Inés Muñoz sufrió las consecuencias de los enfrentamientos entre
los conquistadores y demostró fortaleza y lealtad.
Las luchas por el
territorio y las tensiones por el control de las tierras conquistadas
continuaban con una guerra civil entre los españoles. Desde 1537 Pizarro
ostentaba el título de Marqués otorgado por la Corona, era rico y poderoso; Diego
de Almagro, en clara situación de desventaja económica por no haber encontrado
la esperada riqueza en Chile, disputaba a los Pizarro el gobierno de la ciudad
de Cuzco, lo que ocasionó enfrentamientos entre pizarristas y almagristas que
se saldó en la batalla de Salinas en 1538 con el triunfo de Hernando Pizarro, que entró en la ciudad de Cuzco, hizo prisionero y mandó ejecutar a Diego de Almagro.
El fatal desenlace agudizó el deseo de venganza entre los partidarios de
Almagro y la condena del rey español Carlos V, pues Almagro era un conquistador, máximo título de honor de los españoles en Las Indias.
En Lima
En la Ciudad de los Reyes Francisco Pizarro, alejado de la
contienda, ejercía funciones de gobernación. Con él se habían establecido desde
1535 Dña. Inés Muñoz y su marido, D. Francisco Martín Alcántara. Mucho se habían
encumbrado, a Martín de Alcántara Pizarro le había nombrado Regidor Perpetuo
de la ciudad de Lima, poseía importantes redes sociales y encomiendas, tenía el
rango de capitán, descubridor, conquistador y poblador. Había solicitado al rey
y conseguido el privilegio de armas. Habitaban en el mismo palacio y Dña. Inés se ocupaba de los asuntos domésticos y de la crianza de los hijos de Francisco
Pizarro, ya que el Marqués quería para ellos una educación a la española. Quizá
Francisco Pizarro confiaba la gobernanza doméstica de su casa y la educación de
sus hijos al único de sus hermanos que estaba casado con una mujer española,
siendo además Inés muy valorada por su cuñado, la llamaba hermana; era el afán
de doña Inés la buena organización de la casa y de que la mesa estuviera
abastecida con productos que cultivaba en La Huerta Perdida o mandaba traer de
España[1]. Doña Inés, que había perdido a sus dos hijas
en el trayecto desde Sevilla a Panamá, debió tener un sentido maternal que
compensó con el amor a sus sobrinos. Entristeció
a Dña. Inés Muñoz la separación de Pizarro de doña Inés Yupanqui, a la que seguía
tratando, pues sentía afecto por la primera compañera de Pizarro. Aunque Pizarro convivía con doña Angelina, los Martín de Alcántara
estaban también responsabilizados de la educación de Francisco, hijo de Pizarro
y doña Angelina. Ante los españoles y los indígenas, Doña Inés tenía autoridad
y categoría por pertenecer a la élite social, por cuñada del gobernador y por
pobladora, ya que en 1535 había participado en la creación de la Ciudad de los
Reyes y la distribución de solares. En 1537 solo había 15 españolas en la
ciudad de los Reyes.
Muerte de Francisco Pizarro
En junio de 1541, estando Francisco Pizarro en su palacio en
Lima junto con Francisco Martín Alcántara, Diego de Chaves y alguno de sus
partidarios, Diego de Almagro el Mozo, hijo mestizo de Diego de Almagro, ansioso
de venganza y de afán de botín, penetró junto con Juan de Rada y un grupo de conjurados
en el palacio del gobernador y, a pesar de la resistencia ofrecida, mataron a Francisco Pizarro, a Francisco
Martín de Alcántara, a alguno de sus partidarios que se mantuvieron leales , a
los dos pajes que con él estaban, los demás huyeron por la ventana Cundió el
terror entre los españoles pizarristas en la Ciudad de los Reyes, los
almagristas asaltaron las casas de los pizarristas, sus propiedades fueron
saqueadas, sus partidarios muertos o torturados y se hicieron con el control
total de la ciudad.
