viernes, 4 de abril de 2025

INES MUÑOZ DE RIBERA, MUJER FUERTE DE ESPAÑA EN LAS INDIAS ( I )

 


En otras entradas hemos hablado de algunas mujeres indígenas de la aristocracia inca y de las mestizas hijas de conquistadores y princesas incas, quisiera dedicarle un poco de espacio en mi muro a una mujer española de origen campesino, Inés Muñoz, que fue de las primeras mujeres que penetró en el reino de Tahuantinsuyo   y llegó a ser por méritos propios una de las mujeres más acaudaladas y poderosas de Perú. Numerosos textos académicos y divulgativos hablan de ella Ha merecido, incluso, una pequeña entrada en la Real academia de la Historia y en el Instituto Cervantes.  No hay nada en el texto de investigación mía, solamente el recordarla y la interpretación de su papel y el de las mujeres españolas manejando los datos aportados por los investigadores. Representa, Doña Inés Muñoz,  a nuestro juicio, cómo la fidelidad y el apego a las redes familiares, la valentía en la acción, la capacidad de aprendizaje ante lo nuevo, el profundo arraigo a lo español, la lealtad a los principios y el sentido práctico y la defensa del patrimonio propio hicieron de ella un símbolo de la mujer fuerte de España.

Inés, campesina del sur de España, fue una mujer que trasmitió en el nuevo mundo los modos, los hábitos y las costumbres españolas. El ascenso social que inicialmente consiguió por ser su marido, Francisco Martín de Alcántara, hermano uterino y ser ella cuñada de Francisco Pizarro, y estar ella al gobierno de su casa y la educación de sus hijos, no acabó ni con el asesinato de Francisco Pizarro ni el de su primer marido.  Apoyó durante su larga vida a los conquistadores y sus valores, fue leal a los Pizarro, incluso cuando los pizarristas cayeron en desgracia,  trasmitió la lengua, la cultura y su fe en las tierras de Nueva Castilla, escribió un diario contando lo vivido,  protegió a sus sobrinos mestizos y los salvó de la muerte, luchó contra los abusos de los virreyes, los oidores, pleiteó   para adquirir y mantener encomiendas, escribió cartas al rey Carlos V de probanza, y generosamente fundó en su vejez el monasterio de la Nuestra Señora Concepción de Lima, que acogía a viudas y mestizas, daba becas a las mujeres sin recursos y, aunque profesó en contra de la opinión del arzobispo,  llegó a ser abadesa.

Una mujer de origen humilde que adquirió por sus méritos el título de doña, importante para la época. No fue menor la hazaña de haber introducido y cultivado, dado su conocimiento de campesina, productos agrícolas españoles desconocidos en América como el olivo, el trigo, los melocotones, los melones, los pepinos, las naranjas y las granadas, por lo que fue llamada la Ceres peruana.

Espero en mi próximo viaje a Perú buscar en la Plaza de Armas la manzana donde estuvo situada su casa, y seguir sus pasos por el Monasterio de la Concepción donde reposan sus restos que así dicen:

Este cielo animado en breve esfera

Deposito es de un sol que en él reposa

El sol de la gran madre y generosa

Doña Inés de muñoz y de Rivera

Fue de Hanan Huanca encomendera

De don Antonio de Rivera esposa

De aquel que tremoló con mano airosa

De Alférez Real la Real Bandera

Fundó este a María gran convento

 

