miércoles, 16 de abril de 2025

DOÑA INÉS MUÑOZ, POBLADORA; ENCOMENDERA, FUNDADORA Y ABADESA (II)

 


Inés Muñoz sufrió las consecuencias de los enfrentamientos entre los conquistadores y demostró fortaleza y lealtad.

 Las luchas por el territorio y las tensiones por el control de las tierras conquistadas continuaban con una guerra civil entre los españoles. Desde 1537 Pizarro ostentaba el título de Marqués otorgado por la Corona, era rico y poderoso; Diego de Almagro, en clara situación de desventaja económica por no haber encontrado la esperada riqueza en Chile, disputaba a los Pizarro el gobierno de la ciudad de Cuzco, lo que ocasionó enfrentamientos entre pizarristas y almagristas que se saldó en la batalla de Salinas en 1538 con el triunfo de Hernando Pizarro, que entró en la ciudad de Cuzco, hizo prisionero y mandó ejecutar a Diego de Almagro. El fatal desenlace agudizó el deseo de venganza entre los partidarios de Almagro y la condena del rey español Carlos V, pues Almagro era un conquistador, máximo título de honor de los españoles en Las Indias.

En Lima

En la Ciudad de los Reyes Francisco Pizarro, alejado de la contienda, ejercía funciones de gobernación. Con él se habían establecido desde 1535 Dña. Inés Muñoz y su marido, D. Francisco Martín Alcántara. Mucho se habían encumbrado, a Martín de Alcántara Pizarro le había nombrado Regidor Perpetuo de la ciudad de Lima, poseía importantes redes sociales y encomiendas, tenía el rango de capitán, descubridor, conquistador y poblador. Había solicitado al rey y conseguido el privilegio de armas. Habitaban en el mismo palacio y  Dña. Inés se  ocupaba de los asuntos domésticos y de la crianza de los hijos de Francisco Pizarro, ya que el Marqués quería para ellos una educación a la española. Quizá Francisco Pizarro confiaba la gobernanza doméstica de su casa y la educación de sus hijos al único de sus hermanos que estaba casado con una mujer española, siendo además Inés muy valorada por su cuñado, la llamaba hermana; era el afán de doña Inés la buena organización de la casa y de que la mesa estuviera abastecida con productos que cultivaba en La Huerta Perdida o mandaba traer de España[1].  Doña Inés, que había perdido a sus dos hijas en el trayecto desde Sevilla a Panamá, debió tener un sentido maternal que compensó con el amor a sus sobrinos.  Entristeció a Dña. Inés Muñoz la separación de Pizarro de doña Inés Yupanqui, a la que seguía tratando, pues sentía afecto por la primera compañera de Pizarro. Aunque Pizarro convivía con doña Angelina, los Martín de Alcántara estaban también responsabilizados de la educación de Francisco, hijo de Pizarro y doña Angelina. Ante los españoles y los indígenas, Doña Inés tenía autoridad y categoría por pertenecer a la élite social, por cuñada del gobernador y por pobladora, ya que en 1535 había participado en la creación de la Ciudad de los Reyes y la distribución de solares. En 1537 solo había 15 españolas en la ciudad de los Reyes.

Muerte de Francisco Pizarro

En junio de 1541, estando Francisco Pizarro en su palacio en Lima junto con Francisco Martín Alcántara, Diego de Chaves y alguno de sus partidarios, Diego de Almagro el Mozo, hijo mestizo de Diego de Almagro, ansioso de venganza y de afán de botín, penetró junto con Juan de Rada y un grupo de conjurados en el palacio del gobernador y, a pesar de la resistencia ofrecida,  mataron a Francisco Pizarro, a Francisco Martín de Alcántara, a alguno de sus partidarios que se mantuvieron leales , a los dos pajes que con él estaban, los demás huyeron por la ventana Cundió el terror entre los españoles pizarristas en la Ciudad de los Reyes, los almagristas asaltaron las casas de los pizarristas, sus propiedades fueron saqueadas, sus partidarios muertos o torturados y se hicieron con el control total de la ciudad.

Enterramiento y huida de Lima

Doña Inés Muñoz perdió el mismo día a su marido y a su cuñado y supo el peligro que corrían los niños. Francisca tenía siete años, Gonzalo seis y Francisco cuatro. Su posición era muy vulnerable, ningún Pizarro estaba en aquel momento en Lima; Hernando Pizarro, sufría condena en el castillo de Medina del Campo en España como consecuencia del ajusticiamiento de Almagro; Gonzalo Pizarro acababa de llegar de la expedición al país de la Canela a Quito; Juan Pizarro había muerto unos años atrás en las luchas contra Manco Inca. Por el miedo de que los niños fueran asesinados Inés Muñoz, antes incluso de enterrar a los muertos, se preocupó de la situación de los pequeños huérfanos y los refugió en el convento de la Merced. No todos los historiadores citan el nombre del convento, no lo hace María Rostworowski[2]. En mi opinión, dado el amor y la predilección que durante toda su vida Francisca Pizarro muestra a dicha Orden, es factible que así fuera; recordaremos que, antes de su salida a España, en 1549 Francisca Pizarro manda a su tutor que donase cuatro solares al convento de Nuestra señora de la Merced de Quito[3]