Enterramiento y huida de Lima
Doña Inés Muñoz perdió el mismo día a su marido y a su cuñado
y supo el peligro que corrían los niños. Francisca tenía siete años, Gonzalo
seis y Francisco cuatro. Su posición era muy vulnerable, ningún Pizarro estaba
en aquel momento en Lima; Hernando Pizarro, sufría condena en el castillo de
Medina del Campo en España como consecuencia del ajusticiamiento de Almagro;
Gonzalo Pizarro acababa de llegar de la expedición al país de la Canela a Quito;
Juan Pizarro había muerto unos años atrás en las luchas contra Manco Inca. Por
el miedo de que los niños fueran asesinados Inés Muñoz, antes incluso de
enterrar a los muertos, se preocupó de la situación de los pequeños huérfanos y
los refugió en el convento de la Merced. No todos los historiadores citan el
nombre del convento, no lo hace María Rostworowski[2].
En mi opinión, dado el amor y la predilección que durante toda su vida
Francisca Pizarro muestra a dicha Orden, es factible que así fuera;
recordaremos que, antes de su salida a España, en 1549 Francisca Pizarro manda
a su tutor que donase cuatro solares al convento de Nuestra señora de la Merced
de Quito[3]
Difieren los historiadores en las noticias sobre el
enterramiento de Pizarro y Francisco Martín de Alcántara, aunque todos
coinciden en la valentía y protagonismo de Dña. Inés Muñoz, que se enfrentó de
palabra y de hecho con los almagristas. En la probanza que hizo I en
1574 frente al Consejo de Indias, decía que fue ella la que se preocupó en
darles enterramiento sin ayuda de ningún español, por el miedo que le tenían a
Diego de Almagro el Mozo, y que se había enfrentado con él diciéndole “feas
palabras”[4]
, según recoge María Rostworowski[5].
Cuneo Vidal afirma que Vaca de Castro, escribió una carta al rey y cuenta que
lo echaron en medio de la plaza como a los malhechores[6].
Vaca de Castro, enviado por el rey para dirimir las luchas entre pizarristas y
almagristas debió de estar bien informado, ya que siguió de cerca los
sucesos. Francisco Cillán afirma que los
cadáveres de Francisco Pizarro y de Francisco Martín de Alcántara fueron
arrojados en medio de la plaza y allí estuvieron hasta la tarde en que unos
criados de Pizarro, Carmen la trujillana y Lorenzo Hurtado los cubrieron con
una sábana blanca, más tarde acudieron el capellán García Diaz y el escribano
Pedro López e Inés Muñoz e Isabel Rodríguez, lo hicieron después de buscar
refugio para los huérfanos. Inés besó a Pizarro y abrazó a su marido[7]
Inés Muñoz y Lorenzo Hurtado echaron los cadáveres a una sábana blanca, Pizarro
con el hábito de caballero Santiago y
los enterraron casi de forma clandestina[8] en el patio de los naranjos de la Iglesia
Mayor,[9]
entonces en construcción.[10]
La versión más aceptada es que fueron enterrados por Inés Muñoz, Juan Barbarán,
su mujer María Lezcano y Pedro López, secretario de Pizarro además de algún
esclavo negro.
Quizá en las declaraciones de Inés Muñoz sobre la única
autoría de el enterramiento exista un afán de adjudicarse méritos, ya que, por
esas fechas muy posteriores, de 1574 que es cuando escribe la probanza, sus
encomiendas estaban siendo amenazadas y necesitaba exponer sus méritos para
evitarlo. También difiere la forma con que cuenta cómo salvó a los niños,
aunque ninguna de las formas en que los historiadores lo cuentan le resta
mérito.
