Editorial Renacimiento, Espuela de Plata, Sevilla. Septiembre 2005. Edición y traducción y notas Luis Español Bouchée.
Como dije en mi entrada anterior , el texto de Campoamor me resultó sorprendente, porque su visión de la guerra civil y de la República no era lo que yo esperaba. Quiero reflejar con fidelidad su punto de vista, ya que el debate sobre la guerra civil sigue siendo muy actual en 2021 y la autora una relevante observadora. No tendré en cuenta otras versiones que catedráticos o políticos hayan podido hacer sobre los hechos narrados
DETERIORO DE LA REPÚBLICA
La primera intentona golpista, dice Campoamor, se debió a los monárquicos contra la República en agosto de 1932. Los alzados, a cuyo frente estaba el general Sanjurjo, fueron reducidos y solo triunfó momentáneamente en Sevilla. Se abrió una consejo de guerra en el que los militares sublevados perdieron sus empleos y el general Sanjurgo fue condenado a muerte, aunque se le conmutó la pena por prisión perpetua. La derecha amnistió a los militares sublevados, pero el presidente Alcalá Zamora dijo que, mientras él fuera presidente no recuperarían sus empleos. Sanjurjo consiguió exiliarse a Portugal.
Las
urnas en las elecciones de 1934 dieron el triunfo a la derecha y se formó el
gobierno, presidido por el partido Alejandro Lerroux del Partido Radical con
tres ministros de la CEDA. Dice
Campoamor, que el gobierno de Lerroux-Gil Robles salido de las urnas se mostró
poco hábil en las reformas sociales necesitadas, pero tampoco la izquierda
aceptó el resultado ya que consideraban
que el
Gobierno de la República era patrimonio de la izquierda. El descontento dio como resultado la Revolución obrera de Asturias. Campoamor considera que fue instigada por el socialista Prieto y por
Azaña y, al alzarse contra el Gobierno de la República, violaron la Constitución
haciendo desaparecer el respeto que la opinión pública tenía al derecho y a las
leyes. Campoamor afirma que la violencia de la sublevación de Asturias fue
comparable o aún más violenta que la de la Comuna de París y que sobrepasaba
todo lo que hasta el momento España había conocido Ni el Derecho ni la constitución respetaron los que instigaron la Revolución de Asturias
contra el Gobierno. Lerroux lo
consideró una guerra civil y declaró el Estado de Guerra y aplastó la
sublevación obrera con las tropas del norte de África, la Legión y los Regulares,
las fuerzas mejor preparadas del ejército. El Gobierno no respetó tampoco la ley
en el castigo a los revolucionarios. En la opinión de Campoamor, la represión se
ejerció sin respeto a la ley, hubo tres únicas condenas oficiales pero ninguno
de los responsables fue castigado; los jefes militares salvaron la vida y sin
embargo se torturó a los prisioneros, se fusilaron presos en las prisiones sin
instrucción de causa, se cometieron atrocidades ilegales y se demoró dieciséis
meses la causa. Aplastada la rebelión argumenta, Campoamor, cabía la
clemencia o una represión severa en un juicio rápido. La posibilidad de una
condena efectiva, argumenta, "hubiera proporcionado al país un
apaciguamiento duradero, o bien, la generosa clemencia hubiera borrado en
el pueblo las fuentes mismas del odio" (p.141) El odio ante los
desmanes gubernamentales, exacerbó el resentimiento, aprovechado, dice,
por "por oradores exaltados poco escrupulosos y preocupados,
sobre todo, de conjurar una posible derrota " (p. 142).