Difieren los historiadores en las noticias sobre el enterramiento de Pizarro y Francisco Martín de Alcántara, aunque todos coinciden en la valentía y protagonismo de Dña. Inés Muñoz, que se enfrentó de palabra y de hecho con los almagristas. En la probanza que hizo I en 1574 frente al Consejo de Indias, decía que fue ella la que se preocupó en darles enterramiento sin ayuda de ningún español, por el miedo que le tenían a Diego de Almagro el Mozo, y que se había enfrentado con él diciéndole “feas palabras”[4] , según recoge María Rostworowski[5]. Cuneo Vidal afirma que Vaca de Castro, escribió una carta al rey y cuenta que lo echaron en medio de la plaza como a los malhechores[6]. Vaca de Castro, enviado por el rey para dirimir las luchas entre pizarristas y almagristas debió de estar bien informado, ya que siguió de cerca los sucesos.  Francisco Cillán afirma que los cadáveres de Francisco Pizarro y de Francisco Martín de Alcántara fueron arrojados en medio de la plaza y allí estuvieron hasta la tarde en que unos criados de Pizarro, Carmen la trujillana y Lorenzo Hurtado los cubrieron con una sábana blanca, más tarde acudieron el capellán García Diaz y el escribano Pedro López e Inés Muñoz e Isabel Rodríguez, lo hicieron después de buscar refugio para los huérfanos. Inés besó a Pizarro y abrazó a su marido[7] Inés Muñoz y Lorenzo Hurtado echaron los cadáveres a una sábana blanca, Pizarro con el hábito de caballero Santiago   y los enterraron casi de forma clandestina[8]  en el patio de los naranjos de la Iglesia Mayor,[9] entonces en construcción.[10] La versión más aceptada es que fueron enterrados por Inés Muñoz, Juan Barbarán, su mujer María Lezcano y Pedro López, secretario de Pizarro además de algún esclavo negro.

Quizá en las declaraciones de Inés Muñoz sobre la única autoría de el enterramiento exista un afán de adjudicarse méritos, ya que, por esas fechas muy posteriores, de 1574 que es cuando escribe la probanza, sus encomiendas estaban siendo amenazadas y necesitaba exponer sus méritos para evitarlo. También difiere la forma con que cuenta cómo salvó a los niños, aunque ninguna de las formas en que los historiadores lo cuentan le resta mérito.

Recoge María Rostworowski la declaración del diplomático e historiador peruano, Raúl Porras Barrenechea[11]:  Doña Inés Muñoz se presentó en lutada con el niño, Gonzalo, ante el cabildo de Lima.  Se abrió el testamento de Pizarro donde se designaba a Gonzalo heredero universal, mayorazgo, patrón de las capellanías, sucesor en el marquesado y en la gobernación del Perú. A su hermana Francisca ordenaba que se le den 12.000 pesos de oro de lo mejor parado de sus bienes y que sea llamada heredero universal en el caso de fallecimiento de Gonzalo. Los dos hijos eran los herederos de Pizarro, lo que podía en mayor riesgo a los niños, nada decía de su otro hijo.  Los pizarristas no respetaron el testamento Según declaraciones en la probanza de Inés Muñoz, ante la amenaza de un posible asesinato de los niños, huyó con los dos sobrinos en barco con destino a Tumbes, pagó por el viaje 3000 pesos. Desde Tumbes alquiló caballos después de vender las joyas que había rescatado del expolio de su casa y con los dos sobrinos se fue a Quito al encuentro de Vaca de Castro, el enviado del rey de España. Con él se desplazaron a Trujillo, residiendo allí hasta que los pizarristas fueron derrotados.

La otra versión de los hechos difiere. Del proceso seguido contra Diego Méndez, secuaz de Diego de Almagro el Mozo, se desprende que de Doña Inés, Gonzalo y Francisca fueron hechos prisioneros por orden de Juan de Rada y conducidos a bordo de una nave con la orden de enderezar rumbo al norte y dejarlos en una isla[12]desierta.

En mi opinión, una vez que doña Inés sacó de su escondite a Gonzalo, era difícil pensar que los almagristas fueran a dejar con vida a los chicos, ya que eran descendientes y herederos legítimos de Francisco Pizarro y no iban a respetar su testamento; tampoco, en mi opinión, podían asesinarlos, pues el enviado del rey de España, Vaca de Castro estaba al llegar. Es posible que decidieran dejarlos en una isla para que murieran. El conductor de la nave, o bien porque Inés Muñoz le pagó, o bien porque se compadeció de los niños, no cumplió lo mandado y los desembarcó en Tumbes. No deja esta de ser una opinión mía sin ningún otro dato.

