Maestra y humanista, Beatriz Galindo dictó lecciones en la Universidad de Salamanca de Latín y enseñó la lengua del Lacio a Isabel la Católica y a sus hijas Isabel, Juana, María y Catalina, futuras reinas de España, Portugal, Flandes e Inglaterra. Considerada la primera docente, el nombre de la humanista designa a todo un barrio de Madrid donde la Latina construyó sus fundaciones y presta el nombre a un prestigioso Instituto de Enseñanza Media .
La
autora
Almudena
de Arteaga es licenciada
en Derecho por la Universidad Computense
de Madrid y diplomada en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria
por el instituto Salazar y Castro.
Colaboró
como
documentalista en
La insigne orden del Toisón
de Oro y en
el ensayo histórico
La Orden Real de España Es
autora de las novelas históricas: La
Princesa de Éboli; La
Beltraneja, el pecado oculto de Isabel la Católica; María
de Molina, tres coronas medievales; El desafío de las damas; Cenizas
de plata y sangre; Catalina de Aragón, reina de Inglaterra. El
Marqués de Santillana; Capricho; Por amor al Emperador; La estela de
un recuerdo; La esclava de marfil; Ángeles custodios. María de
Molina; Bodas imperiales; Leonor, con
Nieves
Herrero; La vida
privada del Emperador;
Eugenia de Montijo;
y la novela
histórica que hoy reseño
Beatriz
Galindo
la latina. que hoy traemos al blog..
Saga
de ilustres
Incluyo
en el currículum de Arteaga
que
es duquesa
del Infantado y marquesa de Santillana, lo
que
en
este caso me
parece reseñable
aunque
no sea propiamente su currículum sino la
responsabilidad de su
herencia histórica, pues la autora
pertenece
por
familia
a
una saga de ilustres
personajes
históricos y
escritores
ya
desde
el pre- renacimiento,
así
Iñigo López de Mendoza, I. marqués de Santillana
fue
autor
de las entre
otras de
Doctrinal de
Privados, Refranes que dicen las viejas tras el fuego “Las
serranillas”, Cantares e decires y
Prohemios; y
también poseyó una importante biblioteca que
luego pasaría a la casa de los Osuna con quienes emparientan.
A
su vez,
era tío
de Jorge Manrique y pariente de Garcilaso de la Vega.
Entre
los
ascendientes de
Almudena de Arteaga, Pedro
López de Ayala, autor
de la
obra satírica
Rimado de Palacio,
El
libro de la caza de las aves, y “Crónicas
de los reyes de Castilla.
Familia
de escritores y guerreros y
fiel Santillana a Juan II de
Castilla, a
ese rey debe el título de marqués de Santillana.
El
primer hijo del marqués recibió
el título de I duque del Infantado y
el segundo hijo
el de
I
conde
de Tendilla. Otro
hombre
de estado
fue
el
cardenal Pedro
González de Mendoza,
sexto
hijo del marqués de Santillana, fervoroso
defensor de la Católica y padre según ella
de “dos hermosos pecados”Rodrigo
e Íñigo.
No
me
es indiferente, nacida esta que escribe en la Ribera de Navarra, que
de la saga sea
el
venerable Juan
de Palafox y Mendoza,
mecenas
y
escritor,
obispo
de la Puebla de los
Ángeles en México y de Osma,
nacido
en Fitero.
Saga
fueron
los
Mendoza, genealogía
de la escritora, de
mujeres cultas
e importantes
como María
de Mendoza, mujer del comunero Padilla, la
princesa de Évoli, Ana
Mendoza y de la Cerda, a
la que Felipe II
condenó en reclusión por acusarla de conspiración con Antonio
Pérez en
el asesinato de Escobedo.
Continuando
la saga de escritores y notables
mecenas,
en
épocas recientes, Cristina
de Arteaga y Falguera.
Monja
jerónima, escritora, investigadora y licenciada
en
Ciencias
Históricas en la Complutense de Madrid disciplina
de la que obtuvo el doctorado
(1922)
fue
de las pocas mujeres aristócratas que en esas fechas de
primer cuarto de siglo XX cursó
el bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros, se matriculó en
la Universidad Complutense
y obtuvo
un doctorado
universitario. Presentó
la tesis doctoral D
Juan de Palafox y Mendoza;
por su
brillante expediente académico
se le concedió la Gran Cruz de Alfonso XII.