Recoge María Rostworowski la declaración del diplomático e historiador peruano, Raúl Porras Barrenechea[11]: Doña Inés Muñoz se presentó en lutada con el niño, Gonzalo, ante el cabildo de Lima. Se abrió el testamento de Pizarro donde se designaba a Gonzalo heredero universal, mayorazgo, patrón de las capellanías, sucesor en el marquesado y en la gobernación del Perú. A su hermana Francisca ordenaba que se le den 12.000 pesos de oro de lo mejor parado de sus bienes y que sea llamada heredero universal en el caso de fallecimiento de Gonzalo. Los dos hijos eran los herederos de Pizarro, lo que podía en mayor riesgo a los niños, nada decía de su otro hijo. Los pizarristas no respetaron el testamento Según declaraciones en la probanza de Inés Muñoz, ante la amenaza de un posible asesinato de los niños, huyó con los dos sobrinos en barco con destino a Tumbes, pagó por el viaje 3000 pesos. Desde Tumbes alquiló caballos después de vender las joyas que había rescatado del expolio de su casa y con los dos sobrinos se fue a Quito al encuentro de Vaca de Castro, el enviado del rey de España. Con él se desplazaron a Trujillo, residiendo allí hasta que los pizarristas fueron derrotados.
La otra versión de los hechos difiere. Del proceso seguido
contra Diego Méndez, secuaz de Diego de Almagro el Mozo, se desprende que de Doña
Inés, Gonzalo y Francisca fueron hechos prisioneros por orden de Juan de Rada y
conducidos a bordo de una nave con la orden de enderezar rumbo al norte y
dejarlos en una isla[12]desierta.
En mi opinión, una vez que doña Inés sacó de su escondite a
Gonzalo, era difícil pensar que los almagristas fueran a dejar con vida a los
chicos, ya que eran descendientes y herederos legítimos de Francisco Pizarro y
no iban a respetar su testamento; tampoco, en mi opinión, podían asesinarlos, pues
el enviado del rey de España, Vaca de Castro estaba al llegar. Es posible que
decidieran dejarlos en una isla para que murieran. El conductor de la nave, o
bien porque Inés Muñoz le pagó, o bien porque se compadeció de los niños, no
cumplió lo mandado y los desembarcó en Tumbes. No deja esta de ser una opinión
mía sin ningún otro dato.
María Rostworowski recoge las dos versiones del
acontecimiento. Las cualquiera de las dos demuestra la entereza de una mujer previsora,
arriesgada y valiente.
Vaca de Castro vence a los almagristas en la batalla de
Chupas en 1542 y doña Inés y sus sobrinos regresan a lima
Doña Inés
Muñoz, encomendera y tutora[13]
Las redes de apoyo de Doña Inés disminuyeron con el asesinato
de Francisco Pizarro y de su esposo. Si inicialmente se le había concedido a
Pizarro el derecho a otorgar encomiendas, un nuevo
poder del rey se enfrentaba a la forma de gobierno de los conquistadores.
Las encomiendas era un importante sistema jurídico en que se
permitía a un español beneficiarse del trabajo de los indígenas de un
determinado territorio. Como en el sistema feudal, los indios trabajaban para
el encomendero y a cambio éste les daba apoyo militar y se encargaba de la
evangelización. Vaca de Castro, representante del rey de España, se atribuía en
su nombre cambiar la propiedad de las encomiendas y otorgarlas a los que con él
habían llegado de España y vencido a los almagristas.
La corona, a través de sus representantes, intentaba cambiar
la forma de repartimientos, se cuestionaban los propios repartimientos; el
enviado del rey planteaba que las mujeres viudas no pudieran hacerse con las
encomiendas, alegando falta de capacidad de las encomenderas para dirigir a los
indios; y también que no convenía que las ciudades pudieran llenarse de
encomenderas viudas. Otra cuestión alegada era que podía haber engaños de
mujeres indias casadas in extremis para poder heredar. También cuestionaba que
los huérfanos mestizos pudieran heredar a su padre. Las Nuevas Leyes de
Indias promulgadas por Carlos I en 1542 buscaban organizar y reformar el
gobierno de las Indias, suprimir. las encomiendas y proteger a los indígenas de
los abusos de los encomenderos. Una de las normas era que al morir el
encomendero sus bienes deberían de pasar a la Corona Cuestionaba el trato de
los españoles para con los indios de las encomiendas, a los que de ninguna
manera se les podía esclavizar. Fueron unos de los textos legales más
importantes del imperio español.