María Rostworowski recoge las dos versiones del acontecimiento. Las cualquiera de las dos demuestra la entereza de una mujer previsora, arriesgada y valiente.

Vaca de Castro vence a los almagristas en la batalla de Chupas en 1542 y doña Inés y sus sobrinos regresan a lima

Doña Inés Muñoz, encomendera y tutora[13]

Las redes de apoyo de Doña Inés disminuyeron con el asesinato de Francisco Pizarro y de su esposo. Si inicialmente se le había concedido a Pizarro    el derecho a otorgar encomiendas, un nuevo poder del rey se enfrentaba a la forma de gobierno de los conquistadores.

Las encomiendas era un importante sistema jurídico en que se permitía a un español beneficiarse del trabajo de los indígenas de un determinado territorio. Como en el sistema feudal, los indios trabajaban para el encomendero y a cambio éste les daba apoyo militar y se encargaba de la evangelización. Vaca de Castro, representante del rey de España, se atribuía en su nombre cambiar la propiedad de las encomiendas y otorgarlas a los que con él habían llegado de España y vencido a los almagristas.

La corona, a través de sus representantes, intentaba cambiar la forma de repartimientos, se cuestionaban los propios repartimientos; el enviado del rey planteaba que las mujeres viudas no pudieran hacerse con las encomiendas, alegando falta de capacidad de las encomenderas para dirigir a los indios; y también que no convenía que las ciudades pudieran llenarse de encomenderas viudas. Otra cuestión alegada era que podía haber engaños de mujeres indias casadas in extremis para poder heredar. También cuestionaba que los huérfanos mestizos pudieran  heredar a su padre. Las Nuevas Leyes de Indias promulgadas por Carlos I en 1542 buscaban organizar y reformar el gobierno de las Indias, suprimir. las encomiendas y proteger a los indígenas de los abusos de los encomenderos. Una de las normas era que al morir el encomendero sus bienes deberían de pasar a la Corona Cuestionaba el trato de los españoles para con los indios de las encomiendas, a los que de ninguna manera se les podía esclavizar. Fueron unos de los textos legales más importantes del imperio español.

Unos de los primeros afectados fueron los repartimientos de los hijos de Francisco Pizarro y los de Doña Inés Muñoz.  El asesinato de su marido, Francisco Martín de Alcántara, dejó a Doña Inés viuda y rica heredera de las cuatro encomiendas otorgadas por su cuñado, un primer repartimiento en Mancha, Collique, Jauja y Huaúco, con los respectivos indios; Y el asesinato de Francisco Pizarro, cuyo testamento le confiaba el cuidado de sus hijos, le hizo responsable de asumir la tutoría de sus dos sobrinos y salvaguardar su vida y sus propiedades. Era propiedad de Francisca Pizarro Huaylas, en Lima con 3000 indios, Chimo, con 1000, Conchuco, 800 indios Lima y Chunquitanta, Atabillos, y de Don Gonzalo Canta, Huaura, Tucay, Avisca, Pomachondas, Chuquiabo, Congara con todos los indios correspondientes[14], además de casas, solares y huertas. Vaca de Castro necesitaba encomiendas para concederlas a los suyos y desposeyó a los dos hijos de Pizarro, y a Doña Inés de su encomienda de Huanúco.  Doña Inés, disconforme, planteó una demanda ante la Real Audiencia y escribió una carta al rey de España el 20 mayo 1543, pidiéndole la devolución de todos los bienes de los hijos de Pizarro, de su encomienda y de unos indios. Alegaba ser la primera mujer casada que llegó al Perú, pobladora, cuñada de Francisco Pizarro; declaraba que sus sobrinos eran hijos del conquistador y gobernador de Nueva Castilla y necesitaban las encomiendas, dada la situación de huérfanos sin otros medios de subsistencia. Ganó el pleito.

Gonzalo debió morir de muerte por enfermedad a los siete años, a la vuelta del viaje del norte, según una carta de Dña. Inés Muñoz dirigida al rey en mayo de 1543 desde Lima, según recoge María Rostworowski en mayo de 1543. La herencia de Gonzalo, según testamento de su padre, pasaba a Doña Francisca, su hermana.

 El pulso que esta vez había ganado se mantuvo durante toda su vida con distintas sentencias. Doña Inés volvió a casarse. Rentabilizó los bienes de las encomiendas, los frutos que cultivaba en la Huerta Perdida, además del establecimiento del negocio del primer obraje de lanas castellanas, la Sapallanga, en Jauja.

La segunda boda de Doña Inés Muñoz.

