En otras entradas hemos hablado de algunas mujeres indígenas
de la aristocracia inca y de las mestizas hijas de conquistadores y princesas
incas, quisiera dedicarle un poco de espacio en mi muro a una mujer española de
origen campesino, Inés Muñoz, que fue de las primeras mujeres que penetró en el
reino de Tahuantinsuyo y llegó a ser por
méritos propios una de las mujeres más acaudaladas y poderosas de Perú. Numerosos
textos académicos y divulgativos hablan de ella Ha merecido, incluso, una
pequeña entrada en la Real academia de la Historia y en el Instituto Cervantes.
No hay nada en el texto de investigación
mía, solamente el recordarla y la interpretación de su papel y el de las mujeres españolas manejando los datos aportados por los investigadores. Representa, Doña Inés Muñoz, a nuestro juicio, cómo la fidelidad y
el apego a las redes familiares, la valentía en la acción, la capacidad de aprendizaje
ante lo nuevo, el profundo arraigo a lo español, la lealtad a los principios y el
sentido práctico y la defensa del patrimonio propio hicieron de ella un símbolo
de la mujer fuerte de España.
Inés, campesina del sur de España, fue una mujer que trasmitió
en el nuevo mundo los modos, los hábitos y las costumbres españolas. El ascenso
social que inicialmente consiguió por ser su marido, Francisco Martín de
Alcántara, hermano uterino y ser ella cuñada de Francisco Pizarro, y estar ella
al gobierno de su casa y la educación de sus hijos, no acabó ni con el
asesinato de Francisco Pizarro ni el de su primer marido. Apoyó durante su larga vida a los
conquistadores y sus valores, fue leal a los Pizarro, incluso cuando los
pizarristas cayeron en desgracia, trasmitió
la lengua, la cultura y su fe en las tierras de Nueva Castilla, escribió un
diario contando lo vivido, protegió a
sus sobrinos mestizos y los salvó de la muerte, luchó contra los abusos de los virreyes,
los oidores, pleiteó para adquirir y mantener encomiendas, escribió
cartas al rey Carlos V de probanza, y generosamente fundó en su vejez el
monasterio de la Nuestra Señora Concepción de Lima, que acogía a viudas y
mestizas, daba becas a las mujeres sin recursos y, aunque profesó en contra de
la opinión del arzobispo, llegó a ser
abadesa.
Una mujer de origen humilde que adquirió por
sus méritos el título de doña, importante para la época. No fue menor la hazaña
de haber introducido y cultivado, dado su conocimiento de campesina, productos
agrícolas españoles desconocidos en América como el olivo, el trigo, los
melocotones, los melones, los pepinos, las naranjas y las granadas, por lo que fue llamada la Ceres peruana.
Espero en mi próximo viaje a Perú buscar en la Plaza de Armas
la manzana donde estuvo situada su casa, y seguir sus pasos por el Monasterio
de la Concepción donde reposan sus restos que así dicen:
Este cielo animado en breve esfera
Deposito es de un sol que en él reposa
El sol de la gran madre y generosa
Doña Inés de muñoz y de Rivera
Fue de Hanan Huanca encomendera
De don Antonio de Rivera esposa
De aquel que tremoló con mano airosa
De Alférez Real la Real Bandera
Fundó este a María gran convento
El papel en la conquista de las mujeres de España
Al hablar de la conquiste de las indias, no suele prestarse
protagonismo a las mujeres españolas de los conquistadores. Inicialmente no
fueron muchas las que corrieron el riesgo, pese al interés de los reyes de que
acompañaran a sus maridos. Hacía falta valentía para emprender el viaje al
nuevo mundo, largo y peligroso. El mundo de los conquistadores estaba desprovisto
de mujeres españolas, lo cual agudizaba los problemas de los aguerridos
conquistadores y podía conducirlos a los abusos con las mujeres indígenas. Fernando
el Católico facilitó la legalidad de los encuentros interraciales y apoyó los
matrimonios mixtos dictando una real cedula en 1514 que validaba los
matrimonios entre españoles e indígenas. Quiso para los españoles que se
desplazaban una emigración familiar orquestada con sus mujeres e hijos que les
permitiera formar redes de apoyo. De
1520 a 1539 se tiene constancia de que había 854 mujeres en el nuevo mundo, la
mayoría en Méjico y Santo Domingo. Inés Muñoz, alegaba que ella fue la primera
mujer casada que entró en el imperio inca. Se embarcó desde Sevilla rumbo a
Panamá con su marido, Francisco Martín Alcántara y dos hijas en 1530.