Unos de los primeros afectados fueron los repartimientos de
los hijos de Francisco Pizarro y los de Doña Inés Muñoz. El asesinato de su marido, Francisco Martín
de Alcántara, dejó a Doña Inés viuda y rica heredera de las cuatro encomiendas
otorgadas por su cuñado, un primer repartimiento en Mancha, Collique, Jauja y
Huaúco, con los respectivos indios; Y el asesinato de Francisco Pizarro, cuyo
testamento le confiaba el cuidado de sus hijos, le hizo responsable de asumir
la tutoría de sus dos sobrinos y salvaguardar su vida y sus propiedades. Era
propiedad de Francisca Pizarro Huaylas, en Lima con 3000 indios, Chimo, con
1000, Conchuco, 800 indios Lima y Chunquitanta, Atabillos, y de Don Gonzalo
Canta, Huaura, Tucay, Avisca, Pomachondas, Chuquiabo, Congara con todos los
indios correspondientes[14],
además de casas, solares y huertas. Vaca de Castro necesitaba encomiendas para
concederlas a los suyos y desposeyó a los dos hijos de Pizarro, y a Doña Inés
de su encomienda de Huanúco. Doña Inés,
disconforme, planteó una demanda ante la Real Audiencia y escribió una carta al
rey de España el 20 mayo 1543, pidiéndole la devolución de todos los bienes de
los hijos de Pizarro, de su encomienda y de unos indios. Alegaba ser la primera
mujer casada que llegó al Perú, pobladora, cuñada de Francisco Pizarro; declaraba
que sus sobrinos eran hijos del conquistador y gobernador de Nueva Castilla y
necesitaban las encomiendas, dada la situación de huérfanos sin otros medios de
subsistencia. Ganó el pleito.
Gonzalo debió morir de muerte por enfermedad a los siete
años, a la vuelta del viaje del norte, según una carta de Dña. Inés Muñoz dirigida al rey en mayo de 1543 desde Lima, según recoge María Rostworowski en
mayo de 1543. La herencia de Gonzalo, según testamento de su padre, pasaba a
Doña Francisca, su hermana.
El pulso que esta vez
había ganado se mantuvo durante toda su vida con distintas sentencias. Doña
Inés volvió a casarse. Rentabilizó los bienes de las encomiendas, los frutos que
cultivaba en la Huerta Perdida, además del establecimiento del negocio del
primer obraje de lanas castellanas, la Sapallanga, en Jauja.
La segunda boda de Doña Inés Muñoz.