Hacia 1545 Doña Inés Muñoz contrae matrimonio con D. Antonio Ribera, caballero de Santiago y miembro del cabildo, oriundo de Valladolid, un hombre muy destacado, afín a los Pizarro. D. Antonio de Ribera, de una extracción social superior y reputada familia, descendía de Antonio de Ribera, paje del Príncipe D Juan, y de Doña Isabel de Beteta y Hoces de Valladolid. La boda convino a Doña Inés, le permitía mantener el poder económico de sus repartimientos; el esposo pertenecía al núcleo de los Pizarro, había acompañado a Gonzalo Pizarro a la incursión en el País de la Canela.; por su parte D Antonio accedía por matrimonio a la titularidad de las encomiendas de doña Inés y al prestigioso grupo de los encomenderos . Tuvieron un hijo que se llamó Antonio de Ribera el Mozo. En 1545 y 1546 fue alcalde de Lima. Doña Inés y su esposo continuaron como cuidadores de Francisca Pizarro Yupanqui, aunque la tutoría y administración de los bienes corrió a cargo de Gonzalo Pizarro. El matrimonio vivió con ella, protegió los bienes de Doña Francisca, le dieron educación acorde con su categoría, según mandato de Gonzalo Pizarro, tío de Doña Francisca. A la muerte de Gonzalo Pizarro fue Antonio de Ribera su tutor

Muerte de Gonzalo Pizarro. Consecuencias

Gonzalo Pizarro, hermano de padre de Francisco y conquistador él mismo, era, muerto Francisco, la cabeza visible de los Pizarro en Perú.  Las leyes Nuevas de Indias, ideada por el teólogo dominico, fray Bartolomé de las Casas, afectaba a los encomenderos en su relación con los indios y protegía a estos de los posibles abusos.  Promulgadas en 1442, época de la creación de la Real Audiencia y la creación del Virreinato del Perú, el primer virrey, Blasco Gómez Vela, intentó poner en vigor las Nuevas Leyes. Los encomenderos se rebelaron. La rebelión frente al virrey y la Corona estuvo encabezada por Gonzalo Pizarro. Aunque inicialmente el triunfo estuvo en el campo de los encomenderos que llegaron a degollar a Vaca de Castro, se saldó con la derrota de Gonzalo Pizarro, la derogación de las Nuevas Leyes    y el triunfo de la Corona y del presidente de la Real Audiencia, Pedro de la Gasca en 1448.

D Antonio de Ribera que inicialmente apoyó a los encomenderos, posteriormente defendió las tropas del rey, a pesar de ello tuvieron problemas por la rebelión de Pizarro. Antonio de Ribera e Inés Muñoz, muerto Gonzalo, eran los tutores de Francisca Pizarro Yupanqui. La Gasca escribió al rey manifestándole que era peligroso que los descendientes de los Pizarro siguieran en Perú, porque se podía crear una aristocracia inca- española independiente de la Corona. A instancia de La Gasca, por real cédula del11 marzo de 1550, el rey manda que los hijos de Pizarro se trasladen a España.  Los tutores de Francisca, Dña. Inés Muñoz y D. Antonio Ribera vendieron con lealtad sus propiedades cuando, a instancias del rey, Doña Francisca Pizarro partió para España. En el barco se trasladaría también Francisco, hijo de Francisco Pizarro y Doña Angelina. El matrimonio administró los bienes de Francisca desde 1547-53 hasta que tomó el relevo Hernando Pizarro, casándose con Doña Francisca Pizarro Yupanqui y colocando a sus administradores. En 1553 D Antonio se presentó ante la Audiencia de Lima como curador y tutor de doña Francisca, pidiendo licencia para enviar dinero a España que le fue denegada. A pesar de ello,  Hernando pleiteó con Alcántara y Dña. Inés acusándoles de mala administración, los pleitos se alargan tras la muerte de Antonio de Ribera. Es opinión mía que la iniciativa partió no de doña Inés Pizarro sino de Hernando.

La situación de los parientes de Pizarro se complicó, por consideraos por las nuevas autoridades, rebeldes a la Corona, Especialmente exigente con los re particiones de los encomenderos a favor de la Corona fue el virrey Francisco de Toledo. No cesaron los problemas con las propiedades; en 1558 el marqués de Cañete[15] escribió una misiva al rey diciéndole que no convenía que hubiera gente muy rica en Perú como el matrimonio Alcántara, ni tampoco persones leales a los Pizarro en Perú y sugiere que los mandara a España; que les desposeyera de sus repartimientos, ya que eran muchas las encomiendas y sólo tenían un hijo. Que las encomiendas pasaran a la Corona (Rostworowski, p.35) No se llevó a cabo.