Las mujeres españolas, aun cumpliendo los roles femeninos más
tradicionales manteniendo sus hogares y cuidando a sus hijos, fueron las protagonistas
de la prolongación de las costumbres, la educación y la cultura española. Ellas
rigieron los hogares a la manera española. A ellas estuvo encomendada la
educación de sus hijos y de los mestizos
hijos de los conquistadores, ya que estos siempre consideraron superior su modo
de vida y su religión que la de los pueblos conquistados. La religión cristiana
siempre fue impuesta, y si hubo bodas antes del desposorio, las novias eran
bautizadas despojándose de los nombres incas y adquiriendo nombres cristianos. En
la educación de los mestizos de la clase privilegiada, como fueron los de los
Pizarro o el inca Garcilaso, aprendieron con las mujeres españolas la forma de vida y
el idioma, y ellas buscaron quienes les enseñaran lectura, escritura, religión
e incluso latín, como pedía Francisco Pizarro en su testamento para su hijo
Gonzalo; y las mujeres como Francisca Pizarro, tuvieron clases de clavicordio y
danza. Los iniciaron a la vida española en modos y formas sociales
También aprendieron las mujeres españolas las costumbres de
los indígenas, la forma de vestir, el lujo inca y las tradiciones; y de sus sirvientas
nativas, la cocina, el uso de los productos agrícolas y el modo de cocinarlos, la
elaboración de los pigmentos de sus lanas y sus tejidos. El enriquecimiento del ese intercambio mutuo en
el encuentre de dos mundos llega hasta hoy- no se entendería una gastronomía internacional
sin patata o sin tomate o sin pimientos, imprescindibles en la cocina
globalizada.
INÉS MUÑOZ
Hay noticias de que Inés Muñoz escribía un diario donde
contaba sus impresiones sobre lo que acontecía y las formas de vida, desde la
muerte de Atahualpa hasta el uso de la soga del diablo (Ayahuasca) pero no he
encontrado la confirmación en fuentes rigurosas.
El lugar de nacimiento de Inés Muñoz ofrece dudas, aunque la
mayoría de los historiadores da por bueno que nació en Castilleja del Campo
(Sevilla) en fechas inciertas, aproximadamente de finales del XV principios del
XVI. De familia campesina, estaba casada con el hermano de madre de Francisco
Pizarro, natural de Castilleja del Campo, siendo la madre de ambos, Francisca
González, que había sido criada de las freilas del monasterio de F de la Puerta
de Coria, Trujillo.
Cuando Francisco Pizarro llega de vuelta de Quito a Trujillo,
ya como conquistador, la aventura del oro y el éxito de Francisco movió a parte
de su familia acompañarle. Lo hicieron sus hermanos de padre Hernando, Juan Y
Gonzalo y el de Madre, Francisco Martín Alcántara.
Francisco Martín de Alcántara emprendió el viaje con su mujer,
Inés Muñoz y sus dos hijas Bárbola y Angélica. Fueron los únicos que iban en
familia. Salieron de Sevilla en 1530, pero el viaje no fue sencillo y sus dos hijas
enfermaron y murieron en las penalidades del trayecto. Desembarcó el matrimonio
en Panamá, imaginamos que muy contritos, y residieron en la misma casa de Francisco
Pizarro, asistiéndole en todo. Cuando Pizarro inició la entrada en el
Tahuantinsuyo Francisco Martín Alcántara formó parte de sus huestes e Inés se
quedó en Panamá, pero cuando regresan para avituallarse en 1532, Inés acompañó
a las huestes pizarristas y estuvo presente en Cajamarca y en el apresamiento
de Atahualpa y su posterior muerte.