Coetánea
de la generación del 27, aunque muy alejada de sus presupuestos, fue
autora de un libro de poesía,
Sembrad, en
1924.
Ejerció
la
investigación
histórica,
al
mismo tiempo que la vida religiosa en la Orden Jerónima de la que ejerció de priora en el
convento de Santa Paula de Sevilla.
Son
trabajos de investigación de
su autoría:
La casa del
Infantado, cabeza de los Mendoza; Borja; Sembrarse; La vida plural y
dinámica del marqués de Santillana;
Beatriz Galindo la
latina;
María Dolores
Márquez,
fundadora de las filipenses Hijas de María Dolorosa;
Una mitra sobre
dos mundos, D Juan
de Palafox y Mendoza, Obispo de Puebla de los Ángeles
y Osma;
A
su munificencia se debe que esté en pie y
habitado
por
monjas jerónimas el
monasterio
renacentista de San Jerónimo de Granada, mi
convento
favorito,
allí
he
meditado
en su silencio, recreado
la Historia, contemplado
el sepulcro del cardenal Talavera – el
santo Alfaquí- y
admirado las trazas renacentistas
de la primera obra granadina de
Diego de Siloé. Sor
Cristina de
Arteaga,
heredera
del magnífico
Carmen
de
los Mártires de Granada, lo
cedió
al Ayuntamiento a cambio del convento desamortizado
de
las Jerónimas
que
mandó restaurar. Sor
Cristina no
abandonó el rigor y el trabajo de investigación
de
su carrera universitaria,
fue académica
correspondiente
de la RAH, y de las Buenas Letras de Sevilla, numeraria de la
Academia
de las Buenas Artes de Sevilla y Medalla de Oro de Granada.
Tal
vez por todos esos
muy respetables e ilustres personajes que la anteceden,
Almudena de Arteaga
es respetuosa con
la Historia
al escribir novela histórica
como la que hoy traigo al blog, e
inventa poco,
más bien se apoya en ella
para divulgarla
respetuosamente y utiliza los fuentes documentales con rigor
amoroso. Al
menos así
lo hace en Beatriz
Galindo, la latina, con
la que tiene lazos familiares. El
archivo de la Casa del Infantado se encuentra en el Archivo Histórico
Nacional.
Beatriz
Galindo, La Latina. Maestra de reinas
Editorial
Edaf, Madrid, 2007, premio
Algaba 2007, otorgado
por la editorial EDAF con Ámbito cultural El Corte Inglés.
Libro de recreación y, al mismo
tiempo de investigación, Arteaga recoje todos los datos
documentales existentes sobre Beatriz Galindo, pese a que gran parte
de los legajos relativos a la Latina y a Francisco Ramírez de
Madrid, su marido, y a las fundaciones del matrimonio, se perdieron en el expolio
sufrido por las monjas de la Concepción Jerónima en su convento de
Lista en la guerra civil. Apoya su texto en los biógrafos de Isabel
la Católica, Fernández de Oviedo y Pérez del Pulgar, en legajos
que se conservan en el Ayuntamiento de Madrid, el Archivo General de
Simancas y el Archivo de la Nobleza de Toledo, así como en estudios
biográficos previos, como el de su tía abuela Cristina de Arteaga,
o de Félix De los Llanos y Torriglia sobre Isabel Galindo y el de
Pedro Andrés Porras, sobre el Artillero Francisco Ramírez de
Madrid.
Narrado
en tercera persona por una narradora omnisciente, la biografía
traza un retablo del siglo en el
que incluye los datos referentes a la protagonista. La longevidad de
Beatriz Galindo le permite a
Arteaga recrear
los hechos más importantes de cuatro
reinados: Enrique
IV de Castilla y las luchas civiles entre los partidarios de Isabel
la Católica y la Beltraneja; Isabel de Trastámara, su
boda con Fernando
de Aragón, sus hijos
y las muertes de sus hijos
Juan, Isabel y el hijo de aquella, Miguel, heredero de Portugal y
España. Se extiende
a guerra de Granada y
la
toma;
la rebelión de los moriscos en las Alpujarras; los
viajes de Colón a las Indias; la
sucesión del reino a la muerte de Isabel y la enfermedad de Juana la
loca; la llegada de Carlos V, la lucha con los comuneros; el
nacimiento de Felipe II.