 En 1560 viene a España Antonio de Ribera como Procurador General de los encomenderos para tratar con el rey y es a su vuelta cuando lleva en tinajas a Lima plantel de olivos de Aljarafe, Sevilla; tres de ellos llegan prenden y los cultivan en la Huerta Perdida.  Dice el Inca Garcilaso de la Vega que los hacen vigilar día y noche por cien esclavos negros y treinta perros. A pesar de ello uno de ellos fue robado y llevado a Chile, echando muchos renuevos. A Ribera lo atribuyen Ricardo Palma y Bernabé Cobo, aunque Imaginamos en el éxito los buenos conocimientos de doña Inés,

No he vuelto a encontrar documentos ni documentación ni referencias, hasta la muerte de su marido en que traspasa las encomiendas y propiedades a su hijo Antonio Ribera el Mozo. La historiadora Liliana Pérez Minguez dedicó su tesis doctoral a Inés Muñoz, sus trabajos me parecen imprescindibles, pero no he tenido acceso a ellos.

Antonio de Ribera y Doña Inés Muñoz seguían siendo uno de los matrimonios más prestigiosos y acaudalados del Perú. Entendemos que, sin restar méritos a D Antonio de Ribera, el capital acumulado a lo largo de la vida del segundo matrimonio de Dña. Inés encomiendas, solares, molinos, obrajes, que los hacen ser acaudalados, son gracias a doña Inés Muñoz, ya que D Antonio de Ribera, cuando casa con doña Inés no tenía encomiendas, se le otorgaron las mismas encomiendas que tenía Alcántara, el primer marido de doña Inés Muñoz.

Doña Inés Muñoz, fundadora  y abadesa

Doña Inés Muñoz, muerto D. Antonio, renunció a sus encomiendas a favor de su único hijo, Antonio de Ribera el Mozo, casado con María de Chávez; el matrimonio no tuvo hijos.  En 1572 Antonio de Ribera el Mozo enfermó y murió; había aconsejado a su madre que no corriera el riesgo de un tercer matrimonio para evitar la confiscación de las encomiendas.

Doña Inés Muñoz se presentó ante el obispo dominico de Trujillo, Jerónimo de Loayza, con la decisión de fundar un convento femenino, y recluirse en él con su nuera viuda, María de Chávez. Se llamó el Monasterio de Nuestra Señora de la Concepción de la Madre de Dios. Aportaría para su creación de su propio patrimonio solares, casas, huerta, La Huerta Perdida, Molinos, negocios, las rentas del obraje la Espallanga y 20.000 pesos de oro de su propiedad y otros 20000 de María de Chávez.  Se administraría con el capital propio que aportaban las fundadoras. Ellas ejercerían de patronas, sin que pudiera inmiscuirse el rey de España para nombrar patronos, ya que era una fundación privada con capital privado y privadamente debería ser financiada. Tampoco el obispo intervendría en la administración de rentas. Estaría dirigido por las patronas fundadoras y, a la muerte de estas por la abadesa con supervisión del obispo.

En septiembre se fundó, siguiendo las reglas españolas fueron elegidas las 18 primeras monjas concepcionistas, entre las que se encontraba María de Chávez. Inés Muñoz, por consejo del obispo fray Jerónimo de Loayza, para poder seguir administrando sus bienes no profesó hasta los cinco últimos años de su vida. Profesó y llegó a ser su abadesa. Fue el segundo convento para mujeres en Perú, estaba construido al lado del convento de Jesuitas

 El convento, inaugurado en 1573, estaba regido por la orden de las Concepcionistas. Se dedicaba como comunidad religiosa a  rezar a la mayor gloria de Dios, pero también a acoger a damas viudas de españoles que no quisiesen volver a casarse en un matrimonio desigual, a solteras o huérfanas sin familia para que no sufrieran riesgos y asaltos, a hijas mestizas de conquistadores que quisieran profesar, a novicias sin recursos a las que se les proporcionaría dote. Las damas, podían acogerse, tal como era la costumbre en su tiempo, con las criadas y siervas, y las acogidas no tenían obligatoriamente que profesar como religiosas y se permitían hacer vida independiente sin alterar la vida de la comunidad religiosa. Tuvo un gran prestigio social.

Actualmente, empequeñecido en lo fue el Convento de La Concepción, en parte de su espacio se sitúa allí el mercado de la Concepción[C1] , muy cerca de la Plaza de Armas

María de Chávez recurrió en 1575 ante la Real Audiencia de Los Reyes por la confiscación de sus encomiendas, y después ante el Consejo de Indias, pero se resolvió negativamente, alegando que no había probado satisfactoriamente sus derechos. Doña Inés Muñoz en la probanza  declaraba sus méritos como cuñada de Pizarro, declaraba que era la primera mujer casada que había llegado a las indias, alegaba su mérito de pobladora y declaraba que era pobre.

