobleza de Toledo, así como en estudios biográficos previos, como el de su tía abuela Cristina de Arteaga, o de Félix De los Llanos y Torriglia sobre Isabel Galindo y el de Pedro Andrés Porras, sobre el Artillero Francisco Ramírez de Madrid.
Narrado en tercera persona por una narradora omnisciente, la biografía traza un retablo del siglo en el que incluye los datos referentes a la protagonista. La longevidad de Beatriz Galindo le permite a Arteaga recrear los hechos más importantes de cuatro reinados: Enrique IV de Castilla y las luchas civiles entre los partidarios de Isabel la Católica y la Beltraneja; Isabel de Trastámara, su boda con Fernando de Aragón, sus hijos y las muertes de sus hijos Juan, Isabel y el hijo de aquella, Miguel, heredero de Portugal y España. Se extiende a guerra de Granada y la toma; la rebelión de los moriscos en las Alpujarras; los viajes de Colón a las Indias; la sucesión del reino a la muerte de Isabel y la enfermedad de Juana la loca; la llegada de Carlos V, la lucha con los comuneros; el nacimiento de Felipe II. Todos los datos históricos están narrados con agilidad por Almudena de Arteaga como fondo a la historia de Beatriz Galindo, profesora de Latín de la reina Isabel y sus hijas que viv y acompañó en la corte itinerante a la reina hasta su muerte en 1504. Posteriormente a la muerte de la reina, la Galindo vive en Madrid su propia independencia, y dedica su afán a las fundaciones estipuladas por su esposo en el testamento.
Beatriz Galindo, nació en Salamanca, ciudad universitaria por excelencia, en 1465 y vivió en la actual calle de la Latina nº11. Afirma la biógrafa que fue hija de un caballero de origen italiano oriundo de Zamora, Gricio, descartando otras identidades atribuidas. Destinada al claustro conventual a los 14 años, posiblemente por la escasa fortuna de su padre y la imposibilidad de dote, su curiosidad intelectual, el espíritu renacentista propio de la época, la estela universitaria de estudio que la ciudad destilaba, - e imaginamos también que la facilidad frente al latín por el origen italiano de su familia- la impulsó a aprender la lengua de Lacio, que en el Renacimiento era el lazo que unía a la alta cultura con la antigüedad clásica. Debió frecuentar desde el claustro las bibliotecas de la Universidad y de los colegios mayores, y movida por el afán de saber, aprender Latín a través de un diccionario y de los textos latinos, ya que el idioma de los libros académicos, tanto de ciencia como de teología y sagradas escrituras, estaban escritos en latín. El dominio de esa lengua hizo que Beatriz Galindo, pese a lo no habitual de la presencia femenina en la Universidad, pudiera dictar lecciones, en ausencia de alguno de los cátedros.
No era Galindo la única mujer que se interesaba y aprendía Latín para leer directamente los libros de filosofía y teología. Un pequeño círculo de mujeres aparecieron por primera vez en la historia como protagonistas de su propia erudición, nada común en otros ambientes que no fueran los renacentistas cultos. Entre ellas Francisca de Nebrija, hija de Helio Antonio de Nebrija, Florencia Pinar, de la que se conservan poemas, Isabel Vergara, Cecilia Marello, Alvara Alba, Lorenza Méndez de Zurita, Francisca de los Ríos y Luisa Sijea, conocida como “la Mineva” por su sabiduría de los clásicos. Almudena de Arteaga añade además los nombres de Juana de Contreras, María Pacheco, Lucía Medrano y Mencía y María Hurtado de Mendoza, hijas del conde de Tendilla, y nietas del marqués de Santillana, todas ellas citadas por Lucio Marineo Sículo en Ginecaerum Hispaniae Minervae. Isabel la Católica, ya reina, impulsó ese cambio de mentalidad en la mujer, fue consciente de su falta de preparación y quiso desdecir al cardenal Carrillo que, soberbio, afirmó:”Yo saqué a doña Isabel de hilar y la volveré a la rueca”(p. 34)