Hacia 1545 Doña Inés Muñoz contrae matrimonio con D. Antonio
Ribera, caballero de Santiago y miembro del cabildo, oriundo de Valladolid, un
hombre muy destacado, afín a los Pizarro. D. Antonio de Ribera, de una
extracción social superior y reputada familia, descendía de Antonio de Ribera,
paje del Príncipe D Juan, y de Doña Isabel de Beteta y Hoces de Valladolid. La
boda convino a Doña Inés, le permitía mantener el poder económico de sus
repartimientos; el esposo pertenecía al núcleo de los Pizarro, había acompañado
a Gonzalo Pizarro a la incursión en el País de la Canela.; por su parte D
Antonio accedía por matrimonio a la titularidad de las encomiendas de doña Inés
y al prestigioso grupo de los encomenderos . Tuvieron un hijo que se llamó
Antonio de Ribera el Mozo. En 1545 y 1546 fue alcalde de Lima. Doña Inés
y su esposo continuaron como cuidadores de Francisca Pizarro Yupanqui, aunque la
tutoría y administración de los bienes corrió a cargo de Gonzalo Pizarro. El
matrimonio vivió con ella, protegió los bienes de Doña Francisca, le dieron
educación acorde con su categoría, según mandato de Gonzalo Pizarro, tío de
Doña Francisca. A la muerte de Gonzalo Pizarro fue Antonio de Ribera su tutor
Muerte de
Gonzalo Pizarro. Consecuencias
Gonzalo Pizarro, hermano de padre de Francisco y conquistador
él mismo, era, muerto Francisco, la cabeza visible de los Pizarro en Perú. Las leyes Nuevas de Indias, ideada por el
teólogo dominico, fray Bartolomé de las Casas, afectaba a los encomenderos en
su relación con los indios y protegía a estos de los posibles abusos. Promulgadas en 1442, época de la creación de
la Real Audiencia y la creación del Virreinato del Perú, el primer virrey, Blasco
Gómez Vela, intentó poner en vigor las Nuevas Leyes. Los encomenderos se
rebelaron. La rebelión frente al virrey y la Corona estuvo encabezada por
Gonzalo Pizarro. Aunque inicialmente el triunfo estuvo en el campo de los
encomenderos que llegaron a degollar a Vaca de Castro, se saldó con la derrota
de Gonzalo Pizarro, la derogación de las Nuevas Leyes y el triunfo de la Corona y del presidente de la
Real Audiencia, Pedro de la Gasca en 1448.
D Antonio de Ribera que inicialmente apoyó a los
encomenderos, posteriormente defendió las tropas del rey, a pesar de ello tuvieron
problemas por la rebelión de Pizarro. Antonio de Ribera e Inés Muñoz, muerto
Gonzalo, eran los tutores de Francisca Pizarro Yupanqui. La Gasca escribió al
rey manifestándole que era peligroso que los descendientes de los Pizarro
siguieran en Perú, porque se podía crear una aristocracia inca- española
independiente de la Corona. A instancia de La Gasca, por real cédula del11
marzo de 1550, el rey manda que los hijos de Pizarro se trasladen a España. Los tutores de Francisca, Dña. Inés Muñoz y D. Antonio
Ribera vendieron con lealtad sus propiedades cuando, a instancias del rey, Doña
Francisca Pizarro partió para España. En el barco se trasladaría también Francisco,
hijo de Francisco Pizarro y Doña Angelina. El matrimonio administró los bienes
de Francisca desde 1547-53 hasta que tomó el relevo Hernando Pizarro, casándose
con Doña Francisca Pizarro Yupanqui y colocando a sus administradores. En 1553
D Antonio se presentó ante la Audiencia de Lima como curador y tutor de doña
Francisca, pidiendo licencia para enviar dinero a España que le fue denegada. A pesar de ello, Hernando
pleiteó con Alcántara y Dña. Inés acusándoles de mala administración, los
pleitos se alargan tras la muerte de Antonio de Ribera. Es opinión mía que
la iniciativa partió no de doña Inés Pizarro sino de Hernando.
La situación de los parientes de Pizarro se complicó, por
consideraos por las nuevas autoridades, rebeldes a la Corona,
Especialmente exigente con los re particiones de los encomenderos a favor de la Corona fue el virrey Francisco de Toledo. No cesaron los problemas con las
propiedades; en 1558 el marqués de Cañete[15]
escribió una misiva al rey diciéndole que no convenía que hubiera gente muy
rica en Perú como el matrimonio Alcántara, ni tampoco persones leales a los
Pizarro en Perú y sugiere que los mandara a España; que les desposeyera de sus
repartimientos, ya que eran muchas las encomiendas y sólo tenían un hijo. Que
las encomiendas pasaran a la Corona (Rostworowski, p.35) No se llevó a cabo.