No lo era. Pese a los enfrentamientos con las nuevas autoridades del virreinato de Perú, Inés Muñoz, campesina andaluza, creció. Fue una de las más acaudaladas y prestigiosas españolas en Las Indias. Testó dejando todos sus bienes al convento de la Concepción de la Ciudad de los Reyes,  y partidas de ganado para los indios de sus encomiendas. De fuerte personalidad, capaz de enfrentarse con reyes y con conquistadores para defender lo suyo, protectora de sus sobrinos a los que salvó de la muerte, emprendedora de negocios comerciales de lanas y frutas, piadosa, pobladora, fundadora y abadesa, murió en Lima en 1594.



[1] COBO, Bernabé S. J., Historia de la fundación de Lima. 81639) Manuscrito custodiado en la Biblioteca Columbina (Sevilla)publicado por el sacerdote e historiador Peruano Manuel González de la Rosa (1882)

[2] ROSTWOROWSKI, MARÍA., Doña Francisca Pizarro una ilustre mezquita, 1534, 1598, p.32 , Instituto de Estudios Peruanos, 1989

[3] RAMOS RUBIO, JOSÉ ANTONIO., El mecenazgo de Francisca Pizarro Yupanqui y su proyección en el patrimonio arqueológico de Trujillo

[4] AGI- Patronato 120, No, Ramo 2año 1574

[5]ROSTWOROWSKI, MARÍA,  Opus cit.p.32

[6] CUNEO VIDAL, RÓMULO, Vida de Francisco Pizarro y sus hermanos, C. LI

[7]

[8] KAMEN, HENRI, Pequeña Historia de la conquista de América

 

[9] CUNEO VIDAL, RÓMULO, “Doña Inés Muñoz, la mujer extremeña, cuñada de Pizarro que trajo el trigo y el olivo al Perú”, Boletín de la Real Academia de la Historia, p.310

[10] CILLÁN, CILLÁN, FRANCICO “La muerte del marqués” Alcántara, Revista de estudios cacereños Diputación de Cáceres, archivo, Alcántara 87(2008) p.59-78

[11] PORAS BARRENECHE, RAUL, El Testamento de Francisco Pizarro, conquistador del Perú, Boletín de la

academia de la Historia,

CUNEO VIDAL [12] opus cit. p.310

[13] El  seguimiento exhaustivo del Inés Muñoz y  las mujeres encomenderas en  del tema, PEREZ MIGUEL, LILIANA,  Mujeres Ricas y Libres, Mujer y Poder Las Encomenderas en el Perú (Siglo XVI ) Universidad de Sevilla, 2021

[14] El patrimonio de Francisco Pizarro y sus hijos., p.271-315

[15] (AGI Real audiencia de Lima, 28)


 [C1]

viernes, 4 de abril de 2025

INES MUÑOZ DE RIBERA, MUJER FUERTE DE ESPAÑA EN LAS INDIAS ( I )

 


En otras entradas hemos hablado de algunas mujeres indígenas de la aristocracia inca y de las mestizas hijas de conquistadores y princesas incas, quisiera dedicarle un poco de espacio en mi muro a una mujer española de origen campesino, Inés Muñoz, que fue de las primeras mujeres que penetró en el reino de Tahuantinsuyo   y llegó a ser por méritos propios una de las mujeres más acaudaladas y poderosas de Perú. Numerosos textos académicos y divulgativos hablan de ella Ha merecido, incluso, una pequeña entrada en la Real academia de la Historia y en el Instituto Cervantes.  No hay nada en el texto de investigación mía, solamente el recordarla y la interpretación de su papel y el de las mujeres españolas manejando los datos aportados por los investigadores. Representa, Doña Inés Muñoz,  a nuestro juicio, cómo la fidelidad y el apego a las redes familiares, la valentía en la acción, la capacidad de aprendizaje ante lo nuevo, el profundo arraigo a lo español, la lealtad a los principios y el sentido práctico y la defensa del patrimonio propio hicieron de ella un símbolo de la mujer fuerte de España.

Inés, campesina del sur de España, fue una mujer que trasmitió en el nuevo mundo los modos, los hábitos y las costumbres españolas. El ascenso social que inicialmente consiguió por ser su marido, Francisco Martín de Alcántara, hermano uterino y ser ella cuñada de Francisco Pizarro, y estar ella al gobierno de su casa y la educación de sus hijos, no acabó ni con el asesinato de Francisco Pizarro ni el de su primer marido.  Apoyó durante su larga vida a los conquistadores y sus valores, fue leal a los Pizarro, incluso cuando los pizarristas cayeron en desgracia,  trasmitió la lengua, la cultura y su fe en las tierras de Nueva Castilla, escribió un diario contando lo vivido,  protegió a sus sobrinos mestizos y los salvó de la muerte, luchó contra los abusos de los virreyes, los oidores, pleiteó   para adquirir y mantener encomiendas, escribió cartas al rey Carlos V de probanza, y generosamente fundó en su vejez el monasterio de la Nuestra Señora Concepción de Lima, que acogía a viudas y mestizas, daba becas a las mujeres sin recursos y, aunque profesó en contra de la opinión del arzobispo,  llegó a ser abadesa.