El papel en la conquista de las mujeres de España

Al hablar de la conquiste de las indias, no suele prestarse protagonismo a las mujeres españolas de los conquistadores. Inicialmente no fueron muchas las que corrieron el riesgo, pese al interés de los reyes de que acompañaran a sus maridos. Hacía falta valentía para emprender el viaje al nuevo mundo, largo y peligroso. El mundo de los conquistadores estaba desprovisto de mujeres españolas, lo cual agudizaba los problemas de los aguerridos conquistadores y podía conducirlos a los abusos con las mujeres indígenas. Fernando el Católico facilitó la legalidad de los encuentros interraciales y apoyó los matrimonios mixtos dictando una real cedula en 1514 que validaba los matrimonios entre españoles e indígenas. Quiso para los españoles que se desplazaban una emigración familiar orquestada con sus mujeres e hijos que les permitiera formar redes de apoyo.  De 1520 a 1539 se tiene constancia de que había 854 mujeres en el nuevo mundo, la mayoría en Méjico y Santo Domingo. Inés Muñoz, alegaba que ella fue la primera mujer casada que entró en el imperio inca. Se embarcó desde Sevilla rumbo a Panamá con su marido, Francisco Martín Alcántara y dos hijas en 1530.

Las mujeres españolas, aun cumpliendo los roles femeninos más tradicionales manteniendo sus hogares y cuidando a sus hijos, fueron las protagonistas de la prolongación de las costumbres, la educación y la cultura española. Ellas rigieron los hogares a la manera española. A ellas estuvo encomendada la educación de sus hijos y  de los mestizos hijos de los conquistadores, ya que estos siempre consideraron superior su modo de vida y su religión que la de los pueblos conquistados. La religión cristiana siempre fue impuesta, y si hubo bodas antes del desposorio, las novias eran bautizadas despojándose de los nombres incas y adquiriendo nombres cristianos. En la educación de los mestizos de la clase privilegiada, como fueron los de los Pizarro o el inca Garcilaso, aprendieron  con las mujeres españolas la forma de vida y el idioma, y ellas buscaron quienes les enseñaran lectura, escritura, religión e incluso latín, como pedía Francisco Pizarro en su testamento para su hijo Gonzalo; y las mujeres como Francisca Pizarro, tuvieron clases de clavicordio y danza. Los iniciaron a la vida española  en modos y formas sociales

También aprendieron las mujeres españolas las costumbres de los indígenas, la forma de vestir, el lujo inca   y las tradiciones; y de sus sirvientas nativas, la cocina, el uso de los productos agrícolas y el modo de cocinarlos, la elaboración de los pigmentos de sus lanas y sus tejidos.  El enriquecimiento del ese intercambio mutuo en el encuentre de dos mundos llega hasta hoy- no se entendería una gastronomía internacional sin patata o sin tomate o sin pimientos, imprescindibles en la cocina globalizada.

INÉS MUÑOZ

Hay noticias de que Inés Muñoz escribía un diario donde contaba sus impresiones sobre lo que acontecía y las formas de vida, desde la muerte de Atahualpa hasta el uso de la soga del diablo (Ayahuasca) pero no he encontrado la confirmación en fuentes rigurosas.

El lugar de nacimiento de Inés Muñoz ofrece dudas, aunque la mayoría de los historiadores da por bueno que nació en Castilleja del Campo (Sevilla) en fechas inciertas, aproximadamente de finales del XV principios del XVI. De familia campesina, estaba casada con el hermano de madre de Francisco Pizarro, natural de Castilleja del Campo, siendo la madre de ambos, Francisca González, que había sido criada de las freilas del monasterio de F de la Puerta de Coria, Trujillo.

Cuando Francisco Pizarro llega de vuelta de Quito a Trujillo, ya como conquistador, la aventura del oro y el éxito de Francisco movió a parte de su familia acompañarle. Lo hicieron sus hermanos de padre Hernando, Juan Y Gonzalo y el de Madre, Francisco Martín Alcántara.

Francisco Martín de Alcántara emprendió el viaje con su mujer, Inés Muñoz y sus dos hijas Bárbola y Angélica. Fueron los únicos que iban en familia. Salieron de Sevilla en 1530, pero el viaje no fue sencillo y sus dos hijas enfermaron y murieron en las penalidades del trayecto. Desembarcó el matrimonio en Panamá, imaginamos que muy contritos, y residieron en la misma casa de Francisco Pizarro, asistiéndole en todo. Cuando Pizarro inició la entrada en el Tahuantinsuyo Francisco Martín Alcántara formó parte de sus huestes e Inés se quedó en Panamá, pero cuando regresan para avituallarse en 1532, Inés acompañó a las huestes pizarristas y estuvo presente en Cajamarca y en el apresamiento de Atahualpa y su posterior muerte.