En 1560 viene a España Antonio de
Ribera como Procurador General de los encomenderos para tratar con el rey y es
a su vuelta cuando lleva en tinajas a Lima plantel de olivos de Aljarafe,
Sevilla; tres de ellos llegan prenden y los cultivan en la Huerta Perdida. Dice el Inca Garcilaso de la Vega que los hacen
vigilar día y noche por cien esclavos negros y treinta perros. A pesar de ello uno de ellos fue robado y llevado a
Chile, echando muchos renuevos. A Ribera lo atribuyen Ricardo Palma y Bernabé Cobo,
aunque Imaginamos en el éxito los buenos conocimientos de doña Inés,
No he vuelto a encontrar documentos ni documentación ni
referencias, hasta la muerte de su marido en que traspasa las encomiendas y
propiedades a su hijo Antonio Ribera el Mozo. La historiadora Liliana Pérez
Minguez dedicó su tesis doctoral a Inés Muñoz, sus trabajos me parecen imprescindibles, pero no he tenido acceso a ellos.
Antonio de Ribera y Doña Inés Muñoz seguían siendo uno de los
matrimonios más prestigiosos y acaudalados del Perú. Entendemos que, sin restar
méritos a D Antonio de Ribera, el capital acumulado a lo largo de la vida del segundo
matrimonio de Dña. Inés encomiendas, solares, molinos, obrajes, que los hacen
ser acaudalados, son gracias a doña Inés Muñoz, ya que D Antonio de Ribera,
cuando casa con doña Inés no tenía encomiendas, se le otorgaron las mismas
encomiendas que tenía Alcántara, el primer marido de doña Inés Muñoz.
Doña Inés Muñoz, fundadora
y abadesa
Doña Inés Muñoz, muerto D. Antonio, renunció a sus
encomiendas a favor de su único hijo, Antonio de Ribera el Mozo, casado con
María de Chávez; el matrimonio no tuvo hijos. En 1572 Antonio de Ribera el Mozo enfermó y murió; había aconsejado a su madre que no corriera el riesgo de un tercer matrimonio
para evitar la confiscación de las encomiendas.
Doña Inés Muñoz se presentó ante el obispo dominico de
Trujillo, Jerónimo de Loayza, con la decisión de fundar un convento femenino, y
recluirse en él con su nuera viuda, María de Chávez. Se llamó el Monasterio de Nuestra
Señora de la Concepción de la Madre de Dios. Aportaría para su creación de su
propio patrimonio solares, casas, huerta, La Huerta Perdida, Molinos, negocios,
las rentas del obraje la Espallanga y 20.000 pesos de oro de su propiedad y
otros 20000 de María de Chávez. Se
administraría con el capital propio que aportaban las fundadoras. Ellas ejercerían de patronas, sin que pudiera inmiscuirse
el rey de España para nombrar patronos, ya que era una fundación privada con
capital privado y privadamente debería ser financiada. Tampoco el obispo intervendría
en la administración de rentas. Estaría dirigido por las patronas fundadoras y,
a la muerte de estas por la abadesa con supervisión del obispo.
En septiembre se fundó, siguiendo las reglas españolas fueron
elegidas las 18 primeras monjas concepcionistas, entre las que se encontraba
María de Chávez. Inés Muñoz, por consejo del obispo fray Jerónimo de Loayza, para
poder seguir administrando sus bienes no profesó hasta los cinco últimos años
de su vida. Profesó y llegó a ser su abadesa. Fue el segundo convento para mujeres en Perú,
estaba construido al lado del convento de Jesuitas
El convento,
inaugurado en 1573, estaba regido por la orden de las Concepcionistas. Se dedicaba
como comunidad religiosa a rezar a la mayor gloria de Dios, pero también a
acoger a damas viudas de españoles que no quisiesen volver a casarse en un
matrimonio desigual, a solteras o huérfanas sin familia para que no sufrieran
riesgos y asaltos, a hijas mestizas de conquistadores que quisieran profesar, a
novicias sin recursos a las que se les proporcionaría dote. Las damas, podían
acogerse, tal como era la costumbre en su tiempo, con las criadas y siervas, y las
acogidas no tenían obligatoriamente que profesar como religiosas y se permitían
hacer vida independiente sin alterar la vida de la comunidad religiosa. Tuvo un
gran prestigio social.
