Creo que mucho ha cambiado la posición de la mujer, aunque incomprensiblemente, pese a la educación que pedían algunas bravas pioneras y que es un hecho hoy, sigue existiendo un placaje, y también menosprecio, en los juicios que algunos "intelectuales" hacen sobre su valoración de la mujer escritora ¿Sería posible un ME TOO literario? Seguro que si. Pero no es el blog lugar para ajustes de cuentas. Pienso que un intelectual no bloquea, sino que crece y se divierte con otro que ofrezca una visión distinta; y que solo los mediocres, o los egocéntricos, o los narcisistas invaden, bloquean, agreden y menosprecian- y copian- las visiones ajenas. Una cosa es la competitividad y otro que se utilice desde la superioridad inexistente del sexo. No existe. Escritores hay mucho más blandos e inanes, la fortaleza lingüistica y literaria y la capacidad de ahondar y de expresar no es atributo del sexo.
Mundo Cane. Pero vayamos al texto de 1852
Mundo Cane. Pero vayamos al texto de 1852
Domingo 11 julio 1852
LAS MUJERES ESCRITORAS
La vida literaria sobrepuja por
sus emociones y sus luchas las fuerzas de la mujer
Existe una prevención reconocida hasta por los países más
privilegiados contra las mujeres literatas, o por otro nombre
marisabidillas, etc.
Esta presunción, por desgracia general, ha arredrado a muchas en la
carrera de la literatura. El temor de la crítica del público ha
cortado no pocas veces los vuelos al genio general; pero las más se
ha estrellado contra ese eterno anatema que sin cesar fulminan los
hombres sobre las que, sin arredrarnos por los obstáculos que
embarazan de continuo la escabrosa marcha que seguimos, tratamos de
sostener a todo trance con la pluma nuestros desatendidos derechos.
Hombres hay que no tomarían por esposa una mujer de reconocido
renombre literario por cuanto oro reproducen las californias. Razones
mil podríamos aducir en contra de tan absurda preocupación, pero
nos abstendremos muy bien de hacerlo, tanto porque ya se han tomado
este trabajo plumas más autorizadas que la nuestra cuanto porque, al
ofrecer al público los primeros rasgos del genio femenil, hemos
previsto los inconvenientes que acarrea la vida literaria, y el ya
citado, por carecer absolutamente de importancia para nosotras, no
nos hará cejar ni un ápice el propósito que nos guía. Pasaremos
pues a tratar bajo otro punto de vista la cuestión.
Es ciertamente en los hombres una crueldad inaudita censurar de
continuo a las que después de cumplir las obligaciones que nos
imponen nuestro sexo y estado cultivamos las letras; ocupación que,
si bien miramos como un objeto de recreo a las tareas domésticas, es
la carrera en que emplean su vida muchos de ellos. Si fueran
imparciales ¿no confesarían francamente que nuestra conducta es más
digna de elogio que de vituperio? Preciso es alegar, en nuestro
abono, señores, que si tal prevención abrigáis contra
nosotras es porque sois testigos de eso que llamáis nuestros
triunfos y no presenciáis nuestros afanes ¿Imagináis tal vez que
al lanzarnos a la arena literaria recorremos una senda tapizada de
flores y embalsamada de perfumes, y que llueven a nuestros pies
coronas de laurel pero para ceñirlas no tenemos más trabajo que
colocarlas en nuestras cabezas? Ah! Dirigid una ojeada rápida a
nuestra vida, seguid nuestros pasos y presto saldréis de vuestro
error.
Vednos volver a horas avanzadas de la noche del teatro, las
sociedades, ect. Y, en vez de entregar el espíritu en manos del
sueño, ocuparnos en ojear pesados libros cuyo solo aspecto haría
horripilar a más de una de nuestras amabilísimas doctoras. Vednos
en los parajes públicos que frecuentamos, y en el retiro de nuestro
gabinete, cercenando el tiempo a las distracciones y al descanso para
atender alas multiplicadas obligaciones que sobre nosotros pesan.
Pero no, no os toméis tan pesado trabajo; fijad una mirada en el
semblante de la más modesta escritora, y un ligero examen lo
explicará todo. Sus ojos rodeados de azulados círculos, su frente,
prematuramente surcada, y su presencia abatida ¿no os revela que
pasa tal vez largas horas de insomnio, que el pensamiento devora su
mente, y que los vanos tiempos del orgullo no son susceptibles de
recompensar los afanes que consumen su existencia? ¿Por qué pues en
vez de criticarnos no os ocupáis de compadecernos? ¿No os lastima
vernos agobiadas al empezar a vivir?¿No os conmueve vernos hacer
esfuerzos sobre nuestra propia flaqueza?¿Y qué nos decís de las
emociones, la zozobra y la continua lucha que acarrea una vida
expuesta siempre al fallo de una sociedad que, aunque galante en la
apariencia, suele ser en el fondo exigente? ¿Y que decís de las
privaciones y molestias que aunque soportadas con gusto nos impone
nuestra cualidad de escritoras? ¡Cuantas veces ahogando los dolores
del alma nos vemos obligadas a dar tortura a la imaginación para
cumplir los compromisos que los amigos exigen a nuestra pluma
¡¡Cuantas también olvidando nuestras físicas dolencias
abandonamos el lecho para pesadas tareas, porque reclaman nuestra
firma los periódicos que redactamos!