Todos los
datos históricos están
narrados con agilidad por
Almudena
de Arteaga
como fondo a la historia de Beatriz
Galindo,
profesora
de Latín de la reina Isabel y sus hijas
que vivió
y
acompañó
en la corte itinerante
a
la reina hasta su muerte en
1504.
Posteriormente a la muerte de la reina, la Galindo vive en Madrid su
propia independencia, y
dedica su afán
a las fundaciones estipuladas
por su esposo en el testamento.
Beatriz Galindo, nació en
Salamanca, ciudad universitaria por excelencia, en 1465 y vivió en
la actual calle de la Latina nº11. Afirma la biógrafa que fue hija
de un caballero de origen italiano oriundo de Zamora, Gricio,
descartando otras identidades atribuidas. Destinada al claustro
conventual a los 14 años, posiblemente por la escasa fortuna de su
padre y la imposibilidad de dote, su curiosidad intelectual, el
espíritu renacentista propio de la época, la estela universitaria
de estudio que la ciudad destilaba, - e imaginamos también que la
facilidad frente al latín por el origen italiano de su familia-
la impulsó a aprender la lengua de Lacio, que en el Renacimiento era
el lazo que unía a la alta cultura con la antigüedad clásica.
Debió frecuentar desde el claustro las bibliotecas de la Universidad
y de los colegios mayores, y movida por el afán de saber, aprender Latín a través de un diccionario y de los textos latinos, ya que el
idioma de los libros académicos, tanto de ciencia como de teología
y sagradas escrituras, estaban escritos en latín. El dominio de esa
lengua hizo que Beatriz Galindo, pese a lo no habitual de la
presencia femenina en la Universidad, pudiera dictar lecciones, en
ausencia de alguno de los cátedros.
No
era Galindo la única mujer que se interesaba y aprendía Latín
para leer directamente los libros de filosofía y teología. Un
pequeño círculo de mujeres aparecieron
por
primera vez en
la historia como protagonistas de su propia erudición, nada común
en otros ambientes que no fueran los renacentistas cultos.
Entre ellas Francisca de Nebrija, hija de Helio Antonio de Nebrija,
Florencia Pinar, de
la que se conservan poemas, Isabel
Vergara, Cecilia Marello, Alvara
Alba, Lorenza Méndez de Zurita, Francisca de los Ríos y Luisa
Sijea, conocida como “la Mineva”
por su sabiduría de los clásicos. Almudena de Arteaga añade además
los nombres de Juana de Contreras,
María Pacheco, Lucía Medrano y Mencía y María Hurtado
de Mendoza,
hijas del conde de Tendilla, y
nietas
del marqués de Santillana,
todas ellas citadas por Lucio Marineo Sículo en Ginecaerum
Hispaniae
Minervae. Isabel
la Católica, ya
reina,
impulsó
ese cambio de
mentalidad
en la mujer,
fue
consciente
de su falta de preparación y quiso desdecir al cardenal Carrillo
que, soberbio, afirmó:”Yo
saqué a doña Isabel de hilar
y la volveré a la rueca”(p.
34)
La fama de Beatriz Galindo se
había extendido fuera de los claustros y de la ciudad de Salamanca.