Francisco Pizarro tomó por esposa por el rito inca a la
princesa Quipe Sisa, hermana de Atahualpa, que bautizada toma el nombre de Doña
Inés Yupanqui. Francisco estaba muy ilusionado con el embarazo de su joven
esposa e Inés acompaña a la joven que espera el parto en la primera ciudad
fundada en el Perú en abril 1934, Jauja. El nacimiento de una niña en diciembre
de 1534 llena de júbilo a Francisco Pizarro, que lo celebra con regocijo y
entre las celebraciones se juegan juegos de cañas a la manera peninsular en la
plaza de Jauja.
La lucha por la conquista siguió, y Pizarro elige una nueva
ciudad a conquistar para establecer la capitalidad del reino, más cerca del
mar. Tras un cerco en que ayudo a los españoles la madre de doña Beatriz, la
cacica Contarhuacho, los españoles triunfaron e instalaron en la nueva ciudad
su capitalidad, (1535) que llaman Ciudad de los Reyes (Lima) Inés Muñoz estuvo
presente cuando se repartieron los solares donde iban a edificar su casa, estaba
contigua a la de Francisco Pizarro. En la hoy Plaza de Armas de Lima, la casa
de Pizarro reedificada es la sede del Gobierno de Perú.
Francisco Pizarro tuvo por esas fechas con doña Inés Yupanqui
un nuevo hijo, Gonzalo, ambos serían legalizados por Carlos V. El marido de
Inés, Francisco Martín Alcántara iba con las huestes de Pizarro, con Hernando y
Gonzalo a la conquista, adquiriendo fama y encomiendas y siendo uno de los más
leales hombres de Pizarro. Mientras, los niños, Francisca y Gonzalo, eran
cuidados y educados en Lima por Inés Muñoz; ella era la que gobernaba la casa,
organizaba la compras y las comidas, cuidaba de sus sobrinos, encargaba
productos a España, ya que no se acostumbraron en general a la cocina inca. Dice
la historiadora María Rostworowski, que quizá la muerte de sus hijas agudizó el
sentido de maternidad de Inés Muñoz, pues fue verdadera madre protectora de sus
sobrinos mestizos y también de un nuevo sobrino, Francisco, porque por esas
fechas, Francisco Pizarro se había separado de doña Inés, la había dado en
matrimonio cristiano a Francisco de Ampuero, y él tenía una nueva compañera, la
princesa inca, Cuxirimay Ocllo, que tomó el nombre cristiano de doña Angelina.
Tuvieron dos hijos, al primero le llamaron Francisco Pizarro, nacido en Cuzco
en 1537 del que Doña Inés también se hizo cargo, y posteriormente otro hijo,
juan Los hijos de ese nuevo matrimonio no fueron legalizados.
Estas labores podían considerarse esencialmente femeninas,
aunque la trascendencia de ellas fue haberse desarrollado en un mundo nuevo que,
a través de mujeres como ella influían y se implantaban muy lejos del país de
origen. Como se implantaron, a mi parecer una aportación importantísima de Inés
Muñoz, semillas de frutos hasta entonces desconocidos para los indígenas y por
ella traídas y cultivados por sus conocimientos de campesina, productos agrícolas,
como trigo, olivos, melocotones, melones, pepinos, naranjas y granadas que Inés
cultivaba en un terreno llamado “Huerta Perdida”. Puestos a la venta alcanzaron
altos precios y fue muy rentable.
Es sabido que, cuando un país conquista a otro, los
conquistadores quieren saborear los productos del mundo perdido de su infancia,
a través de los cuales – su boca- aprendió a conocer el mundo que intentan
recuperar en la tierra conquistada. No fue un botánico, fue una sencilla mujer
quien lo hizo, para satisfacer los gustos gastronómico de los suyos.
Pero es tras el asesinato de Francisco Pizarro y de su marido en 1541 cuando Inés demostrará su fortaleza, su valentía y su capacidad de lucha
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