Asistí a la presentación en Pamplona de la obra de Carmen Baroja en
el Casino Principal Con voz propia. Pensé que debería
escribir sobre ella, pero me asaltaba la duda de si debería empezar
desde el principio, desde el día que en la Residencia de Estudiantes
cené con Antonina Rodrigo y Amparo Hurtado y otra profesora ¿Varela?
y la doctora Hurtado nos contó estaba trabajándolo para publicar
el diario de la Baroja. El tema de la publicación del Diario me
interesó por la personalidad de la biografiada y esperé a que el
libro saliera. A veces ocurre que, si no estás atenta, publicaciones
interesantes se agotan sin que puedas más tarde hacerte con ellas,
así pasó con “Tres Barojas”
que editó Pamiela y es irrencontable.
Empezaré por el principio, Recuerdos de una mujer de la
Generación del 98. Barcelona,
Tusquet , 1999 editado
bajo
la responsabilidad de Amparo Hurtado, catedrática de la Universidad
Autónoma
de Barcelona.
¿Quien era Carmen Baroja? Bien merecería
llamarla como el segundo título de sus textos : una mujer “con
voz propia”. Sus opiniones son absolutamente independientes, no se
parece a nada ni a nadie. Ahora, al relerlo para subirlo al muro,
siento el mismo asombro que cuando lo leí en 1999, porque Carmen
Baroja era valiente en sus juicios sobre ella misma, sin un ápice de
autocompasión, ni pedantería. Y era sincera en sus juicios sobre
los personajes a los que conoció y con los que compartió la escena
cultural de la época. Su imparcialidad desmitificadora y la
desacralización de algunos, el parco y buen criterio sobre otros y
su personalidad para mantener una opinión, casi siempre única y
discrepante de lo que acostumbramos a leer sobre ellos, me dejaron
perpleja. Esa forma tajante nada rencorosa, pero si crítica, de
juzgar a personas famosas, algunas muy unidos a ella como sus
hermanos Pío y Ricardo, la pedantería de algunos, la cursilería de
otros, el arribismo de las y los republicanos. No se casa ni con
cirios ni con troyanos, ni tan siquiera con ella misma, eso hace que
resulte su punto de vista rápido, original y auténtico y
desprovisto de prejuicios religiosos, políticos o sociales: Ortega,
Marañón, Rivas, Azaña, Kent, Matilde Huici, Giménez Caballero, d
Órs, Solana, Gómez de la Serna, Azorín, Aragoneses, Magda Donato
son relaciones que a otra llenarían de vanidad, pero no a la Baroja.
El diario está escrito con posterioridad a los hechos (1943-1946) así que es
interesante saber que etapas recoge y cuales las que, con un velo de
misericordia o tristeza, evita.
Es una mujer cuyo sentido profundo de la vida da importancia a lo
que realmente lo tiene para ella y que puede pasar de tocar el piano
a cuidar cerdos. Se supone que una biografía puede utilizarse como
justificación de lo que no gusta de la trayectoria propia, entonces
no son al uso estos Recuerdos. Hace un balance de ella misma:
“jovencita romántica, casada defraudada, egoista por pedirle a la
vida más que lo que la vida le dio y al fin madre orgullosa y feliz
vieja y mayor con sus hijos. No no es egoísmo ese “tedium vitae
“que acusa”. Propio de la mujer del siglo XIX, es el mismo que el
de las mujeres escritoras de principios de siglo, como el de una
autora navarra de principios de siglo cuyo diario en este momento
estudio, es la disconformidad con no poder tener un proyecto propio.
Las mujeres de la burguesía eran educadas para señoritas casaderas,
y educadas en música, pintura , idiomas y elegancia, así se la
educó. Aunque no sea punto central esa protesta, existe la
disconformidad con su falta de estudios, la despreocupación con que
los suyos discriminaron con distinta vara de medir a hombres y
mujeres, la moralina con que se educaba a las chicas totalmente
distinta que la de sus hermanos, el egoísmo de éstos por dar por
bueno el sinsentido. Mira con piedad a las casaderas y a sus
madres; y hay rechazo de la situación. Tedio de vida también en un
matrimonio convencional y al uso que no le dio cancha y la redujo:
“Si hubiera tenido medios propios, en alguna ocasión hubiera
agarrado mis hijos y me hubiera marchado, pero no tuve nunca medios,
ni serví para ganar nada por falta de preparación, ni tuve coraje
para intentarlo ni de soltera ni de casada.
Probablemente, ha sido mejor (pg 45)
Su gusto era auténtico y la música
y la pintura fueron más que una afición caminos de conocimiento que
formaron en parte su carácter y, hermana pequeña, buscó en el
contacto con sus hermanos ampliar el horizonte. Con Pío estuvo en
París una temporada recorriendo museos y aprendiendo a desarrollar
su verdadera pasión por la orfebrería, en la que llegó a ganar
medallas, a pesar de que echó en falta una educación profesional
que la ayudara a controlar el oficio. Con Ricardo compartió el
taller y aprendió técnicas.