Pero nada de esto os detenéis a examinar, señores; quemáis en aras
de vuestro orgullo el incienso de la adulación y decís por eso que
no hacemos más que hacinar laureles. Y cuanto os equivocáis. Al
elevar nuestro acento, ya en verso, ya en prosa, no solo cumplimos el
deber que nos hemos impuesto de defender los intereses de las
mujeres, si es que al propio tiempo rendimos un tributo de gratitud
al Supremo Hacedor. ¿Para qué puso la pluma en nuestra mano y
enriqueció nuestra mente con el estro divino de las Safo, las
Teresa, las Sigeas? Nada en el vasto imperio de la naturaleza nace
sin objeto: todo está previsto por su creador. Si todas las flores
fueran iguales cansaría su perfume, no podrían servir para los
diferentes usos a los que las destina, y los prensiles presentarían
un aspecto monótono. Si todas las mujeres fueran escritoras muchos
hombres no sabrían en que ocuparse y el mundo sería una confusión.
Dios al crear débil aquel ser hizo algunas excepciones, y repartió
en todas los países mujeres que alzaran la voz en nombre de la mitad
del mundo; y su acento sonoro, resonando con poderoso eco en la otra
mitad, ha sido y será legado de la posteridad de unas y en otras
generaciones.
¿Por qué pues queréis que desaprovechemos el rico tesoro que con
mano previsora nos prodigara la Providencia? ¿Por qué queréis que
desatendamos la más sagrada obligación? ¿Tenemos que luchar a cada
paso con insuperables obstáculos? ¿Nos faltan talentos para llevar
a cabo la colosal empresa de mejorar nuestra suerte presente y
futura? ¿Tenemos que luchar a cada paso con insuperables obstáculos?
Nada importa. Ánimos decididos como los nuestros no se arredran ante
ningún tipo de escollos, pues tienen presente que de la constancia
es el premio.
Acérrimas defensoras de nuestro sexo, mucho podríamos hacer en pro
de él si las facultades del entendimiento igualaran la firmeza de
nuestra voluntad: esta suplirá nuestra insuficiencia; pero aún
cuando un éxito feliz no coronara nuestros esfuerzos, nos
acompañaría la satisfacción de haber hecho para su buen logro
cuanto ha estado a nuestro alcance. Temerario es en verdad nuestro
proyecto. Jóvenes que empezamos a recorrer la senda de la vida, y
que hace un año no habríamos tomado la pluma mas que para seguir
correspondencia con nuestras amigas, hoy sin guía ni experiencia
nos lanzamos a sostener importantes cuestiones, cargando al hacerlo
con inmensa responsabilidad: Mas la sana intención que nos anima
atenuará algún tanto tamaño atrevimiento. Quedarnos estancadas en
la estrecha senda que tan perezosamente trillaron nuestras abuelas,
sería atrasar mucho en el siglo de las luces, de la ilustración y
del vapor: nosotras estamos precisadas a caminar al par de los
adelantos de la época : no podemos desperdiciar el único medio que
se nos presenta de coadyuvar de algún modo a los progresos de los
hombres: somos obligadas a seguir el ejemplo que nos han, trazado al
lanzarse al vasto campo de la civilización y las mejoras generales,
excepto a la más importante, a la del desarrollo de las facultades
intelectuales de la mujer. ¿Por qué pues no le hemos de procurar
nosotras? Nace el ruiseñor y lanza un caudal de armonía; bulle el
arroyo y exhala un murmullo; nace la rosa y vierte su perfume; ¿Y
nosotras somos de peor condición? ¿ A nosotras, seres racionales en
cuya frente brilla el sello de la divinidad nos ha de ser vedado lo
que es permitido a un ave?¿A un Río?¿A una flor? Pesad nuestras
palabras y ver si en esta, como en otras ocasiones, está la razón
de nuestra parte.
Y no se crea que al expresarnos así tratamos de invadir
atribuciones que en manera alguna puedan adunarse con la tranquilidad
de nuestro carácter y la debilidad de nuestra naturaleza. Lejos de
nosotras tan absurdo propósito. Rijan en buena hora los hombres los
destinos del Estado desde el mundo del poder. Lleven con sus armas
vencedoras sus repetidas victorias en los confines del globo. Viertan
sobre el papel pensamientos que los inmortalicen, y graben con
caracteres de oro sus nombres en la historia. Nuestra ambición es
más limitada, más noble. “Mejorar la situación de la sociedad
por medio de la instrucción de la mujer, y defender la causa de sus
derechos; he aquí el lema de la bandera que hemos enarbolado, y
bajo la que vienen a alistarse de continuo nuevos ingenios femeniles.
Más concluyamos por hoy.
Si soportamos en nuestros débiles hombros una carga que hasta el
presente siglo ha pesado sobre el sexo fuerte, salvando raras
excepciones; si arrastramos el anatema que esta fulmine sin cesar
sobre las que nos arrogamos derechos que juzgó eran patrimonio exclusivo suyo; si haciendo frente a todos los obstáculos
recorremos ser sin vacilar la áspera senda a la que nos hemos lanzado, es, lo
repetimos, para proporcionar a la sociedad, por medio de la
ilustración de nuestro sexo, bienes incalculables, que bajo ningún
concepto pueden ser desconocidos, y para afianzar sobre sólidos
cimientos el vacilante trono de la mujer
M V D
Blog de creación propia
https://charofuentes.blogspot.com/
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