Iba a cambiar sus hábitos de novicia y jurar sus votos como
religiosa, cuando fue llamada por la reina Isabel como profesora de
latín de ella y de sus hijas. En 1485 La reina tendría 34 años,
20 Galindo, 20, Isabel 15, Juana 6, María 3, todavía no había
nacido Catalina ; el príncipe heredero Juan tenía sus propios
profesores de Latín, sus preceptores y corte. Abandonó Galindo
Salamanca para ir a Madrid, ser maestra de la reina y de sus hijas de
Latín y acompañar a la reina Isabel en su corte itinerante. ¿En
calidad de maestra? Los documentos que la citan, escribe la biógrafa,
siempre lo hacen como “criada” y no “dama”, aunque las
múltiples donaciones y distinciones otorgadas por la reina muestren
su cercanía como consejera muy estimada por la Católica. No
solamente enseñó la asignatura, dice Arteaga, sino que a ella misma
se le atribuye la escritura de los Comentarios sobre
Aristóteles, Notas sabias sobre las antiguas,
y las Poesías latinas, textos todos ellos
perdidos. En cuanto a su trabajo como maestra, debió la reina
aprender Latín correctamente, ya que en el inventario su biblioteca
a su muerte constaba de unos 200 libros, y abundaban los escritos en
esa lengua. Con respecto a las princesas, es sabido que su
conocimiento de la lengua las hizo famosas en las cortes europeas..
La distinciones dadas por la regia alumna a la profesora latina se
incrementaron con la elección por la reina Isabel hacia 1491 del que
debía ser esposo de Beatriz, un importante artillero que la doblaba
en edad: Francisco Ramírez de Oreña, o Ramírez de Madrid, llamado el Artillero. Pero eso sería seis años más tarde. de la llegada
de Galindo a Madrid para enseñar a la reina y a sus hijas, trabajo
al que se consagró con buenos resultados, además de acompañarlas
en sus desplazamientos.
Francisco Ramírez de Oreña,
futuro esposo de Isabel Galindo, había nacido en Madrid; fue hijo de
un hidalgo montañés de San Vicente de la Barquera. La vida y los
méritos del Artillero desde su inicio en el ejército es seguido con
precisión por la autora de este trabajo, que refleja documentando
las batallas ganadas. Era la artillería un avance estratégico
militar que estaba trasformando el arte bélico y el Artillero era un
buen estratega, llegó a construir sus propios artefactos, siendo
premiado económicamente y con donaciones de tierras por sus
actuaciones. Sus primeros hechos de armas se remontan a las
contiendas de Enrique IV. contra D Álvaro de Luna y continuaron
después en la guerra civil entre la Beltraneja e Isabel la Católica.
Batalló el Artillero inicialmente a favor de la primera, aunque
cambió a las huestes de los partidarios de Isabel y, ganada la
contienda, se le recompensó con 80.000 maravedís y se le nombró
secretario del Consejo. Su actuación con las tropas de los Reyes
Católicos se prolongó hasta su muerte en la Reconquista contra los
moros, y sus hazañas le hicieron rico en tierras y bienes, al
protagonizar tomas de ciudades estratégicas como Loja, Velez –
Málaga, Guadix o Baza. Recibió tierras de la conquista, mercedes
honoríficas y dotaciones económicas por ello y fue armado Caballero
por el propio rey Fernando. Posiblemente, explica Arteaga, debió el
artillero casarse con Beatriz Galindo tras la conquista de Granada en
1492. Era hombre de mérito, mayor y viudo, tenía seis hijos de su
primera mujer, pero las condiciones del contrato matrimonial, dictado
a orden de la reina, iban a beneficiar a los descendientes del
segundo matrimonio, si los hubiera. Almudena de Arteaga publica el
documento de las capitulaciones matrimoniales.
Pronto el artillero fue
canciller real, pasando por sus manos importantes documentos,
igualmente su posición de ventaja le facilitó acrecentar sus bienes
con tierras compradas a bajo coste tras la expulsión de los judíos
o incautadas a los moros, engrandeciendo su patrimonio. Fruto del
matrimonio fueron dos hijos que Galindo alumbró desplazándose a
Madrid, Fernán y Onofre; al primero los reyes le nombrarán
canciller de la Orden de Alcántara y paje del príncipe Juan. A la
muerte del príncipe serían ambos hijos nombrados pajes de la
reina. El artillero siguió ascendiendo y acumulando honores y
Beatriz Galindo recibiendo en sus hijos y en ella misma mercedes de
la reina. En 1501.La lucha contra los moros en la sublevación de las
Alpujarras ocasionó la muerte del Artillero en una emboscada. La
publicación da cumplida cuenta del testamento de Fernando Ramírez
de Madrid. Refrendaba el documento la fundación del mayorazgo de
Bornos para su hijo Fernán y un segundo mayorazgo para su hijo Nuflo
o Onofre, y dejaba en pie la fundación del Hospital de la Concepción de
Nuestra Señora de Madrid para servir a las necesidades de los
pobres, teniendo además una capilla o iglesia., un cementerio
adyacente y una cofradía Fue aprobado por Alejandro VI.