La sociedad
estaba muy alterada ante unos nuevos comicios em 1936. Dados los numerosos
partidos y la falta de militancia en ellos, los partidos de izquierdas se
unieron en coalición y alcanzaron el triunfo en las elecciones de 1936 y
formaron gobierno. Pero el gobierno del Frente Popular, presidido por Manuel
Azaña, reflexiona Campoamor, cometió dos errores. El primero fue hacer
concesiones a los extremistas que desde el 16 de febrero estaban celebrando su
triunfo con incendios, huelgas y actos violentos como si estuvieran luchando
con un gobierno enemigo. El segundo error fue aceptar que se adueñan de todos
los más altos cargos y poderes del Estado, saltándose todas las normas
establecidas sin el menor escrúpulo a la honestidad política. Haciendo uso de
la fuerza y no de la legalidad vigente, se ocuparon tierras, se atacó a todos
los adversarios tildándoles de "fascistas" y se organizaron
matanzas de personas provenientes de la derecha. Entre el 16 de febrero y el 7
de mayo de 1936, o sea a los tres meses de las elecciones, Campoamor
contabiliza: 178 saqueos de establecimientos públicos y privados, domicilios
particulares o iglesias; 178 incendios de establecimientos públicos y privados,
domicilios particulares e iglesias.712 atentados contra las personas, de las
cuales seguidas de muerte 78. Agravaba
aún más la situación la huelga general de la construcción fomentada por el
socialista Largo Caballero y las reivindicaciones sindicalistas más extremas.
Se añadían a los conflictos sociales la caótica actitud de los anarquistas que
campaban por sus respetos, comían en los restaurantes sin pagar la
factura y amenazaban a los propietarios. A eso se añadía la creación en octubre de 1933 por José Antonio Primo de Rivera del partido Falange Española, de ideología fascista. Todos los días habían asesinatos de uno y otro signo sin que el Gobierno pudiera poner orden
Tras
el asesinato del Teniente Castillo atribuido a los fascistas (que según nota a
pie de página el investigador Jan Gibson en su obra La noche que mataron a
Calvo Sotelo, Argós Vergara, 5º ed , p..207, atribuye a Requetés del
Tercio de Madrid) como venganza, la guardia de asalto y el teniente de la
guardia Guardia Civil Condés, se presentaron en casa de Calvo Sotelo, diputado
a Cortes y por tanto, con, con inmunidad parlamentaria, pidiendo que les
acompañase. Poco después su cadáver fue abandonado en el cementerio municipal.
Pero
Gobierno no reaccionó. Temiendo un motín no impuso sanciones y permaneció
inactivo e indeciso. Se suspendieron las sesiones de Cortes, pero no las de la Diputación
Permanente donde José Calvo Sotelo pronunció un discurso que fue considerado como
el inicio de la sublevación contra el
gobierno.(p. 113)
Sobre esta entrada; Estos acontecimientos nos son contados por una mujer republicana y poco sospechosa de no serlo fielmente que afirma el deterioro sufrido por la República en 1936. Quizá la crítica taxativa a la situación pueda ser mejor entendida desde su posición de abogada, pues toda su crítica se refiere al deterioro causado por el incumplimiento de la Constitución y de las leyes. Es la crítica racional de una jurista, entiendo, que había sido ponente de la Constitución y que veía en el fracaso de la República su incumplimiento, ya que consideraba que el Gobierno y los partidos políticos debían haberse regido por la Constitución y las leyes, y el no hacerlo precipitó su fracaso. Pese a su lucidez e intento de objetividad, puede, quizá, existir cierta animadversión contra Prieto, por la oposición beligerante del socialista en las Cortes contra el voto femenino, también por el presidencialismo de Azaña y de la tibieza de Lerroux. En el texto Campoamor se postula políticamente centrada y sus críticas van dirigidas hacia las posturas más radicales, anarquistas, sindicalistas, comunistas y algunos socialistas. Es de reseñar la falta de protagonismo que se da Campoamor a sí misma, ya que no menciona que fue una de los enviados por el gobierno para informar sobre la situación de Asturias y que era Directora General de Beneficencia. Tampoco dice que en octubre dimitió del puesto y pidió a Lerroux que la dejara presidir la entidad Pro Infancia Obrera para ocuparse de los niños huérfanos de la Revolución de Asturias. En 1835 abandona el partido Radical y le reprocha a Lerroux la represión obrera sufrida, tampoco lo menciona en la publicación
Su versión de los hechos me parece muy importante dado la relevancia de su figura pública en la República
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