Es 1926
etapa feliz porque participa
en dos actividades que hace suyas, la creación del teatro
El Mirlo Blanco en
el piso de su hermano Ricardo y su mujer Carmen Monne y la fundación
del Lyceum Club.
La primera la sacó del aislamiento intelectual, que agudizaría más,
pienso yo,
su sensación de no ser comprendida ya que no fue compartida por su
marido. Y la segunda fue importante para encontrar un espacio propio
y darle
la responsabilad
de la dirigir la
Sección de Arte del Lyceum
club, de conocer a Luis de
Hoyos, catedrático de etnografía, folklore y a artes populares de
la Universidad de Madrid, y de
compartir con un grupo
inquieto de mujeres la
necesidad de
“una habitación propia”, aunque su espíritu crítico no le
permitió
bajar la guardia con respecto a ellas, de hecho cuando consideró que
se había politizado, abandonó el Lyceum.
Esa fue una de las cosas que me chocaron en la primera lectura de
1999 “Yo era francamente feminista”, en pasado. Quizá, pienso yo,
que el
feminismo era y es un movimiento colectivo y sería difícil para
una mujer no gregaria aceptar todas y cada una de las opiniones,
cuando las opiniones empiezan a contrastar con las propias, ya que
opina “ se ha politizado”. No está muy por la labor de que la
República fuera positiva, hay palabras de compasión con respecto a
la familia Real y de condena de la actitud de los nobles con respecto
al Rey, también en eso va contracorriente con sus amigas del Lyceum
club. Hay en los textos un
rechazo de la política de la República; y en la guerra de los dos
bandos en contienda, que pasa casi de puntillas, pero hace constar su
condena de los modos de los requetés y
de la posición de la Iglesia, a pesar de que es vascamente religiosa
y respetuosa con la tradición y entierra a su madre con toda la
liturgia habitual en los ancestrales formas religiosas de la vasco-
navarra Vera
de Bidasoa. El uso de sus manos para sembrar patatas o plantar la
tierra, es narrado con la misma satisfacción de la que hablaba de
su trabajo con los esmaltes o con las labores, sea trajes, encajes,
reposteros, restauración de arquetas, bancos eclesiales o
decoración de la casa.
Amparo Hurtado traza su biografía
estructurando las etapas por las casas en que vivió, muy interesante
y oportuno, porque entiendo que en esa fijación por “la casa” es
la necesidad de arraigo de una mujer que yo considero esencialmente
vasca. Etxeco
andrel Y no lo digo
por forofada – yo soy navarra pero no soy vasca- sino porque
encuentro en su sobriedad, en su austeridad , en su dureza de juicio,
en el sentido exquisito y selectivo de gusto por lo bello y bien
hecho, en su amor a la música , en la fortaleza de su maternidad, en
su prácticidad que ella misma reconoce como propio de su tierra,
cualidades que me son conocidas por cercanas. La casa es uno de los
símbolos más enraizados en lo vasco.
La guerra, vivida
en Vera de Bidasoa, es
contada con una narración objetiva y es en esa objetividad donde
encontramos el horror de lo vivido, aunque no lo adjetive.
De vuelta a Madrid, la vida de
Carmen Baroja, quizá ya no es tediosa, se siente útil: La compasión
por su marido, reconstruir la casa, hacerla habitable, lidiar con la
precaria economía de la posguerra, sentirse necesaria. Su
crítica se extiende a la rapiña de los nuevos conquistadores que
arrasan lo anterior.
Vieja y viuda es feliz.
Su felicidad son sus
sus
hijos, es sabido que
estuvieron muy unidos a su madre, no solamente por amor sino por los
vasos comunicantes de las propias aficiones, profesiones y gustos;
compartían
su fe en el Arte y la
Ciencia, estaba orgullosa de ellos. Las ambiciones que decía tener
de jovencita
ya nada importaban.
Nada dice Carmen Baroja de sus colaboraciones literarias. Al
casi final de su vida habla
de la trayectoria de sus hijos, Julio, del que se siente orgullosas y
de Pío, el chico. Luego hemos sabido también que su vida
intelectual se hizo constante y prolongada. El
balance de una vida, escrita con agilidad barojiana, es el de una
mujer inteligente, curiosa, luchadora, profunda, culta, refinada,
práctica.
La responsable del estudio, Amparo Hurtado,
respetuosa con los textos, añade aclaraciones y notas y hace un
resumen de la vida y también de la época cultural en que Baroja se
inscribe. Añade una oportuna y breve biografía de las personas
citadas. Mi balance: Muy interesante, un
buen trabajo de la doctora Hurtado y un texto imprescindible para
los que buscamos entender las razones humanas a través de los
notables protagonistas de su época, en
este caso el 98 femenino.
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