Actualmente, empequeñecido en lo fue el Convento de La Concepción, en parte de su
espacio se sitúa allí el mercado de la Concepción[C1] , muy cerca de la Plaza de Armas
María de Chávez recurrió en 1575 ante la Real Audiencia de Los Reyes por la confiscación de sus encomiendas, y después
ante el Consejo de Indias, pero se resolvió negativamente, alegando que no
había probado satisfactoriamente sus derechos. Doña Inés Muñoz en la probanza declaraba sus méritos como cuñada de Pizarro, declaraba que era la primera
mujer casada que había llegado a las indias, alegaba su mérito de pobladora y
declaraba que era pobre.
No lo era. Pese a los enfrentamientos con las nuevas autoridades
del virreinato de Perú, Inés Muñoz, campesina andaluza, creció. Fue una de las
más acaudaladas y prestigiosas españolas en Las Indias. Testó dejando todos sus
bienes al convento de la Concepción de la Ciudad de los Reyes, y partidas de ganado para los indios de sus
encomiendas. De fuerte personalidad, capaz de enfrentarse con reyes y con conquistadores para
defender lo suyo, protectora de sus sobrinos a los que salvó de la muerte,
emprendedora de negocios comerciales de lanas y frutas, piadosa, pobladora,
fundadora y abadesa, murió en Lima en 1594.
[1] COBO,
Bernabé S. J., Historia de la fundación de Lima. 81639) Manuscrito
custodiado en la Biblioteca Columbina (Sevilla)publicado por el sacerdote e
historiador Peruano Manuel González de la Rosa (1882)
[2] ROSTWOROWSKI,
MARÍA., Doña Francisca Pizarro una ilustre mezquita, 1534, 1598, p.32 , Instituto
de Estudios Peruanos, 1989
[3] RAMOS
RUBIO, JOSÉ ANTONIO., El mecenazgo de Francisca Pizarro Yupanqui y su
proyección en el patrimonio arqueológico de Trujillo
[4] AGI-
Patronato 120, No, Ramo 2año 1574
[5]ROSTWOROWSKI,
MARÍA, Opus cit.p.32
[6] CUNEO
VIDAL, RÓMULO, Vida de Francisco Pizarro y sus hermanos, C. LI
[8] KAMEN,
HENRI, Pequeña Historia de la conquista de América
[9] CUNEO
VIDAL, RÓMULO, “Doña Inés Muñoz, la mujer extremeña, cuñada de Pizarro que
trajo el trigo y el olivo al Perú”, Boletín de la Real Academia de la Historia,
p.310
[10] CILLÁN,
CILLÁN, FRANCICO “La muerte del marqués” Alcántara, Revista de estudios
cacereños Diputación de Cáceres, archivo, Alcántara 87(2008) p.59-78
[11] PORAS
BARRENECHE, RAUL, El Testamento de Francisco Pizarro, conquistador del Perú,
Boletín de la
academia de la Historia,
[13] El seguimiento exhaustivo del Inés Muñoz y las mujeres encomenderas en del tema, PEREZ MIGUEL, LILIANA, Mujeres Ricas y Libres, Mujer y Poder Las
Encomenderas en el Perú (Siglo XVI ) Universidad de Sevilla, 2021
[14] El
patrimonio de Francisco Pizarro y sus hijos., p.271-315
[15] (AGI
Real audiencia de Lima, 28)