Francisco Pizarro tomó por esposa por el rito inca a la princesa Quipe Sisa, hermana de Atahualpa, que bautizada toma el nombre de Doña Inés Yupanqui. Francisco estaba muy ilusionado con el embarazo de su joven esposa e Inés acompaña a la joven que espera el parto en la primera ciudad fundada en el Perú en abril 1934, Jauja. El nacimiento de una niña en diciembre de 1534 llena de júbilo a Francisco Pizarro, que lo celebra con regocijo y entre las celebraciones se juegan juegos de cañas a la manera peninsular en la plaza de Jauja.

La lucha por la conquista siguió, y Pizarro elige una nueva ciudad a conquistar para establecer la capitalidad del reino, más cerca del mar. Tras un cerco en que ayudo a los españoles la madre de doña Beatriz, la cacica Contarhuacho, los españoles triunfaron e instalaron en la nueva ciudad su capitalidad, (1535) que llaman Ciudad de los Reyes (Lima) Inés Muñoz estuvo presente cuando se repartieron los solares donde iban a edificar su casa, estaba contigua a la de Francisco Pizarro. En la hoy Plaza de Armas de Lima, la casa de Pizarro reedificada es la sede del Gobierno de Perú.

Francisco Pizarro tuvo por esas fechas con doña Inés Yupanqui un nuevo hijo, Gonzalo, ambos serían legalizados por Carlos V. El marido de Inés, Francisco Martín Alcántara iba con las huestes de Pizarro, con Hernando y Gonzalo a la conquista, adquiriendo fama y encomiendas y siendo uno de los más leales hombres de Pizarro. Mientras, los niños, Francisca y Gonzalo, eran cuidados y educados en Lima por Inés Muñoz; ella era la que gobernaba la casa, organizaba la compras y las comidas, cuidaba de sus sobrinos, encargaba productos a España, ya que no se acostumbraron en general a la cocina inca. Dice la historiadora María Rostworowski, que quizá la muerte de sus hijas agudizó el sentido de maternidad de Inés Muñoz, pues fue verdadera madre protectora de sus sobrinos mestizos y también de un nuevo sobrino, Francisco, porque por esas fechas, Francisco Pizarro se había separado de doña Inés, la había dado en matrimonio cristiano a Francisco de Ampuero, y él tenía una nueva compañera, la princesa inca, Cuxirimay Ocllo, que tomó el nombre cristiano de doña Angelina. Tuvieron dos hijos, al primero le llamaron Francisco Pizarro, nacido en Cuzco en 1537 del que Doña Inés también se hizo cargo, y posteriormente otro hijo, juan Los hijos de ese nuevo matrimonio no fueron legalizados.

Estas labores podían considerarse esencialmente femeninas, aunque la trascendencia de ellas fue haberse desarrollado en un mundo nuevo que, a través de mujeres como ella influían y se implantaban muy lejos del país de origen. Como se implantaron, a mi parecer una aportación importantísima de Inés Muñoz, semillas de frutos hasta entonces desconocidos para los indígenas y por ella traídas y cultivados por sus conocimientos de campesina, productos agrícolas, como trigo, olivos, melocotones, melones, pepinos, naranjas y granadas que Inés cultivaba en un terreno llamado “Huerta Perdida”. Puestos a la venta alcanzaron altos precios y fue muy rentable.

Es sabido que, cuando un país conquista a otro, los conquistadores quieren saborear los productos del mundo perdido de su infancia, a través de los cuales – su boca- aprendió a conocer el mundo que intentan recuperar en la tierra conquistada. No fue un botánico, fue una sencilla mujer quien lo hizo, para satisfacer los gustos gastronómico de los suyos.

Pero es tras el asesinato de Francisco Pizarro y de su marido en 1541 cuando  Inés demostrará su fortaleza, su valentía y su capacidad de lucha

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