Una mujer de origen humilde que adquirió por sus méritos el título de doña, importante para la época. No fue menor la hazaña de haber introducido y cultivado, dado su conocimiento de campesina, productos agrícolas españoles desconocidos en América como el olivo, el trigo, los melocotones, los melones, los pepinos, las naranjas y las granadas, por lo que fue llamada la Ceres peruana.

Espero en mi próximo viaje a Perú buscar en la Plaza de Armas la manzana donde estuvo situada su casa, y seguir sus pasos por el Monasterio de la Concepción donde reposan sus restos que así dicen:

Este cielo animado en breve esfera

Deposito es de un sol que en él reposa

El sol de la gran madre y generosa

Doña Inés de muñoz y de Rivera

Fue de Hanan Huanca encomendera

De don Antonio de Rivera esposa

De aquel que tremoló con mano airosa

De Alférez Real la Real Bandera

Fundó este a María gran convento

 

El papel en la conquista de las mujeres de España

Al hablar de la conquiste de las indias, no suele prestarse protagonismo a las mujeres españolas de los conquistadores. Inicialmente no fueron muchas las que corrieron el riesgo, pese al interés de los reyes de que acompañaran a sus maridos. Hacía falta valentía para emprender el viaje al nuevo mundo, largo y peligroso. El mundo de los conquistadores estaba desprovisto de mujeres españolas, lo cual agudizaba los problemas de los aguerridos conquistadores y podía conducirlos a los abusos con las mujeres indígenas. Fernando el Católico facilitó la legalidad de los encuentros interraciales y apoyó los matrimonios mixtos dictando una real cedula en 1514 que validaba los matrimonios entre españoles e indígenas. Quiso para los españoles que se desplazaban una emigración familiar orquestada con sus mujeres e hijos que les permitiera formar redes de apoyo.  De 1520 a 1539 se tiene constancia de que había 854 mujeres en el nuevo mundo, la mayoría en Méjico y Santo Domingo. Inés Muñoz, alegaba que ella fue la primera mujer casada que entró en el imperio inca. Se embarcó desde Sevilla rumbo a Panamá con su marido, Francisco Martín Alcántara y dos hijas en 1530.

Las mujeres españolas, aun cumpliendo los roles femeninos más tradicionales manteniendo sus hogares y cuidando a sus hijos, fueron las protagonistas de la prolongación de las costumbres, la educación y la cultura española. Ellas rigieron los hogares a la manera española. A ellas estuvo encomendada la educación de sus hijos y  de los mestizos hijos de los conquistadores, ya que estos siempre consideraron superior su modo de vida y su religión que la de los pueblos conquistados. La religión cristiana siempre fue impuesta, y si hubo bodas antes del desposorio, las novias eran bautizadas despojándose de los nombres incas y adquiriendo nombres cristianos. En la educación de los mestizos de la clase privilegiada, como fueron los de los Pizarro o el inca Garcilaso, aprendieron  con las mujeres españolas la forma de vida y el idioma, y ellas buscaron quienes les enseñaran lectura, escritura, religión e incluso latín, como pedía Francisco Pizarro en su testamento para su hijo Gonzalo; y las mujeres como Francisca Pizarro, tuvieron clases de clavicordio y danza. Los iniciaron a la vida española  en modos y formas sociales

También aprendieron las mujeres españolas las costumbres de los indígenas, la forma de vestir, el lujo inca   y las tradiciones; y de sus sirvientas nativas, la cocina, el uso de los productos agrícolas y el modo de cocinarlos, la elaboración de los pigmentos de sus lanas y sus tejidos.  El enriquecimiento del ese intercambio mutuo en el encuentre de dos mundos llega hasta hoy- no se entendería una gastronomía internacional sin patata o sin tomate o sin pimientos, imprescindibles en la cocina globalizada.

INÉS MUÑOZ

Hay noticias de que Inés Muñoz escribía un diario donde contaba sus impresiones sobre lo que acontecía y las formas de vida, desde la muerte de Atahualpa hasta el uso de la soga del diablo (Ayahuasca) pero no he encontrado la confirmación en fuentes rigurosas.

El lugar de nacimiento de Inés Muñoz ofrece dudas, aunque la mayoría de los historiadores da por bueno que nació en Castilleja del Campo (Sevilla) en fechas inciertas, aproximadamente de finales del XV principios del XVI. De familia campesina, estaba casada con el hermano de madre de Francisco Pizarro, natural de Castilleja del Campo, siendo la madre de ambos, Francisca González, que había sido criada de las freilas del monasterio de F de la Puerta de Coria, Trujillo.