Continuó Galindo acompañando a
la reina Isabel cuatro años más, conoció las tensas relaciones de
la reina con su hija Juana, heredera del reino por la muerte
prematura del príncipe Juan, único hijo de los reyes y del hijo
de la primogénita fallecida Isabel, el príncipe Miguel, que
acompañaba a los reyes y que está enterrado en Granada en la cripta
de la Capilla Real al lado de los restos mortales de sus abuelos. Los
disgustos familiares fueron la tónica de esta última etapa del
reinado de Isabel la Católica hasta su muerte de en Medina del
Campo en octubre de 1504. Beatriz Galindo estuvo presente en su
agonía, tal y como muestra la pintura de Eduardo Rosales”El
testamento de la Reina” acompañando a su muerte el cadáver
a Granada, para darle cristiana sepultura; Yacía cubiertos por una
losa de mármol blanco en el convento de San Francisco de Granada,
hoy Parador San Francisco, donde aún puede contemplarse la losa.
Posteriormente los cadáveres de Isabel y Fernando de Aragón fueron
trasladados por su nieto Carlos V a la Capilla Real de Granada.
Acabada esta etapa, Beatriz
Galindo volvió a Madrid, dispuesta a llevar a término dos deseos
fundacionales del Artillero, sobreviviendo a la reina Isabel durante
treinta y un año. Tuvo su residencia en una casa de una planta de
estilo plateresco coronada por los escudos de los Galindo y los
Ramírez de Madrid, en la actual calle de Concepción Jerónima, al
lado del donde estuvo el monasterio de una de sus fundaciones. En una
parte de aquellas ruinas se alza el palacio de Viana, sede del
ministerio de Asuntos Exteriores. Su otra fundación fue el Hospital
de la Orden Franciscana de la calle Toledo, hoy parte de ello es el
famoso teatro La Latina .De carácter fuerte defendió Galindo sus
criterios no dudando, incluso llevando a juicio a las órdenes
religiosas a las que las que ella había favorecido. Lo hizo también
frente a sus descendientes. Murió en Madrid en noviembre de 1535,
su testamento es uno de los documentos que aporta esta biografía.
Almudena de Arteaga ha
investigado los lugares, las casa, las escrituras, los emplazamientos
donde la Latina edificó sus fundaciones, las actas fundacionales y
patronos, los problemas surgidos entre la Orden Jerónima y los Franciscanos, los problemas familiares habidos, el cuadro genealógico
de sus descendientes. De la Latina descienden el conde de Bornos y el
duque de Rivas. Maneja documentos y publica fotografías de lo que
fue y no existe, ya que quedan solamente los datos de dónde
fueron edificados, las ampliaciones urbanísticas que hicieron
imposible su mantenimiento. Entendemos que ese trabajo de
investigación de seguimiento es tan importante como los datos
biográficos anteriormente expuestos, ya que maneja información de
las fuentes y reproduce planos y documentos que demuestran su
capacidad de investigadora. Aporta también los retratos pictóricos
de Isabel Galindo y Francisco Ramírez que se conservan, no expuestos
al público, en el Museo Lázaro Galdeáno de Madrid, la fotografía
de los sepulcros vacíos que se conservan en el Museo Municipal de
Madrid, y que La latina destinó para las sepulturas de su esposo y
la suya propia, aunque no la ocupara y se enterrara discretamente,
como su señora la reina Isabel, pues lo hizo en el claustro del coro
de la Concepción Jerónima de Madrid en la actual calle Concepción
Jerónima Sus restos mortales se conservan en el convento de la
Concepción Jerónima en el Goloso, Madrid, edificio conventual al
que fueron trasladados después del expolio de la guerra civil y de
la venta del Convento de la Concepción Jerónima de la calle de
Lista,
Blog de artículos y poemarios propioshttps://www.blogger.com/blog/post/edit/8047983377257482587/4998124781986456999
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