La fama de Beatriz Galindo se había extendido fuera de los claustros y de la ciudad de Salamanca. Iba a cambiar sus hábitos de novicia y jurar sus votos como religiosa, cuando fue llamada por la reina Isabel como profesora de latín de ella y de sus hijas. En 1485 La reina tendría 34 años, 20 Galindo, 20, Isabel 15, Juana 6, María 3, todavía no había nacido Catalina ; el príncipe heredero Juan tenía sus propios profesores de Latín, sus preceptores y corte. Abandonó Galindo Salamanca para ir a Madrid, ser maestra de la reina y de sus hijas de Latín y acompañar a la reina Isabel en su corte itinerante. ¿En calidad de maestra? Los documentos que la citan, escribe la biógrafa, siempre lo hacen como “criada” y no “dama”, aunque las múltiples donaciones y distinciones otorgadas por la reina muestren su cercanía como consejera muy estimada por la Católica. No solamente enseñó la asignatura, dice Arteaga, sino que a ella misma se le atribuye la escritura de los Comentarios sobre Aristóteles, Notas sabias sobre las antiguas, y las Poesías latinas, textos todos ellos perdidos. En cuanto a su trabajo como maestra, debió la reina aprender Latín correctamente, ya que en el inventario su biblioteca a su muerte constaba de unos 200 libros, y abundaban los escritos en esa lengua. Con respecto a las princesas, es sabido que su conocimiento de la lengua las hizo famosas en las cortes europeas.. La distinciones dadas por la regia alumna a la profesora latina se incrementaron con la elección por la reina Isabel hacia 1491 del que debía ser esposo de Beatriz, un importante artillero que la doblaba en edad: Francisco Ramírez de Oreña, o Ramírez de Madrid, llamado el Artillero. Pero eso sería seis años más tarde. de la llegada de Galindo a Madrid para enseñar a la reina y a sus hijas, trabajo al que se consagró con buenos resultados, además de acompañarlas en sus desplazamientos.
Francisco Ramírez de Oreña, futuro esposo de Isabel Galindo, había nacido en Madrid; fue hijo de un hidalgo montañés de San Vicente de la Barquera. La vida y los méritos del Artillero desde su inicio en el ejército es seguido con precisión por la autora de este trabajo, que refleja documentando las batallas ganadas. Era la artillería un avance estratégico militar que estaba trasformando el arte bélico y el Artillero era un buen estratega, llegó a construir sus propios artefactos, siendo premiado económicamente y con donaciones de tierras por sus actuaciones. Sus primeros hechos de armas se remontan a las contiendas de Enrique IV. contra D Álvaro de Luna y continuaron después en la guerra civil entre la Beltraneja e Isabel la Católica. Batalló el Artillero inicialmente a favor de la primera, aunque cambió a las huestes de los partidarios de Isabel y, ganada la contienda, se le recompensó con 80.000 maravedís y se le nombró secretario del Consejo. Su actuación con las tropas de los Reyes Católicos se prolongó hasta su muerte en la Reconquista contra los moros, y sus hazañas le hicieron rico en tierras y bienes, al protagonizar tomas de ciudades estratégicas como Loja, Velez – Málaga, Guadix o Baza. Recibió tierras de la conquista, mercedes honoríficas y dotaciones económicas por ello y fue armado Caballero por el propio rey Fernando. Posiblemente, explica Arteaga, debió el artillero casarse con Beatriz Galindo tras la conquista de Granada en 1492. Era hombre de mérito, mayor y viudo, tenía seis hijos de su primera mujer, pero las condiciones del contrato matrimonial, dictado a orden de la reina, iban a beneficiar a los descendientes del segundo matrimonio, si los hubiera. Almudena de Arteaga publica el documento de las capitulaciones matrimoniales.
Pronto el artillero fue canciller real, pasando por sus manos importantes documentos, igualmente su posición de ventaja le facilitó acrecentar sus bienes con tierras compradas a bajo coste tras la expulsión de los judíos o incautadas a los moros, engrandeciendo su patrimonio. Fruto del matrimonio fueron dos hijos que Galindo alumbró desplazándose a Madrid, Fernán y Onofre; al primero los reyes le nombrarán canciller de la Orden de Alcántara y paje del príncipe Juan. A la muerte del príncipe serían ambos hijos nombrados pajes de la reina. El artillero siguió ascendiendo y acumulando honores y Beatriz Galindo recibiendo en sus hijos y en ella misma mercedes de la reina. En 1501.La lucha contra los moros en la sublevación de las Alpujarras ocasionó la muerte del Artillero en una emboscada. La publicación da cumplida cuenta del testamento de Fernando Ramírez de Madrid. Refrendaba el documento la fundación del mayorazgo de Bornos para su hijo Fernán y un segundo mayorazgo para su hijo Nuflo o Onofre, y dejaba en pie la fundación del Hospital de la Concepción de Nuestra Señora de Madrid para servir a las necesidades de los pobres, teniendo además una capilla o iglesia., un cementerio adyacente y una cofradía Fue aprobado por Alejandro VI.