Cuando Francisco Pizarro llega de vuelta de Quito a Trujillo, ya como conquistador, la aventura del oro y el éxito de Francisco movió a parte de su familia acompañarle. Lo hicieron sus hermanos de padre Hernando, Juan y Gonzalo y el de Madre, Francisco Martín Alcántara.

Francisco Martín de Alcántara emprendió el viaje con su mujer, Inés Muñoz y sus dos hijas Bárbola y Angélica. Fueron los únicos que viajan en familia. Salieron de Sevilla en 1530, pero el viaje no fue sencillo y sus dos hijas enfermaron y murieron en las penalidades del trayecto. Desembarcó el matrimonio en Panamá, imaginamos que muy contritos, y residieron en la misma casa de Francisco Pizarro, asistiéndole en todo. Cuando Pizarro inició la entrada en el Tahuantinsuyo, Francisco Martín Alcántara formó parte de sus huestes e Inés se quedó en Panamá, pero cuando regresan para avituallarse en 1532, Inés acompañó a las huestes pizarristas y estuvo presente en Cajamarca y en el apresamiento de Atahualpa y su posterior muerte.

Francisco Pizarro tomó por esposa por el rito inca a la princesa Quipe Sisa, hermana de Atahualpa, que bautizada toma el nombre de Doña Inés Yupanqui. Francisco estaba muy ilusionado con el embarazo de su joven esposa e Inés acompaña a la joven que espera el parto en la primera ciudad fundada en el Perú en abril 1934, Jauja. El nacimiento de una niña en diciembre de 1534 llena de júbilo a Francisco Pizarro, que lo celebra con regocijo y entre las celebraciones se juegan juegos de cañas a la manera peninsular en la plaza de Jauja.

La lucha por la conquista siguió, y Pizarro elige una nueva ciudad a conquistar para establecer la capitalidad del reino, más cerca del mar. Tras un cerco en que ayudo a los españoles la madre de doña Inés, la cacica Contarhuacho, los españoles triunfaron e instalaron en la nueva ciudad su capitalidad, (1535) que llaman Ciudad de los Reyes (Lima) Inés Muñoz estuvo presente cuando se repartieron los solares donde iban a edificar su casa, estaba contigua a la de Francisco Pizarro. En la hoy Plaza de Armas de Lima, la casa de Pizarro reedificada es la sede del Gobierno de Perú.

Francisco Pizarro tuvo por esas fechas con doña Inés Yupanqui un nuevo hijo, Gonzalo, ambos serían legalizados por Carlos V. El marido de Inés, Francisco Martín Alcántara iba con las huestes de Pizarro, con Hernando y Gonzalo a la conquista, adquiriendo fama y encomiendas y siendo uno de los más leales hombres de Pizarro. Mientras, los niños, Francisca y Gonzalo, eran cuidados y educados en Lima por Inés Muñoz; ella era la que gobernaba la casa, organizaba la compras y las comidas, cuidaba de sus sobrinos, encargaba productos a España, ya que no se acostumbraron en general a la cocina inca. Dice la historiadora María Rostworowski, que quizá la muerte de sus hijas agudizó el sentido de maternidad de Inés Muñoz, pues fue verdadera madre protectora de sus sobrinos mestizos y también de un nuevo sobrino, Francisco, porque por esas fechas, Francisco Pizarro se había separado de doña Inés, la había dado en matrimonio cristiano a Francisco de Ampuero, y él tenía una nueva compañera, la princesa inca, Cuxirimay Ocllo, que tomó el nombre cristiano de doña Angelina. Tuvieron dos hijos, al primero le llamaron Francisco Pizarro, nacido en Cuzco en 1537 del que Doña Inés también se hizo cargo, y posteriormente otro hijo, juan Los hijos de ese nuevo matrimonio no fueron legalizados.

Estas labores podían considerarse esencialmente femeninas, aunque la trascendencia de ellas fue haberse desarrollado en un mundo nuevo que, a través de mujeres como ella influían y se implantaban muy lejos del país de origen. Como se implantaron, a mi parecer una aportación importantísima de Inés Muñoz, semillas de frutos hasta entonces desconocidos para los indígenas y por ella traídas y cultivados por sus conocimientos de campesina, productos agrícolas, como trigo, olivos, melocotones, melones, pepinos, naranjas y granadas que Inés cultivaba en un terreno llamado “Huerta Perdida”. Puestos a la venta alcanzaron altos precios y fue muy rentable.

Es sabido que, cuando un país conquista a otro, los conquistadores quieren saborear los productos del mundo perdido de su infancia, a través de los cuales – su boca- aprendió a conocer el mundo que intentan recuperar en la tierra conquistada. No fue un botánico, fue una sencilla mujer quien lo hizo, para satisfacer los gustos gastronómico de los suyos.

Pero es tras el asesinato de Francisco Pizarro y de su marido en 1541 cuando  Inés demostrará su fortaleza, su valentía y su capacidad de lucha