Continuó Galindo acompañando a la reina Isabel cuatro años más, conoció las tensas relaciones de la reina con su hija Juana, heredera del reino por la muerte prematura del príncipe Juan, único hijo de los reyes y del hijo de la primogénita fallecida Isabel, el príncipe Miguel, que acompañaba a los reyes y que está enterrado en Granada en la cripta de la Capilla Real al lado de los restos mortales de sus abuelos. Los disgustos familiares fueron la tónica de esta última etapa del reinado de Isabel la Católica hasta su muerte de en Medina del Campo en octubre de 1504. Beatriz Galindo estuvo presente en su agonía, tal y como muestra la pintura de Eduardo Rosales”El testamento de la Reina” acompañando a su muerte el cadáver a Granada, para darle cristiana sepultura; Yacía cubiertos por una losa de mármol blanco en el convento de San Francisco de Granada, hoy Parador San Francisco, donde aún puede contemplarse la losa. Posteriormente los cadáveres de Isabel y Fernando de Aragón fueron trasladados por su nieto Carlos V a la Capilla Real de Granada.
Acabada esta etapa, Beatriz Galindo volvió a Madrid, dispuesta a llevar a término dos deseos fundacionales del Artillero, sobreviviendo a la reina Isabel durante treinta y un año. Tuvo su residencia en una casa de una planta de estilo plateresco coronada por los escudos de los Galindo y los Ramírez de Madrid, en la actual calle de Concepción Jerónima, al lado del donde estuvo el monasterio de una de sus fundaciones. En una parte de aquellas ruinas se alza el palacio de Viana, sede del ministerio de Asuntos Exteriores. Su otra fundación fue el Hospital de la Orden Franciscana de la calle Toledo, hoy parte de ello es el famoso teatro La Latina .De carácter fuerte defendió Galindo sus criterios no dudando, incluso llevando a juicio a las órdenes religiosas a las que las que ella había favorecido. Lo hizo también frente a sus descendientes. Murió en Madrid en noviembre de 1535, su testamento es uno de los documentos que aporta esta biografía.
Almudena de Arteaga ha investigado los lugares, las casa, las escrituras, los emplazamientos donde la Latina edificó sus fundaciones, las actas fundacionales y patronos, los problemas surgidos entre la Orden Jerónima y los Franciscanos, los problemas familiares habidos, el cuadro genealógico de sus descendientes. De la Latina descienden el conde de Bornos y el duque de Rivas. Maneja documentos y publica fotografías de lo que fue y no existe, ya que quedan solamente los datos de dónde fueron edificados, las ampliaciones urbanísticas que hicieron imposible su mantenimiento. Entendemos que ese trabajo de investigación de seguimiento es tan importante como los datos biográficos anteriormente expuestos, ya que maneja información de las fuentes y reproduce planos y documentos que demuestran su capacidad de investigadora. Aporta también los retratos pictóricos de Isabel Galindo y Francisco Ramírez que se conservan, no expuestos al público, en el Museo Lázaro Galdeáno de Madrid, la fotografía de los sepulcros vacíos que se conservan en el Museo Municipal de Madrid, y que La latina destinó para las sepulturas de su esposo y la suya propia, aunque no la ocupara y se enterrara discretamente, como su señora la reina Isabel, pues lo hizo en el claustro del coro de la Concepción Jerónima de Madrid en la actual calle Concepción Jerónima Sus restos mortales se conservan en el convento de la Concepción Jerónima en el Goloso, Madrid, edificio conventual al que fueron trasladados después del expolio de la guerra civil y de la venta del Convento de la Concepción Jerónima de la calle de Lista,

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